
“Una mujer increíble”; “Una gran luchadora”. Estas dos frases resonaban en cada exposición ganadera de los últimos años cuando se mencionaba a Florencia Goitia, aclamada criadora de las razas Braford y Brangus. El afecto que el sector le profesaba era palpable.
Este sábado, a los 40 años, falleció en Corrientes tras librar una dura batalla contra el cáncer. Siempre afirmaba que el campo era su refugio y su familia, su motor.
Apasionada por la ganadería, eligió este camino después de una primera etapa ligada a la moda. Estudió en la Escuela Argentina de Moda en Buenos Aires y en Milán, y llegó a fundar su propio emprendimiento. No obstante, un día comprendió que su verdadera vocación se encontraba en otro lugar. “Le dije a mi papá que estaba perdiendo el tiempo, que quería trabajar en el campo, que me había gustado desde chica, a pesar de que antes había mucho machismo y eran los hombres quienes se ocupaban”, relató a LA NACION en 2023.
Florencia cuando se dedicaba a la moda
El cambio definitivo en su vida ocurrió cuando conoció a Tomás Romero Pear, con quien contrajo matrimonio hace diez años. Juntos comenzaron a trabajar en la cabaña El Estribo, dedicada a la raza Braford, y en Rincón del Oratorio, con Brangus. También se dedicaron a la cría de terneros. “Él me enseñó a comprender a los animales y a verlos no solo como un negocio. Toda la parte emocional y el disfrute de las exposiciones se lo debo a él”, confesó.
Quienes tuvieron la fortuna de conocerla de cerca la describen como una mujer apasionada y siempre activa. “Es imposible para mí expresar en pocas palabras lo que era Flor”, dice su cuñada, Virginia Romero Pear, quien la recuerda como una madre y esposa cariñosa, una amiga leal, “una hermana, un pilar fundamental”. En el ámbito laboral, aseguran, era detallista, meticulosa y siempre presente. Le encantaba organizar: desde los remates hasta los cumpleaños de sus dos hijas y los encuentros familiares. “Todo lo hacía con pasión y dedicación. Su casa tenía su impronta. Siempre te recibía con calidez y atención, sin dejar pasar un solo detalle”, comparte.
Además de su papel en la administración del negocio familiar —mientras su esposo se concentraba en la producción y su suegro, en las ventas—, Goitia era ferviente defensora de que la mejora genética debía ser un objetivo incesante. Afirmaba que en cada campaña buscaban superarse, y por eso participaban en exposiciones.
En 2021, cuando tenía 37 años, le diagnosticaron un cáncer de cuello uterino en estadio cuatro, con metástasis en pulmones y ganglios. Los médicos de Buenos Aires le dieron apenas tres meses de vida. Pero lejos de rendirse, Goitia decidió volver a Corrientes para estar cerca de sus hijas y comenzar un tratamiento que la llevó por distintos centros médicos en Argentina y Estados Unidos. “Nunca se dio por vencida. Desde el primer momento, fue ella quien nos levantaba a todos. Nos decía que había que seguir, que tenía dos hijas, y que no podía permitirse el lujo de rendirse”, rememora Virginia.
Florencia Goitia, de 37 añosGuillermo Billordo
Durante esa etapa, el campo volvió a ser su refugio y fuente de fortaleza. “El campo me ayudó muchísimo”, relató. Recordaba que, mientras estaba internada, cerraba los ojos e imaginaba caminar por El Estribo. “La primera vez que regresé a Corrientes fui a ese lugar y recé un rosario. Siento que todo lo que me genera estar en una exposición es lo que me condujo hasta aquí”, decía.
Incluso mientras se trataba en Boston, pedía regresar. “Necesitaba reconectar con su lugar. Amaba las vacas, el jardín, las flores. Disfrutaba mantener todo en orden y hacer que todos se sintieran cómodos. Fue esencial en nuestras vidas, y en todo lo que hacía, nos hacía sentir especiales”, señala su cuñada.
A pesar de los tratamientos, las operaciones y los altibajos, nunca perdió la conexión con el mundo ganadero. Hasta en los momentos más difíciles, pedía volver para participar en exposiciones. “Ir a Palermo era una fiesta familiar. Todos nos reuníamos. Ella disfrutaba con alegría de cada logro, pero siempre con humildad. Les enseñaba a los niños a ser respetuosos, trabajadores y a valorar lo conseguido. Cuando estaba bien, era una chispa: no paraba. Hacía todo, organizaba, compraba, viajaba. Además, era divertida. Amaba bailar y disfrutar de la vida”, relata Virginia.
La recuerda activa hasta el último instante. “Aunque se sintiera mal, se levantaba con una sonrisa. Nos decía que quería ir al campo, que necesitaba salir al sol. Hasta el día antes de su partida, quiso ir a Catalina, nuestra casa de fin de semana. Tenía un gran deseo de vivir hasta el último momento”.
Florencia Goitia, de 37 añosGuillermo Billordo
Aquellos que compartieron el mundo de la ganadería con ella resaltan esa fusión de energía y bondad. Así la recuerda Tiziana Prada, expresidenta de la Asociación Braford Argentina. “A lo largo de todo lo que vivió, conocimos a una Florencia que siempre fue positiva, bien dispuesta, sumamente eficiente en su trabajo, una madre excepcional, una amiga leal, una compañera colaboradora, innovadora en cada emprendimiento. También descubrimos a una Flor luchadora, sensata pero firme. Una mujer con todas las letras”, expresó.
Para Parada, su historia ofrece una enseñanza profunda: “Es un ejemplo de mujer. A través de ella, deberíamos percatarnos de lo esencial: el cariño, la amistad, los afectos… En esos momentos difíciles, además de su familia y seres queridos, el campo y las vacaciones también la sostenían. Cuando estaba en tratamiento en Boston, deseaba regresar al campo. Necesitaba reconectar, y eso la fortalecía”.