Miércoles, 31 de diciembre de 2025   |   Policiales

Victoria: Voraz incendio en local gastronómico en Camoirano y Matheu deja dos trabajadoras muertas

Victoria: Voraz incendio en local gastronómico en Camoirano y Matheu deja dos trabajadoras muertas

Victoria se fue a dormir anoche con el olor acre del humo todavía en el aire. Pasadas las 22:30, cuando la ciudad suele aquietarse y las luces de las cocinas marcan el cierre de la jornada, un incendio convirtió la esquina de Camoirano y Matheu en el escenario de una tragedia irreversible.

Allí funcionaba la rotisería “Costa Rica”, donde dos jóvenes, Natalia García y Agustina Cabrera, cumplían el tramo final de su turno. No se trataba de una vivienda familiar —tal como se supuso en un primer momento—, sino de una cocina: hornallas, aceite caliente y rutinas que rara vez hacen ruido hasta que algo falla de modo definitivo.

La alarma llegó al cuartel de Bomberos Voluntarios de Victoria como tantos otros avisos: un incendio en una casa. Al arribar, los bomberos se toparon con un fuego generalizado, voraz, que ya había tomado gran parte de la estructura. “El control fue inmediato”, explicó luego el jefe del Cuerpo, Fabián Daydé, aunque esa rapidez no alcanzó para cambiar el desenlace. Las llamas fueron controladas, pero la tragedia ya estaba consumada.

Después vino el trabajo silencioso: apagar focos secundarios y terciarios, enfriar paredes y remover restos que podían reavivar el fuego. Es la parte menos visible del combate contra el incendio, la que sucede cuando ya no hay aplausos ni sirenas, solo cenizas, olor a plástico quemado y la certeza devastadora de que dos vidas se perdieron mientras cumplían su trabajo.

Natalia y Agustina murieron en un espacio que debía ser seguro, en un ámbito laboral que, como tantos en el rubro gastronómico, muchas veces opera en condiciones que, tras una tragedia, invitan a preguntarse si se cumplían todos los requisitos para funcionar sin riesgos.

Victoria conoce bien la proximidad entre la vida cotidiana y la tragedia. Todo queda a pocas cuadras: el cuartel de bomberos, el hospital, las casas de quienes esa noche aguardaban un regreso que no se produjo. La noticia se difundió con la rapidez amarga de lo irreversible y dejó a la comunidad sumida en un silencio denso y difícil de nombrar.

El incendio ya es materia de pericias: se investigarán causas, instalaciones y responsabilidades; se elaborarán informes técnicos y expedientes. Pero ninguna reconstrucción devolverá lo perdido. Dos trabajadoras jóvenes, dos historias truncadas, dos nombres que desde anoche quedaron grabados en la memoria colectiva de la ciudad.

Las tragedias no siempre estallan con estruendo; a veces se gestan en la rutina, en la confianza de que “nunca pasa nada”. Por eso, cuando el fuego se extingue, queda una tarea pendiente, incómoda y profunda: revisar las condiciones en que se desarrolla la labor, cómo se controlan y cómo se protege a quienes, turno tras turno, sostienen la economía invisible de cada ciudad.

Victoria amaneció hoy con las cenizas frías y una herida abierta. Recordar a Natalia García y Agustina Cabrera no es solo un acto de duelo; es una obligación moral. La memoria, cuando es honesta, debe servir para que ninguna otra jornada laboral termine envuelta en humo y silencio, y mucho menos en estos tiempos de tanta precariedad.

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