Domingo, 2 de noviembre de 2025   |   Nacionales

Una libra de carne: oposición denuncia irregularidades en la distribución estatal de alimentos

En la boleta única había opciones sensatas, pero no tuvieron la oportunidad.
Una libra de carne: oposición denuncia irregularidades en la distribución estatal de alimentos

Ningún usurero es generoso; ningún prestamista es filántropo. Sus adelantos no responden a sentimientos nobles ni a principios morales: se cobran con intereses y deben abonarse en tiempo y forma, so pena de cobranzas que no se ejecutan con buenos modos sino según la ley propia que ellos imponen. El gran ganador de las elecciones legislativas nacionales del domingo 26 de octubre en la Argentina fue un candidato que no figuraba en la boleta única: Donald Trump, el usurero de Washington. Nunca en la historia nacional —y mucho menos desde la restauración de la democracia en 1983— se había producido una irrupción tan grosera e impúdica en la vida y en el manejo de los destinos del país como la que protagonizó este personaje, secundado por su recaudador Scott Bessent, bajo el pretexto de rescatar a un gobierno que, producto de variados dislates, despropósitos, delirios y malas praxis, se deshilachaba patéticamente.

A tal punto los 20 mil millones de dólares prometidos para evitar el naufragio eran usurarios y venían acompañados de una condición casi humillante, que tanto el gobierno (como un 40% del electorado según se vería después) obedecieron al pie de la letra. El oficialismo debía ganar las elecciones. “Si no es así no seremos generosos”, amenazó el prestamista. Los intereses se cobrarán en variadas monedas: litio, tierras raras, minería, instalación de bases militares, beneficios para empresas del país del prestamista, compra de armas a ese país y desregularizaciones que permitan a corporaciones multinacionales enseñorearse de recursos naturales argentinos. A ello se sumarían ciertas normas, como las de flexibilización laboral, que podrían llevar las condiciones de vida y de trabajo de vastas capas de la población a escenarios previos a los que, a finales del siglo XIX, impulsaron en el mundo movilizaciones que, a costa de vidas, terminaron consagrando el 1º de Mayo como día de los trabajadores y la sanción de leyes como la de 8 horas diarias y el descanso semanal, que humanizaron el trabajo, aunque hoy estén en progresivo olvido. La condición de romper con China no será fácil ni posible.

Eso es lo que votó una masa crítica del electorado: fácilmente manipulable por el miedo, alérgica al pensamiento crítico, reticente a elegir fuera del blanco y el negro, con serias deficiencias (y pereza cognitiva) para explorar alternativas. En la boleta única, sin acudir a la extrema derecha ni a la extrema izquierda, había opciones sensatas, posibilidades de llevar al Parlamento a legisladores que representaran voces y pensamientos silenciados, que se movieran al margen de los sesgos, las transas y las corruptelas de siempre, y que abrieran pequeñas ventanas en la oscuridad mohosa de la política. No tuvieron la menor oportunidad.

En 1600, William Shakespeare (genial a través de los tiempos) estrenó su obra El mercader de Venecia. En ella, Basanio, un noble venido a menos, pide a su amigo, el mercader Antonio, que le preste una abultada suma de dinero para poder seducir a Porcia, una joven rica, y casarse con ella. Antonio no dispone de ese monto y, para ayudar a su amigo, lo obtiene del prestamista Shylock, quien le hace firmar un contrato según el cual, si Antonio no cumple el plazo, deberá pagar con una libra de carne de su propio cuerpo. Llegado el momento, Antonio no cumple y Shylock exige la libra de carne. Se desencadena entonces el tramo final de la obra, altamente dramático y plagado de conflictos morales que no se recordarán aquí, salvo para decir que el implacable Shylock se verá sometido a insospechadas transformaciones y capitulaciones. El tiempo dirá qué libra de carne exigirá el usurero de Washington y de qué parte del cuerpo argentino (votantes incluidos) esa libra saldrá.

*Escritor y periodista.

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