
Héctor Augusto Sendoya ha perdido la cuenta de cuántas fábricas de maquinaria agrícola ha integrado a lo largo de su vida. Y con razón: dedicó más de 50 años al sector, un recorrido que lo posiciona entre los profesionales más experimentados de la industria en Argentina. “Seguramente, pocas personas han tenido la trayectoria que yo tuve. No porque yo sea brillante, sino por los años y las diversas oportunidades”, afirma.
Al reflexionar sobre su vida, suele mencionar que no puede contarse de manera aislada, sino como parte de la historia de la industria de tractores y cosechadoras en el país, una narrativa que, sostiene, lo ha marcado profundamente. Y no es para menos: tantos años lo convirtieron en testigo de grandes transformaciones en el sector, observando cómo las políticas, la tecnología y las personas han moldeado la maquinaria agrícola hasta su estado actual.
Héctor Sendoya: “Seguramente, pocas personas han tenido la trayectoria que yo tuve. No porque yo sea brillante, sino por los años y las distintas oportunidades”
Su ingreso al sector fue casi fortuito. Apenas diez días después de presentar su último examen en la facultad, un profesor lo recomendó para un puesto. “Un profesor me comentó que en John Deere estaban buscando ingenieros agrónomos para el área comercial y que podía ser una buena oportunidad para mí. Quince días después, ya estaba trabajando allí. Así comenzó todo”, relata. Permaneció en John Deere hasta finales de 1978.
Héctor Augusto Sendoya tiene más de 50 años de trayectoria en el sector
Recuerda que, durante el proceso militar, con el ministro de Economía José Alfredo Martínez de Hoz, se dio por terminado el régimen de la industria del tractor instaurado por Arturo Frondizi en 1958, el cual había promovido la instalación de fábricas durante dos décadas. “Gracias a ese régimen llegaron todas: John Deere, Hanomag —que luego fue vendida a Massey Ferguson—, Deutz y Fiat, que amplió su planta y construyó la de Sauce Viejo. Argentina fabricó tractores antes que Brasil, eso es algo que hay que destacar”, señala.
El fin de esa política tuvo un impacto negativo en la industria. “John Deere dejó de fabricar en el país, despidió a la mayoría del personal y comenzó a importar. A mí no me interesaba ese modelo, así que acepté la oferta de otra empresa”, cuenta.
Héctor Sendoya recuerda que con el régimen industrial de Arturo Frondizi se instalaron varias empresas
Esta decisión lo llevó a Macrosa, el distribuidor de Caterpillar en Argentina, donde trabajó durante 14 años. Allí coexistían la división de maquinaria pesada y una división agrícola.
Durante ese tiempo, afirma, fue testigo de la llegada de Zanello, un fabricante local de tractores que alcanzó el 50% del mercado en 1984. “Fabricó 6000 tractores en un año, de un total de 12.000 vendidos en el país. El resto de las marcas, en conjunto, vendieron lo mismo que Zanello sola. Fue un fenómeno industrial argentino”, recuerda.
En Macrosa, también participó en la fabricación del tractor Macrosa CT 180, con motor Caterpillar. “Un clásico que todavía sigue funcionando”, dice. “No solo estuve en la división agrícola, sino también en la producción y lanzamiento de un modelo nacional, con un formato similar a los Zanello articulados de doble tracción. Fue un momento de gran innovación local”, afirma.
Héctor Augusto Sendoya en un campo durante una evaluación
En 1991, la división agrícola de Macrosa fue vendida a un grupo chileno, CIDEF, que representaba a Case y Valtra. “Ahí pasé a ocuparme de la venta de esas dos marcas y de las cosechadoras Axial-Flow de Case. Fueron años de mucho movimiento, hasta que en 1993 John Deere me volvió a llamar”, comenta.
La propuesta, dice, era difícil de rechazar. La marca había reanudado la producción local y quería incorporarlo como gerente divisional de ventas, cargo desde el que luego ascendió a gerente general. “Fueron años de gran crecimiento. Introdujimos cosechadoras y fortalecimos nuestra presencia en sembradoras y otras líneas de máquinas. Era un momento muy positivo para el mercado”, precisa.
Entre las numerosas experiencias que vivió en esos años, una se le ha grabado especialmente: en 2001, enfrentó un desafío mayor cuando Brasil intentó llevarse la planta argentina de motores. “Tuve que demostrar que si cerraban la fábrica, la marca perdería imagen y confianza. Utilicé el ejemplo de General Motors: cerró en 1978 y, aunque volvió en los 90, nunca recuperó su presencia. Afortunadamente, me hicieron caso y la planta se mantuvo en Argentina. Han pasado más de 20 años y aún sigue operando”, explica.
Héctor Sendoya sobre su presente en Vassalli: “Estoy intentando contribuir a que encuentre una nueva oportunidad y vuelva a crecer”
En 2003 dejó John Deere y se unió a Case-New Holland como director comercial, cargo que ocupó hasta 2006. Posteriormente, asumió como gerente general de AGCO Argentina, puesto que ocupó hasta 2011. Paralelamente, presidió la Asociación de Fábricas Argentinas de Tractores (AFAT) en dos períodos: 2003-2005 y 2007-2010.
Desde 2011, se dedica a la consultoría en agronegocios. Ha asesorado a empresas como Pla, Soucy International (Canadá), Pauny, Favot Comercial, IEP Global (Angola) y, desde 2020, colabora con Vassalli. “Es un desafío más emocional que profesional. Estoy intentando contribuir a que encuentre una nueva oportunidad y vuelva a crecer”, asegura.
Lo que más enorgullece a Sendoya no son las cifras de ventas ni los puestos que ocupó, sino las personas. A lo largo de cinco décadas, ha visto crecer a jóvenes que comenzaron como pasantes y que hoy lideran grandes empresas. “Creo que fui un buen formador de equipos, que ejerce su liderazgo de manera consensuada, siempre formando grupos de trabajo y respetando las opiniones de todos. En general, la gente que trabajó conmigo dice que tengo esas virtudes. No me la termino de creer, pero creo que sí las he podido exhibir y que quienes trabajaron conmigo las han valorado”, confiesa.
En 2008 recibió el Premio Clarín a la Trayectoria por su contribución al desarrollo de la agricultura. “Han pasado 17 años más y sigo, sigo en esto. Esto es un poco mi historia. Puedo asegurar que me quedaron 7000 millones de cosas en el tintero, pero es difícil… son demasiados años. Y eso que todavía me quedan más por delante”, concluye.