
Una simple recorrida por los pasillos del congreso de la Asociación Argentina de Productores en Siembra Directa (Aapresid), realizado esta semana en La Rural, es suficiente para concluir que el núcleo de la competitividad del agro argentino está vibrando con fuerza.
El trabajo en red, la incorporación de nuevas tecnologías, la sustentabilidad y los retos derivados de la creciente demanda internacional de alimentos, en medio de una transformación monumental de los métodos de producción y de generación de energía, volvieron a ser el foco de atención de miles de personas que asistieron al tradicional encuentro.
El lema elegido por los organizadores, “Código abierto”, no es casual: se parte de un modelo (siembra directa, Buenas Prácticas Agrícolas, innovación constante), al que se le suman las variaciones de cada zona y de cada planteo específico. Los distintos disertantes y referentes que pasaron por Aapresid compartieron una idea común: no existe una receta única ni una fórmula mágica para producir.
Todas las proyecciones que indican un potencial incremento de la producción agrícola para los próximos años, de 140 millones de toneladas de granos a 170 o 200 millones, dependiendo de una perspectiva más conservadora o más optimista, están respaldadas por lo que se observó en el congreso de Aapresid: hay vocación emprendedora, interés por la incorporación de tecnología y adaptación a las novedades en semillas, fertilizantes, fitosanitarios y agricultura digital. El ecosistema de productores, técnicos, investigadores y empresas está en movimiento.
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Las cifras corroboran este escenario: para la campaña agrícola 2025/26 se estima un gasto e inversión de 24.600 millones de dólares, según un cálculo del productor Néstor Roulet. “Durante las dos campañas de Javier Milei, el agro habrá invertido 50.000 millones de dólares, en contraposición a los cinco compromisos aprobados de 9.000 millones de dólares bajo el Régimen de Incentivo para Grandes Inversores (RIGI), que, además, reciben beneficios fiscales por tres décadas, como deducción de impuestos a las ganancias, devolución de IVA y amortización acelerada de bienes. La diferencia es notoria”, subrayó en su informe.
No se trata de enfrentar a un sector económico con otro; esa es la trampa argumentativa que el campo ha sufrido durante décadas cada vez que se intentó colocarlo en la vereda opuesta a la industria, precisamente para despojarlo de recursos. Sin embargo, es importante señalar el contraste, dado que el agro sigue siendo relegado en la agenda de decisiones económicas. Recientemente, se evidenció nuevamente que existen sectores con mayor respaldo oficial que otros: se anunció que la minería contará con Derechos de Exportación (DEX) cero.
En el agro, se valoró la confirmación de la reducción de DEX para los granos gruesos decretada por el gobierno de Javier Milei. Esto ofrece una perspectiva renovada para la próxima campaña agrícola, en comparación con las alícuotas vigentes hasta enero pasado. No obstante, la presión tributaria sigue siendo alta, especialmente en cultivos como la soja.
Además, no solo el Poder Ejecutivo presenta vaivenes; el Congreso tampoco contribuye a brindar certezas a la producción. La derogación del DNU 340/2025 sobre el “Régimen de Excepción de la Marina Mercante Nacional”, que desregulaba el tráfico de cabotaje, generó alarma entre entidades vinculadas al agro. La predominancia del camión como medio de transporte sobre opciones más eficientes, como el fluvial y el marítimo, evidencia que el supuesto proteccionismo de los intereses nacionales ha asfixiado la producción.
En este sentido, la Cámara de Puertos Privados Comerciales recordó que el DNU otorgaba un “beneficio a miles de productores de todo el país, potenciando el uso de ríos y mares, rutas naturales que no requieren grandes inversiones públicas”. Al mismo tiempo, “se ofrecían alternativas a los exportadores e importadores para utilizar diferentes vías de transporte”.
Las empresas portuarias explicaron que “el costo del camión en largas distancias es el doble que el del transporte por agua”. Una verdad conocida para quienes están relacionados con la producción, pero, en ocasiones, ignorada por legisladores que vuelan en aviones sin pagar pasajes como los ciudadanos comunes. Es correcto exigir al Poder Ejecutivo que trabaje en favor de la producción, pero con diputados y senadores que parecen operar en otra sintonía, resulta complicado lograr un verdadero despegue en la competitividad.