
En el NEA y el NOA, el maíz es mucho más que un cultivo: constituye un pilar de los sistemas productivos y un motor del desarrollo regional. Su presencia en las rotaciones aporta sostenibilidad, diversificación y posibilidades de agregado de valor. No obstante, el cultivo enfrenta desafíos importantes que ponen a prueba la capacidad de adaptación de productores, técnicos e instituciones de investigación.
Históricamente, las siembras en ambas regiones se han concentrado en fechas tardías, entre diciembre y enero. Sin embargo, en la presente campaña las lluvias oportunas y el buen contenido de humedad en el perfil motivaron a muchos productores del NEA a adelantar siembras. Se estima un incremento de unas 120.000 hectáreas, que abarcan una extensa franja desde Pampa del Infierno (Chaco) hasta Banderas (Santiago del Estero).
El avance de la chicharrita del maíz (Dalbulus maidis) y las enfermedades vinculadas al achaparramiento marcaron un punto de inflexión en las últimas campañas, sobre todo en las zonas endémicas. La combinación de altas temperaturas, siembras prolongadas en el tiempo y la persistencia de maíces guachos favoreció la multiplicación del vector y la dispersión de los patógenos. El efecto sobre los rendimientos fue notable: se perdieron superficies sembradas y fue necesario replantear estrategias de manejo. En este contexto, el adelanto de siembras en el NEA abre dudas sobre el comportamiento del vector durante la primavera y el verano. Si bien los niveles actuales de incidencia son bajos, tanto en el NEA como en el NOA, no puede descartarse un aumento conforme avancen las condiciones cálidas y se intensifique la actividad del vector.
La respuesta exige un manejo integral y coordinado que combine el monitoreo del vector, la evaluación de la infectividad del patosistema y la eliminación de maíces voluntarios. También resulta clave concentrar las fechas de siembra y diversificar los híbridos, privilegiando aquellos con mejor comportamiento frente al achaparramiento.
Adelantar la siembra para evitar la presión de la chicharrita implica asumir riesgos agronómicos. Algunas áreas del este santiagueño —como Banderas, Juríes, Tacañitas o Averías— iniciaron la campaña con buenas lluvias que facilitaron la siembra, pero luego enfrentaron estrés abiótico. Esos efectos en el cultivo ponen en evidencia la importancia de considerar los riesgos de salir de las ventanas tradicionales de siembra. En el NEA, la campaña dejó la lección de equilibrar las decisiones sanitarias y agronómicas, anticipando la siembra con planificación y seguimiento climático para evitar contratiempos.
El rendimiento del maíz en NEA y NOA muestra una marcada variabilidad entre campañas y, a veces, dentro de una misma campaña. En un mismo año pueden convivir lotes con rendimientos superiores a 10.000 kg/ha y otros que no alcanzan los 3000 kg/ha. Las causas son múltiples: variaciones en las lluvias, disponibilidad de agua en el perfil, antecesor y diferencias en el manejo de fechas de siembra y nutrición. Esa variabilidad afecta la rentabilidad y la estabilidad del sistema. Cada campaña, cada zona, cada lote parece “contar su propia historia”, por lo que es necesario construir conocimiento: no hay recetas únicas, el desafío es aprender año a año y convertir esos aprendizajes en decisiones más precisas.
Renunciar al maíz no es una opción para el NOA y el NEA. Por su valor agronómico, ambiental y económico, sostener su producción es sostener los sistemas. Los desafíos actuales ofrecen una oportunidad para fortalecer la cooperación entre productores, técnicos e instituciones; el futuro del cultivo dependerá de nuestra capacidad para aprender, innovar y trabajar en conjunto.
Los autores son integrantes de las Red Nacional de Monitoreo de Dalbulus maidis
