
La historia de Francis Proctor y su singular jardín subterráneo ha trascendido su ámbito privado, convirtiéndose en una atracción que suscita la curiosidad de visitantes de toda Gran Bretaña. A seis metros bajo la superficie de Southport, cerca de las dunas de Ainsdale Beach, se encuentra una extraordinaria red de cuevas que desafían las nociones convencionales sobre lo que es posible.
Hoy en día, este espacio, catalogado como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, es el resultado de más de medio siglo de dedicación de su dueño y su esposa, Barbara. Durante aproximadamente cinco décadas, transformaron un proyecto personal en un destino único que atrae a visitantes de toda la región.
La idea de este proyecto singular surgió tras una visita de la pareja a la cueva Blue John Cavern, en Derbyshire. Inspirado por esa experiencia, Francis Proctor, fotógrafo jubilado, concibió la posibilidad de crear una habitación subterránea accesible desde su propio jardín.
“Quería tener una habitación subterránea a la que pudiera bajar desde el jardín. Fue bastante tonto, pero se me ocurrió la idea en la cueva Blue John Cavern de Derbyshire”, recuerda Proctor sobre el momento en que nació la idea. El desafío técnico era significativo, dado que la vivienda se asienta sobre dunas de arena, un terreno inestable que, en principio, dificultaba la excavación de túneles seguros.
No obstante, la solución llegó gracias a su esposa, Barbara Proctor, matemática y estadística. Ella analizó los planos de la casa y determinó que el proyecto era viable si se apuntalaba el costado de la vivienda, aprovechando una ampliación previa. Bajo su supervisión, la pareja estableció el método adecuado para excavar sin que la arena se derrumbara, lo que permitió avanzar de manera segura en la construcción de las cuevas.
Durante 30 años, Francis y Barbara excavaron manualmente con palas y azadones, profundizando hasta alcanzar los seis metros bajo tierra. El resultado es un espacio que trasciende lo que se podría considerar un jardín convencional.
El complejo incluye una caverna principal rodeada de túneles, un puente, una cascada y una colección de objetos singulares traídos de diferentes partes del mundo. Entre estos destaca un esqueleto de utilería, recuperado de un set de rodaje de Hollywood, que añade un toque insólito al recorrido subterráneo.
La pieza central del conjunto es la caverna principal, circundada por túneles que evocan la sensación de ingresar a un nuevo mundo. Aunque Proctor sostiene que la construcción fue una actividad recreativa, el lugar ha alcanzado notoriedad y se ha convertido en un atractivo turístico.
La UNESCO ha catalogado este sitio como Patrimonio de la Humanidad y abre sus puertas al público con frecuencia. “La gente siempre dice que no puede creer lo que ve. Muchos jardineros profesionales también han venido a echar un vistazo”, comentó sobre el impacto que genera su jardín en todo el Reino Unido.
El reconocimiento mediático llegó cuando el jardín fue presentado en el programa Amazing Spaces del Canal 4, conducido por George Clarke, quien elogió la creatividad y perseverancia del autor.
Más allá de su valor arquitectónico, las cavernas tienen una función conmemorativa y especial para él y su familia: tras el fallecimiento de Barbara, hace cuatro años, su esposo le dedicó el trabajo. Una placa con la inscripción “El jardín de Barbara” marca la entrada, hecha por los mismos artesanos responsables de su lápida.
La red de cuevas también incluye una reliquia: una piedra fundacional histórica que él rescató personalmente. Originalmente colocada en el Hospital de Southport en 1922 por el conde de Derby, fue reinstalada exactamente un siglo después en el jardín trasero como homenaje a su esposa, a quien Proctor considera la persona que hizo posible lo que parecía inalcanzable.
A pesar de la creciente atención y del reconocimiento internacional, Proctor sostiene que el propósito nunca fue impresionar al público. “No teníamos intención de construir esto para el beneficio de nadie más, era simplemente un proyecto que trabajé en mi tiempo libre con la ayuda de otros. Era algo que disfrutaba. Fue una sorpresa cuando la gente comenzó a interesarse tanto, y ahora cada vez vienen más a verlo”, afirmó.
Así, el verdadero mérito del jardín subterráneo reside en el ingenio y los conocimientos de Barbara, cuya visión, destreza técnica y sabiduría hicieron posible que el proyecto se concretara en las dunas de Southport, una región caracterizada por su arena.