
El presidente Donald Trump afirmó este lunes que Estados Unidos apoyará la seguridad de Ucrania en el contexto de la guerra con Rusia, aunque reconoció que los detalles de dichas garantías todavía están siendo definidos.
La cuestión de las garantías de seguridad se ha convertido en el punto más delicado de la diplomacia internacional. Para Kiev, representan una promesa de protección que refuerza su soberanía y evita nuevas agresiones; para Moscú, se perciben como una amenaza directa de expansión occidental. La sombra del Memorando de Budapest de 1994 —cuando Ucrania entregó su arsenal nuclear a cambio de compromisos de seguridad que Rusia violó años después— está presente en cada negociación.
Trump relató que en su reunión del 15 de agosto en Alaska con Vladimir Putin, ambos líderes discutieron el futuro de sus arsenales estratégicos. “Nos gustaría desnuclearizar. Es demasiado poder, y hablamos de eso también. Es parte, pero primero tenemos que terminar la guerra”, manifestó el mandatario.
Sobre la negativa de Putin a sentarse con Volodímir Zelensky, Trump fue claro: “Porque a él no le gusta”.
El enviado especial de la Casa Blanca, Keith Kellogg, matizó la postura presidencial y aseguró que Washington trabaja “muy, muy duro” para facilitar el camino hacia el final de la guerra. Al mismo tiempo, el vicepresidente J.D. Vance sostuvo que Moscú ya ha hecho concesiones, como renunciar a la idea de establecer un gobierno títere en Kiev y reconocer la integridad territorial ucraniana.
No obstante, Rusia presenta una narrativa diferente. El canciller Serguéi Lavrov acusó a las capitales europeas de obstaculizar las negociaciones y alabó la disposición de Trump a buscar una salida política. Además, negó que Moscú ataque a civiles, a pesar de que Ucrania denuncia ataques diarios con drones y misiles en sus principales ciudades. Por su parte, Kiev ha intensificado las operaciones de represalia dentro del territorio ruso, interrumpiendo incluso vuelos comerciales en el este del país.
La comunidad internacional ha respondido con nuevos compromisos de ayuda. Canadá anunció un paquete de más de 1.400 millones de dólares, mientras que Alemania, Noruega y otros países europeos están avanzando en un fondo conjunto para reforzar las baterías antimisiles Patriot. Este respaldo no se limita al ámbito militar: también incluye asistencia económica y proyectos de reconstrucción para fortalecer la resistencia ucraniana.
Simultáneamente, Washington y Bruselas están explorando cómo dar forma a las garantías prometidas. Entre las opciones se consideran el despliegue de tropas europeas bajo mando nacional, sistemas de defensa aérea estadounidenses o patrullajes de apoyo aéreo. Sin embargo, todas estas medidas chocan con la tajante oposición de Moscú a cualquier presencia militar occidental en suelo ucraniano.
Un alto funcionario ucraniano señaló que un primer borrador de las garantías “de estilo OTAN” podría estar listo “a principios de la próxima semana”. Esta expectativa alimenta esperanzas en Kiev, aunque en otras capitales crece el temor a un choque frontal con Rusia si el documento se aproxima demasiado al paraguas defensivo de la alianza atlántica.
Europa discute alternativas con cautela. En Berlín se evalúa la posibilidad de establecer zonas de exclusión aérea limitadas, respaldadas por aviones estadounidenses. Otras propuestas sugieren compromisos escalonados de defensa. Sin embargo, ninguna ha contado con el apoyo de Moscú, que exige como condición la cesión formal de Crimea y partes del Donbás, algo inaceptable para Kiev.
El recuerdo del Memorando de Budapest actúa como advertencia. En 1994, Ucrania renunció a su poder nuclear con la promesa de recibir garantías de seguridad.
Mientras los diplomáticos continúan las negociaciones, la guerra prosigue. Las sirenas antiaéreas siguen sonando en Dnipro, Kharkiv y Odesa. En Moscú, Putin muestra disposición para hablar de desarme solo después de obtener concesiones territoriales. Y en Washington, Trump busca proyectar liderazgo internacional sin comprometer en exceso a su país en una guerra que divide a la opinión pública.
El camino hacia la paz, por el momento, está lleno de obstáculos. Entre ambiciones de desnuclearización, vetos rusos y ayudas millonarias, lo único seguro es la incertidumbre. “Primero tenemos que terminar la guerra”, reiteró Trump. Sin embargo, el desenlace, por ahora, parece tan esquivo como el inicio de verdaderas garantías de seguridad.