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Domingo, 7 de diciembre de 2025

Sergio Langer: “Me siento rechazado y juzgado por mi propia familia”

Mención a:Entre Ríos
Humorista gráfico y artista plástico de extensa trayectoria, Langer es el impulsor de una muestra donde casi medio centenar de ilustradores repudian el horror perpetrado por el Estado de Israel en Gaza y se solidarizan con el pueblo palestino. En esta charla cuenta sus motivos y su propia transformación desde su identidad y su experiencia personal. Criado en el seno de una familia tradicional judía, hoy se ubica en la vereda de enfrente.
Sergio Langer: “Me siento rechazado y juzgado por mi propia familia”

—¿Qué te movió a impulsar esta muestra?

—La respuesta brutal por parte de Israel luego del 7 de octubre de 2023. Al minuto de que empezaran a bombardear dije: “Esto es un desastre”. Mi lectura del tremendo atentado de Hamás fue: “Después de tantos años de ejercer terrorismo sobre las comunidades palestinas,la sociedad israelí recibe una reacción del mismo tenor”. El terrorismo es eso: asesinar civiles indefensos. Por supuesto que no lo voy a justificar bajo ningún concepto, pero era esperable que hubiera alguna vez una reacción de ese tipo. Terror contra terror. Lo que no era esperable es que cientos de integrantes de Hamas hayan podido sortear las defensas y los sistemas de vigilancia israelíes, de los más sofisticados del mundo, o que no hubiera fuerzas de las IDF en la zona hasta 24 horas después. Raro, ¿no? Suena a atentado de falsa bandera, para justificar lo que vino después. Y a la vista de la destrucción de Gaza, dos años después, sigo estupefacto. Siendo hijo de una madre sobreviviente del Holocausto, no se puede concebir, no lo acepto, lo condeno ¡y me parece natural aborrecer esto! Es lo que debería sentir cualquier ser humano. El horror me impulsó.

—En el medio ilustraste las tapas de dos libros que abordan la cuestión. Aunque desde mucho antes habías trabajado sobre esta temática.

—Sí. Ilustré las tapas de dos libros, uno del filósofo italiano Bifo Berardi que se llama Pensar después de Gaza. Y otro contra el etnocentrismo judío de dos autores (Peter Pál Pelbart y Bentzi Laor) uno brasilero, otro israelí, judíos ambos y muy críticos, que analizan cómo llegamos a esto, con partes históricas que yo desconocía. Hice esas tapas para la editorial cooperativa Tinta Limón y los presentaron en la Feria de Flores de editores independientes. Ellos me propusieron hacer una muestra porque en efecto yo tengo mucho trabajo hecho al respecto. Muchos de antes, como decías, y muchos que hice durante el conflicto, por lo que estaba y está pasando.

—Pero decidiste convocar a otros artistas.

—Y sí, me pareció mucho más enriquecedor convocar a otros colegas y así se empezó a armar. Lo hice muy a las chapas, improvisadamente, y reuní laburos de treinta artistas visuales, historietistas, humoristas gráficos, artistas contemporáneos.

—Muchos de ellos muy conocidos.

—Sí. Entre ellos Roberto Jacoby, Marcia Schwartz, Maitena… Y otros menos conocidos pero con gran trayectoria, también pibes muy jóvenes, y todos se coparon. Incluso me llamó gente que me reclamó por qué no la invité. Y bueno, vos me decís cómo surgió, qué sé yo, me cayó a mí la pelota, por decirlo de alguna manera. Todo fue sin mucha formalidad. Por ejemplo, un par de amigos colegas de Brasil me mandaron los archivos y se imprimió digitalmente, también gente de acá que por la urgencia o por la distancia, no había manera de acercar el original a tiempo, entonces hay copias digitales, hay originales, hay bordados, objetos… Se hizo como fue saliendo, con pocos recursos y muchas ganas.

—¿Y por dónde anduvo la muestra?

—En La Casona de Flores estuvo un mes. Ahora estamos con la misma muestra, aunque ya con diez autores más, en el Museo de Arte y Memoria de La Plata, salió en el marco de la Noche de los Museos, allí se inauguró y estará expuesta hasta enero , luego irá a Entre Ríos.

