
La hidatidosis, o equinococosis quística, es una zoonosis parasitaria crónica y silenciosa que constituye un grave problema sanitario y socioeconómico. Afecta tanto a los animales domésticos de producción —ovejas, cabras, cerdos, llamas y vacas— como a la salud de las familias rurales, en particular a los niños de pequeños productores.
En el ámbito rural argentino se la denomina quiste, quiste de perro, bolsa de agua o enfermedad del perro.
Pese a más de medio siglo de esfuerzos, la hidatidosis sigue siendo en la Argentina un serio problema sanitario. Impacta sobre todo a los pequeños productores rurales, coincidiendo con los sectores más vulnerables del país.
La educación sanitaria, el control de la faena y la desparasitación periódica de los perros —actores claves del ciclo— permitieron erradicar la enfermedad en lugares como Islandia o Nueva Zelanda, pero en el continente sudamericano esos logros aún no se han reproducido.
Hoy continúan enfermando ovinos, caprinos, bovinos, porcinos y llamas, con el consiguiente daño a la economía ganadera y la permanencia de quistes hidatídicos. Y, lamentablemente, también siguen enfermando niños argentinos.
En 2015, la OMS incluyó a la hidatidosis entre las enfermedades con “herramientas listas” para su control, y en 2019 los países del Cono Sur —junto a Paraguay— lanzaron el Programa Regional 2020-2029, con el objetivo de eliminarla como problema de salud pública.
La OPS/OMS la clasifica como una de las zoonosis desatendidas que afectan a las poblaciones rurales más postergadas.
En la Argentina, los registros del Ministerio de Salud muestran que es la zoonosis con más casos notificados del país. La OMS estima que un millón de personas padecen hidatidosis en más de 150 países, y los especialistas calculan que en nuestro país se registran al menos cuatro nuevos casos por día.
Una jauría de perros asilvestrados en uno de los campos cercanos a Río Grande
Las herramientas para interrumpir el ciclo son conocidas y eficaces:
•Desparasitación periódica de los perros con praziquantel, el tenicida eficaz contra Echinococcus granulosus.
•Vacunación del ganado —corderos, chivitos, terneros y crías de llamas— con la vacuna Hidatil EG95, que protege contra la forma larval del parásito.
•Control de la faena, evitando que los perros consuman hígados o pulmones con quistes.
La aplicación conjunta de estas medidas puede reducir drásticamente la transmisión y acortar los tiempos de control.
Los programas nacionales y provinciales de control de la hidatidosis deben priorizar al pequeño productor de economía de subsistencia y a la familia campesina, bajo el principio de “Una sola salud”, que integra al ser humano, los animales y el ambiente.
Esto exige coordinación interinstitucional, participación comunitaria y planificación holística.
El Plan Nacional de Control de la Hidatidosis, impulsado por el Ministerio de Salud y el Senasa, junto con el Programa de Tenencia Responsable y Sanidad de Perros y Gatos, constituyen marcos adecuados. Pero requieren decisión política y financiamiento estable para lograr un impacto real.
La faena comercial debe realizarse exclusivamente en frigoríficos, mataderos rurales o municipales habilitados, bajo control nacional, provincial o local, y con métodos seguros para la eliminación de las vísceras afectadas por hidatidosis.
El productor ganadero —que vive de su trabajo y de la producción de su campo— tiene la responsabilidad de mantener animales sanos y libres de enfermedades, y puede —y debe— controlar la hidatidosis sin depender únicamente de las acciones estatales.
Hoy los técnicos disponemos del conocimiento y las herramientas necesarias para controlar la hidatidosis. No hay excusas.
Donde aún hay niños con hidatidosis, los responsables de las políticas sanitarias deben decidir actuar, y quienes administran los recursos del Estado deben asignar los fondos para sostener las acciones.
Si se aplican de manera coordinada la desparasitación, el control de faena y la educación sanitaria, y además incorporamos la nueva herramienta que la ciencia y la industria ponen a disposición —vacunando ovejas, cabras, vacas y llamas— podremos comenzar a soñar —y a planificar— una Argentina sin niños con hidatidosis.
El autor es médico veterinario e hidatidólogo



