
Por Carlos Pagni
Ayer, la política económica cerró una etapa que se habíainaugurado con el acuerdo que se selló en septiembre pasado con el FMI. Enaquel momento, por primera vez desde diciembre de 2015, Mauricio Macri contócon una sola versión del proceso económico. Hasta entonces, en su cabeza habíancompetido siempre dos propuestas: Prat-Gay contra Sturzenegger, Sturzeneggercontra Quintana, Caputo contra Dujovne.
El programa pactado en Washington se convirtió en dogma. Conla peculiaridad de todo dogma: el aislamiento intelectual del que lo profesa.Macri redujo a cero la discusión económica. A quien le manifestara una duda leesperaba la misma respuesta: la mano presidencial dejando caer un papel sobreel escritorio. “Esto es la ley de gravedad”. Fin del diálogo.
Esa era concluyó ayer. Carolina Stanley, Nicolás Dujovne yDante Sica comunicaron una batería de medidas destinadas a moderar la inflacióny aliviar a los más castigados por la recesión. En el centro de esos anunciosestuvo un control de precios para 60 productos, que se extenderá durante lacampaña electoral. También habrá un congelamiento de las tarifas. Cabe aclarar:no se anunciarán más correcciones, pero queda vigente la ya dispuesta para elgas, que se está cobrando en cuotas. Estas decisiones hacen juego con lafijación de la zona de no intervención cambiaria por parte del Banco Central.El dólar ya no se actualizará mes a mes. La cotización de diciembre, que habríasido $59,6, debería ser de $51,45.
La razón por la cual la de la gravedad ya no es una ley hayque buscarla en las encuestas. La imagen de Macri se desplomó por la inflación.Y la inflación está determinada por el aumento de los precios regulados. Sobretodo de uno: el tipo de cambio. Por eso el equipo económico se empeñó enrenegociar las reglas cambiarias con el Fondo Monetario. Nicolás Dujovne yGuido Sandleris consiguieron que Christine Lagarde aprobara la fijación deltope superior de la banda, de tal modo que se moderen las expectativas dedevaluación en los próximos ocho meses. Pero no lograron que les permitieranalguna intervención dentro de la banda, para cuando el peso se desvalorice másde lo esperado. Es decir: el dólar puede tener un recorrido largo antes dellegar a $51,45. Ayer, con una cotización de $42,98, el peso podría depreciarsecasi un 20% hasta tocar ese máximo, a partir del cual el Central puedeintervenir. Si las propuestas de ayer fueran exitosas, y provocaran una caídadel dólar, ese potencial de devaluación sería mayor. Esta alternativa estáahora agravada, porque el Fondo eliminó el piso de la banda. Quiere decir que,si la divisa cae por debajo de lo razonable, el Central ya no podrá comprar.
La urgencia electoral obligó a la Casa Rosada a admitir unadeliberación sobre la economía. Los anuncios de ayer se originaron, más que enla convicción del Presidente, en la presión del radicalismo. Macri mantuvo unadiscusión acalorada sobre el control de precios el jueves pasado con AlfredoCornejo, gobernador de Mendoza y presidente de ese partido. Al día siguiente,Gerardo Morales lanzó su candidatura a la reelección en Jujuy escudándose:”Yo no controlo la inflación ni el dólar”.
Las novedades de ayer no suturaron la herida de Cambiemos.Ricardo Alfonsín pasó la factura: “Si al inicio hubieran advertido quefalta política además de mercado, estas medidas serían innecesarias y muchaspenas se hubieran evitado”. El reproche de Alfonsín recupera una discusiónoriginaria. Macri siempre se negó a un acuerdo de precios y salarios. Desdeque, apenas asumió, se lo propuso Alfonso Prat-Gay. En un pico de optimismo, elPresidente imaginó la derrota de la inflación como una conquista personal.”Es un tema mío”, alardeó.
Ese menosprecio por el problema está cediendo su lugar a unacautela alarmante. Para muchos economistas hará falta por lo menos una décadapara doblegar la carrera de los precios. Algunos de ellos se preguntan si conla salida de la convertibilidad la Argentina no ingresó en un ciclo deinestabilidad similar al de la serie 1945-1973. Además, la contención propuestaayer abre una incógnita sobre su destino a partir del próximo diciembre. ¿Quienasuma en ese momento deberá pagar el costo del sinceramiento?
La forma de comunicar lo decidido fue comentada durante elresto del día. Primero llamó la atención el video “casero” en el queMacri explicó las medidas a una vecina tan humilde que sobre su mesa no teníamás que un vaso de agua. Una confesión subliminal de que pasaron los tiempos devacas gordas, cuando en los timbreos se servía mate con facturas. Despuéssucedió algo más extraño: el Gobierno envió a la prensa un resumen de susiniciativas, sin demasiadas precisiones. Durante dos horas los anuncioscomenzaron a navegar por un mar de dudas y especulaciones, hasta queaparecieron en escena los ministros. En esa instancia sorprendió la últimarareza: ausencia total del jefe de Gabinete, Marcos Peña.
