Viernes, 17 de octubre de 2025   |   Campo

Un cultivo vuelve a crecer y se perfila como el nuevo boom de esta campaña

Un cultivo vuelve a crecer y se perfila como el nuevo boom de esta campaña

Aunque aún no están en flor, los girasoles del norte ya anticipan el color que teñirá el paisaje rural en las próximas semanas. Desde Chaco y Santa Fe, el amarillo se desplazará hacia el resto del país conforme las sembradoras avancen sobre Buenos Aires y La Pampa, y promete cubrir una de las mayores superficies de la última década.

Este año el girasol se consolida como uno de los cultivos estrella. Con precios internacionales al alza, ventas récord y una marcada recuperación del área sembrada, el cultivo atraviesa su mejor momento en más de una década. El complejo exportador ya generó más de US$1400 millones en los primeros ocho meses del año, casi el doble que en 2024. La combinación de buenos precios, menores retenciones, condiciones climáticas favorables y fuerte demanda externa impulsó una expansión que se replica de norte a sur del país.

“El productor vendió 47% más que el año pasado: 3,7 millones de toneladas contra 2,5 millones”, resume Jorge Ingaramo, asesor económico de Asagir. “Y las preventas de la nueva campaña ya suman 637.000 toneladas, un 370% más que el año pasado. Es impresionante”, agrega.

La expansión del girasol, explica, responde a los precios y al contexto internacional. Hasta 2022, Rusia y Ucrania concentraban el 55% de la producción y el 80% de las exportaciones mundiales de aceite. La guerra lo alteró todo: la logística en el mar Negro se complicó y Europa tuvo dificultades para abastecerse. “La relación stock-consumo global cayó a 7%, cuando lo normal es 12%. No había girasol en el mundo. Y los precios se mantuvieron altísimos”, explica Ingaramo .

Juan Martín Salas, presidente de Asagir: “El escenario actual es distinto al de los 90: hoy el país participa con solo el 7 u 8% del comercio mundial.

Al interrumpirse las exportaciones del mar Negro, los precios internacionales se dispararon y la demanda de aceite se reorientó hacia otros proveedores. En ese contexto, la Argentina se convirtió en un actor clave: es el único país del hemisferio sur con volumen suficiente para abastecer a Europa entre febrero y octubre. “Tenemos el 8% del mercado mundial, y usamos ese 8% justamente cuando ellos no tienen producción. Eso nos dio una posición estratégica”, señala Ingaramo. Además, el precio CIF Rotterdam está hoy un 32% por encima del promedio 2012-2021, previo a la invasión. “Hablamos de unos US$1262 por tonelada. Bajó apenas un 5% en octubre, por la entrada de la cosecha del norte, pero sigue siendo altísimo”, describe.

La competitividad argentina, añade, también se benefició de retenciones más bajas. “Con Cristina [Kirchner] tuvimos 32% durante ocho años, del 2007 al 2015, y eso nos hizo perder más de un millón de hectáreas. En 2022 ya estábamos mejor: entre 7% y 5,5% según el producto. Eso permitió recuperar superficie y volver a crecer.

En la campaña 2025/26, el cultivo recuperó presencia en el norte. “El año pasado se sembraron apenas 155.000 hectáreas en Chaco y 212.000 en Santa Fe, porque no llovió en el momento justo. Este año pasamos a 481.000 y 257.000 hectáreas, respectivamente. Es un salto enorme”, cuenta. En el sur, el girasol recién empieza a sembrarse. “En el oeste bonaerense todavía hay campos con mucha agua, pero hay tiempo; se puede sembrar hasta noviembre”, aclara.

Si el clima acompaña, la Bolsa de Cereales de Buenos Aires proyecta 2,7 millones de hectáreas y 5,8 millones de toneladas, lo que sería la mayor producción de la década. “Esperemos que baje el agua y se pueda completar la siembra. Si eso pasa, va a ser una campaña histórica”, dice Ingaramo.

Más allá de los precios, los especialistas subrayan que el girasol se afirma por su capacidad de adaptación a la variabilidad climática. “En los años Niña, cuando falta agua, se la banca mejor que la soja. Tiene raíces profundas y busca humedad abajo. En cambio, la soja se seca enseguida”, explica. Esa rusticidad, sumada a su rápida comercialización, atrae tanto a productores experimentados que vuelven al cultivo como a jóvenes que lo eligen por primera vez. “Hay muchos menores de 45 años que venían de esquemas trigo-soja o maíz-soja y ahora prueban con girasol. Están entusiasmados”, cuenta.

En este contexto, no parece repetirse el fantasma de lo ocurrido hace 15 o 20 años, cuando un exceso de producción local desplomó los precios internacionales. “A fines de los 90 y comienzos de los 2000 hubo un boom similar. La Argentina llegó a producir unas 7 millones de toneladas y representaba el 40% de la oferta mundial. Ese salto hizo caer los precios. Pero hoy el escenario es distinto: el país participa con solo el 7 u 8% del comercio global, así que un aumento de nuestra producción no tiene el mismo impacto“, recuerda Juan Martín Salas, presidente de Asagir.

Salas explica que, a diferencia de entonces, el crecimiento del cultivo se apoya en bases más sólidas. “Durante años el girasol perdió terreno frente a la soja, con retenciones del 32% que lo dejaron fuera de juego. Hoy la situación cambió: con precios firmes y reglas más razonables, vuelve a ocupar espacios que había perdido.”

El dirigente destaca también su resistencia frente a condiciones extremas. “Es tolerante a sequías, a lluvias excesivas y a heladas, y se cosecha antes que la soja o el maíz. Eso le da una estabilidad que los productores valoran”, afirma. Incluso tras los excesos hídricos de febrero y marzo, el cultivo se defendió mejor de lo esperado. “Hubo algo más de acidez, pero sin pérdida de calidad ni rendimiento”, añadió.

Otro punto a favor es su costo moderado. “El girasol no responde igual que el maíz o el trigo al uso intensivo de fertilizantes. Tiene un punto óptimo: si se lo fertiliza de más, genera demasiadas hojas y puede haber enfermedades. En general, se usan menos insumos y el principal costo pasa a ser la semilla”, indicó.

En la Argentina, el girasol cuenta además con un incentivo de calidad definido por una resolución oficial que premia el contenido de aceite del grano. El estándar base es de 42% de materia grasa, y por cada punto adicional se aplica una bonificación del 2% sobre el precio. “Hoy el promedio nacional ronda el 51%, lo que implica un sobreprecio cercano al 18% respecto del valor base”, detalla Ingaramo.

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