
El lúpulo es el alma aromática de la cerveza: proporciona un amargor inconfundible, así como notas cítricas, florales o especiadas, y define el carácter de cada estilo. Sin embargo, en Argentina, la mayor parte de este ingrediente esencial todavía se importa.
¿Qué sucedería si los cerveceros artesanales tuvieran acceso a lúpulo nacional, fresco y de calidad, producido por agricultores locales? Con esta premisa nació L100, un nuevo formato de envasado que podría transformar la manera de elaborar y consumir cerveza en el país.
Este nuevo envase busca abordar una dificultad específica: aquellos que cosechan pequeñas cantidades —entre 20 y 100 kilos por campaña— carecen de la maquinaria necesaria para procesar el lúpulo en pellets, el formato exigido por la industria. Como consecuencia, muchas cosechas quedan fuera del circuito comercial y las cervecerías deben recurrir a importaciones.
“El nuevo formato permite que productores de menor escala comercialicen lo que cosechan de manera económica y práctica, ofreciendo al mercado un producto de calidad”, comentó Exequiel Tommasino, coordinador del desarrollo e investigador del Instituto de Fisiología y Recursos Genéticos Vegetales (IFRGV).
L100 no requiere grandes equipos ni altera la forma en que se utiliza el lúpulo en el proceso cervecero. Sin embargo, elimina una barrera crucial: la necesidad de pelletizar. En términos sencillos, se trata de una solución técnica que facilita la participación de más productores en la cadena de valor cervecera, permitiendo que más cervecerías accedan a lúpulo nacional.
“El formato no presenta diferencias en el uso comparado con el pellet tradicional, pero permite prescindir de la maquinaria de pelletizado”, destacó Tommasino. Esto es significativo en un país donde el 80 % del lúpulo consumido debe importarse, principalmente desde Estados Unidos y Alemania.
Al acercar este ingrediente clave a las cervecerías artesanales, se fomenta también el crecimiento de nuevas zonas de cultivo y se potencia el desarrollo de economías regionales. ¿Puede un simple envase alterar el mapa productivo? Este avance técnico parece tener ese potencial.
Hasta hace poco, el lúpulo argentino se asociaba casi exclusivamente a la Patagonia. Sin embargo, las condiciones están cambiando. Evaluaciones recientes han demostrado que es posible producir lúpulo de excelente calidad también en Córdoba, Santa Fe, Entre Ríos, Salta y San Luis. Allí se han observado atributos destacados de sabor, amargor y aroma.
En 2023, el INTA incorporó este cultivo al programa de mejoramiento genético de cultivos industriales con el objetivo de obtener variedades adaptadas a regiones más cálidas y secas. En este marco, se están probando diferentes materiales en colaboración con otras instituciones.
En el campo experimental de la Universidad Católica de Córdoba, por ejemplo, se ensayaron seis cultivares. Cuatro de ellos —Cascade, Mapuche, Bullion y Victoria— mostraron buenos rendimientos, con un promedio de 128 gramos de peso seco por planta. Sus conos alcanzaron los tres centímetros de largo.
“En el primer año, el cultivo alcanza solo el 40 % de su potencial”, explicó Soledad Ruolo, investigadora del equipo que desarrolló L100. “Recién en el tercer año despliega su capacidad completa y puede seguir produciendo durante dos décadas”.
La comparación es inevitable: al igual que los viñedos, los lupulares también requieren estructuras altas que sostienen las plantas, que trepan hasta alcanzar entre cuatro y seis metros de altura.
El crecimiento es lento, pero sostenido. Y el impacto que puede tener este nuevo formato trasciende el simple cambio de envase. Al ofrecer una vía concreta para que pequeños productores se incorporen al mercado, L100 abre la puerta a un nuevo capítulo en la historia del lúpulo argentino.
¿Y si la próxima gran cerveza artesanal de tu ciudad se elabora con lúpulo cosechado a pocos kilómetros? Gracias a esta tecnología, esa idea ya no parece tan lejana.
Fuente: Inta