El efecto de las medidas es crucial para el destino delpoder. Macri debe revertir las expectativas. Sobre todo, las de quienes lorodean. Además de los radicales, que están abiertos a todas las opciones, lasprimeras figuras de Pro temen naufragar por la inflación-recesión-devaluación.Un triángulo de las Bermudas. Entre esas figuras sobresale María Eugenia Vidal,cuya reelección está hoy amenazada. Si la economía no se ordena, ¿estaráamenazada también la candidatura del Presidente? La pregunta sigue siendo untabú en la Casa Rosada. Pero no para el resto de Cambiemos.
Macri sigue apostando a una polarización con CristinaKirchner. Pero esa contradicción se va saturando de paradojas. Por lo pronto,las últimas soluciones a las que apeló el Presidente, sobre todo el control deprecios, le dan un lejano aire familiar con su antecesora. Resulta llamativocómo esa asimilación se da también en sentido inverso. Mientras la señora deKirchner espera recuperar la voz, su entorno se encarga de aclarar que, sillega a ganar, ella no hundirá al país en la pesadilla venezolana. Elkirchnerismo prefiere mirarse en el espejo de Portugal, donde el socialistaAntónio Costa se ufana de haber reducido el desempleo a la mitad y eliminado eldéficit fiscal. Esa presentación se propone un objetivo: negar la perspectivade un ajuste, que en Portugal realizó el gobierno anterior. Sin embargo,quienes rodean a la expresidenta aclaran que no romperán con el Fondo.”Renegociaremos el acuerdo. ¿O solo Macri tiene derecho a hacerlo?”,bromea Agustín Rossi.
La señora de Kirchner comienza a adquirir también algúnrasgo de Macri. Podría profundizar esa identificación. Porque la últimaexperiencia económica atribuible al kirchnerismo es la de Alicia, en SantaCruz. Ella produjo un recorte del gasto corriente y de salarios que pondríacolorado a José Luis Espert: en 2018 otorgó un aumento de 18% para el sectorpúblico. Para este año no quiere pasarse del 26%. Mandato de la sangre: AliciaKirchner se niega a endeudarse. Salvo con los bancos de Santa Cruz y EntreRíos, de los Eskenazi: otro mandato de la sangre. Es curiosa la fascinación delizquierdismo por estos “expertos en mercados regulados”. Elsocialista Miguel Lifschitz se apresuró a licitar los servicios del Banco deSanta Fe antes de irse, con un pliego escandaloso por los beneficios que otorgaal actual concesionario: Eskenazi.
Macri agita el fantasma de que Cristina Kirchner llevará elpaís a Venezuela. Si le creen, el público correrá a comprar dólares y sureelección podría sucumbir. Quizá prefiera que no le crean demasiado. CristinaKirchner insinúa que no será como Maduro. Si le creen, la economía tenderá aestabilizarse, beneficiando a Macri. Por lo tanto, ella también preferiría queno le crean. Atrapada en este dilema, la expresidenta comienza a imaginar unacto en Racing. Y a disfrutar cómo los tribunales orales encuentrandificultades para sentarla en el banquillo. La Justicia Federal mira más alpoder que al expediente.
La última evidencia la aportó el juez Marcelo Martínez deGiorgi, quien declaró la falta de mérito del primo del Presidente, ÁngeloCalcaterra, y del lobista Jorge “Corcho” Rodríguez en el casoOdebrecht, por el que ayer se suicidó en Perú Alan García. En esa causa ocurrióalgo curioso. El testaferro de Ricardo Jaime, Manuel Vázquez, se propuso comoarrepentido ante el fiscal Franco Picardi. Detalló los sobornos a cambio deexculpar a su esposa y sus dos hijos. Después se sometió a una cirugía. Hacepocos días los médicos lo autorizaron para declarar ante Martínez de Giorgi,que debía homologar el testimonio. Pero el juez prefirió no tomar en cuenta susdetalles. Se apresuró en exculpar a Calcaterra y a Rodríguez. Y sobreseyó a losparientes de Vázquez, eliminando el motivo por el que quería confesar. Elencargado de velar por Calcaterra habría sido, según innumerables testigos quelo escucharon de su boca, el jefe de la AFI, Gustavo Arribas. La esposa deMartínez de Giorgi, Ana Juan, acaba de ser propuesta como jueza federal deHurlingham. Los parecidos se multiplican: no hay polarización que aguante.



