
El embajador de Francia dudó. Acababa de abordar la ecuación matemática más compleja de resolver en Argentina, el problema que ha llevado a la expulsión de funcionarios de este Gobierno y que ha expuesto a distintos medios y periodistas a aprietes y amenazas. En contraste, Javier Milei se encontraba exultante. Finalmente había llegado el momento de su especial venganza contra aquellos que osaron cuestionar su palabra.
Por ello, recurría al francés como testigo directo, la prueba que enarbolaría luego ante los micrófonos de Neura como la evidencia irrefutable de que jamás había faltado a la verdad. Por eso el embajador se desplazó a un lugar al que muy pocos mortales han tenido acceso. Los caniles en la Quinta de Olivos no son como los pinta cierta leyenda popular, que los imagina bañados en oro y con una pileta climatizada. Se trata de un espacio amplio, con cuatro jaulas de rejas que separan a los animales.
Aunque existe un sistema pensado para conectarlas entre sí, rara vez se utiliza. Cada una cuenta con una cama de cubierta metálica que eleva los colchones del suelo, y su respectiva comida y bebida. Es cierto que el embajador vio algunas excentricidades que no son comunes en los refugios: cámaras que graban hacia el interior y un aire acondicionado que nunca deja de funcionar. Asimismo, su salida está diseñada de manera particular. Cada jaula se conecta a un pequeño patio, cada una con su propio árbol, para que los más famosos mastines ingleses del mundo puedan descansar al sol.
Cuando el francés se retiró de la Quinta, había presenciado lo que el Presidente quería que viese. A Conan, Murray, Milton y Robert, los clones que se mandaron a hacer en 2018 en Estados Unidos, uno de los cuales fue presentado al país durante su streaming preferido. También vio a Junior, el nuevo perro, que llegó a Olivos en algún momento entre marzo y abril. El francés no sabía, pero Junior era la pieza clave que faltaba en este rompecabezas no solo perruno, sino también político y, sobre todo, místico.
Ahora que volvió a contar con cinco, el libertario se sintió lo suficientemente audaz como para intentar deshacerse de ese tabú estatal conocido como Conan: mostró la copia de este por primera vez, la presentó como el original -fallecido en 2017- y utilizó al embajador como testigo. “Es de verdad, ¿viste?”, repitió el Presidente en varias ocasiones durante la entrevista en Neura. Pero la realidad, como suele suceder en la Argentina de Milei, es mucho más compleja. Casi inalcanzable.
La nota de tapa de Noticias de esta semana desvela el secreto que el Presidente anhela ocultar. No se trata de sus perros, ni de la cantidad que posee, sino de lo que se encuentra detrás de ellos.