Viernes, 22 de agosto de 2025   |   Internacionales

Ucrania enfrenta el desafío de identificar más de seis mil cadáveres entregados por Rusia tras el conflicto

La recepción y el registro de los cuerpos repatriados implican trabajo forense sin precedentes, complicaciones logísticas y desafíos humanitarios en un contexto de guerra estancada
Ucrania enfrenta el desafío de identificar más de seis mil cadáveres entregados por Rusia tras el conflicto

Los cuerpos llegan por centenares a una polvorienta plataforma ferroviaria, sin nombre, mutilados y desenterrados de barro, arena o trincheras colapsadas. Son descargados en rápida sucesión de un vagón refrigerado y trasladados a un laboratorio de campaña junto a las vías, donde se examinan y registran con discreta eficiencia.

Según el informe de The New York Times, este extenso envío de fallecidos, devuelto por Rusia a Ucrania en el marco de un intercambio, constituye uno de los pocos avances logrados tras tres rondas de negociaciones por el alto el fuego coordinadas por Estados Unidos. Ni esas conversaciones ni la cumbre entre el presidente Donald Trump y el líder ruso, Vladimir Putin, han logrado frenar los combates en el frente.

Ucrania busca identificar cada uno de los seis mil cuerpos recibidos bajo un acuerdo sellado en Estambul, que incluyó también el intercambio de prisioneros, para poder devolver los restos de los soldados a sus familias.

Estos cuerpos representan solo una pequeña fracción de las más de setenta mil personas, tanto militares como civiles, que figuran como “desaparecidas en circunstancias especiales”, el término legal que se utiliza cuando se desconoce el paradero de una persona.

Los primeros restos regresaron a Ucrania en junio. Un proceso similar a una cinta transportadora, instalado en una estación de ferrocarril de la región de Odesa en el sur del país, busca agilizar la identificación, al margen de las autopsias convencionales en morgues ya saturadas.

Según detalla The New York Times, un total de seis equipos se encargan del trabajo forense bajo un sector de la plataforma cubierto con redes de camuflaje para mitigar el sol veraniego. Cada grupo está compuesto por un investigador policial, un técnico forense, un patólogo, un oficial de inteligencia y un operario sanitario.

“Somos los primeros en Ucrania en organizar este tipo de trabajo”, comentó Tetyana Papizh, jefa de la oficina forense regional, a The New York Times.

Los cuerpos se trasladan de estación en estación con un proceso que demora entre 20 y 30 minutos por cadáver. El personal revisa la presencia de explosivos, registra objetos personales y toma muestras para análisis de ADN. Cuando es posible, utilizan técnicas especiales para obtener huellas dactilares: sumergen los dedos en agua casi hirviendo y luego los introducen en agua fría para recuperar las huellas.

A cada cuerpo se le asigna un número de identificación de diecisiete dígitos, que incorpora la fecha de llegada, la institución receptora y un número secuencial individual. The New York Times señala que documentos, etiquetas, joyas o fragmentos de ropa extraídos de los restos pueden ser claves para la identificación. Un técnico fotografía cualquier hallazgo, lo embolsa por separado y lo coloca de nuevo junto a los restos en una nueva bolsa.

“Los objetos personales son extremadamente importantes”, agregó Andriy Shelep, investigador principal de la policía encargado de crímenes de guerra. “Algunas familias desconfían de los resultados de ADN. No aceptan la muerte y creen que su ser querido sigue cautivo. Pero al ver los efectos personales recuperados, esa duda desaparece”.

La tensión en el trabajo con los muertos es tácita, pero permanente en cada gesto sobre la plataforma, donde el aire está impregnado por el hedor de la descomposición.

Ruslana Klymenko, patóloga de 27 años, se inclinó sobre un cuerpo medio descompuesto. Fluidos cadavéricos habían atravesado varias capas de su traje protector. En la cabeza lucía dos cintas rosas, el único elemento colorido en un entorno sombrío bajo las redes de camuflaje.

“Falta la mandíbula inferior”, informó a un investigador, quien lo consignó de inmediato.

Cada pocos minutos, una nueva bolsa blanca se dispone sobre la mesa y se abre. Lo que parece trapos y tierra a menudo es tejido en avanzado estado de descomposición.

The New York Times subraya que en el último intercambio con Rusia, que recibirá un número igual de cuerpos, mil seiscientos restos fueron trasladados a una ubicación en la región de Odesa. El martes llegaron mil más a Ucrania. La prensa rusa apenas ha reseñado la devolución de cadáveres rusos, mencionando solo algunos envíos de pocas decenas.

La identificación de los seis mil cuerpos, según indicó a The New York Times el ministro del Interior, Ihor Klymenko, podría requerir más de un año. La tarea se complica porque algunas bolsas contienen partes de más de una persona.

Entre quienes aguardaban el regreso de un ser querido estaba Tetyana Dmytrenko, de Kiev. Su esposo, Oleksandr Dmytrenko, murió a los cuarenta y cinco años junto a todos los miembros de su unidad el 15 de noviembre de 2023 cerca de Bajmut. Las fuerzas rusas tomaron la zona y no fue posible recuperar los cuerpos.

“Solo me quedó su último mensaje: ‘Te amo’”, relató la señora Dmytrenko a The New York Times. “Luego vinieron un año y ocho meses de espera, de incertidumbre, que fue peor que el infierno”, añadió.

El 23 de junio, recibió una llamada de un investigador policial: el ADN de uno de los cuerpos devueltos coincidía con el de Maryna, su hija de veintiún años. La señora Dmytrenko acudió a la morgue para la identificación formal, aunque reconoció que no quedaba nada por identificar.

Recuerda que su esposo repetía que su mayor temor era morir en combate y no ser recuperado. “Ahora tengo paz al saber que está en casa”, concluyó.

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