—Antes de todo esto vos mismo, podría decirse, eras un “sionista de izquierda”.

—Me crié en el seno de una familia tradicional judía en el barrio de Once, hice el Bar Mitzvá, fui a escuelas judías: jardín, primaria y secundaria, fui a Hebraica y a grupos sionistas de izquierda, mis viejos hablaban en idish, que era mi segunda lengua, tengo parientes muy cercanos en Israel y además colaboré en Nueva Sion, un periódico sionista socialista durante más de diez años. Pero todas mis creencias empezaron a estar en crisis, creo que a partir de dos hechos puntuales, el asesinato de Rabin en 1995, y después en 2006, los bombardeos devastadores sobre Beirut y Gaza, donde Israel profundizaba cada vez más su política de limpieza étnica sobre los palestinos.

—Ya tus chistes en “Nueva Sion” no eran nada complacientes con Israel ni con el sionismo. Pero todo lo ocurrido te fue transformando.

—Yo colaboraba con lo judío desde una posición crítica, lo que me valió muchas puteadas. Y básicamente se desmoronó lo que tenía armado, porque me autopercibía como un sionista crítico, pero desde la izquierda nunca me cuestioné si era legítimo el Estado de Israel. Y después de esto que pasó y que está pasando, sí me lo cuestiono, claro que me lo cuestiono y me duele. Pero si vos me decís, ¿qué estás diciendo, que hay que demolerlo? No, ya está, pero hay mucho por hacer, me refiero, no sé, juicios de lesa humanidad, reconocimiento de derechos, indemnizaciones, algo que repare estos 80 años de injusticias y represión a los habitantes originarios de Palestina. Pero suena a una ingenua utopía.

—También en Sudáfrica, medio siglo atrás, desmontar el “apartheid” y reformar por completo ese Estado, sonaba a utopía.

—¿Cuánto tiempo puede pasar? ¿Cien años? En cien años hablamos (ríe), pero a mí se me deconstruyó toda una historia que tenía montada desde mi más tierna infancia.

—¿Qué te pasa cuando tus propios “paisanos” te acusan de antisemitismo por expresar tu mirada sobre esta masacre?

—Me siento rechazado y juzgado por mi propia familia y amigos, pero no puedo traicionar mis convicciones que son viscerales. Para mí, ser judío siempre fue ser antifascista. Y ver en los últimos años a tipos como Trump, Bolsonaro, Abascal y Milei agitar banderas israelíes es insólito y abyecto. Es absurdo realmente. Por una historieta que publiqué en Nueva Sion o en la revista Barcelona, no sé, me acusaron de “auto-odio”… sabiendo que mi vieja estuvo en un campo de concentración, lo menos que puedo tener es auto-odio hacia mí mismo o hacia mi madre. O que mi libro Judíos (Planeta, 2015) es antisemita. Cuando tenés que responder esas cosas, me paralizo. No puedo creerlo, me parece ignorancia total, me pinta una especie de parálisis y no sé cómo responder. A veces prefiero que respondan otros que tienen más chamullo. Que salgan a defenderme (risas). No sé si me dijeron “nazi”, sí, es muy probable. O que banalizo la Shoá. Me parece descender a los infiernos tener que responder esas acusaciones. Porque son construcciones para demonizar y victimizarse. “Ay, este es antisemita, banaliza el Holocausto”. Y te lo dicen personas que defienden un genocidio o se hacen las distraídas. Es absurdo.

—Como humorista gráfico sos de los que creen que no hay límites para el humor. ¿Cómo vivís estos tiempos de haters y de posiciones extremas?

—Yo no me imagino hacer otra cosa más que lo que hago. Una parte de mí todavía es optimista. Quizás es el boludo optimista que todos tenemos adentro, que siente que en algún momento tiene que haber una buena. Como esto del alcalde electo de Nueva York, es una muy buena noticia. No sé cómo va a hacer para administrar una ciudad donde el poder fáctico, el poder real, está tan en otro lado. Sería revolucionario solo que se cumplan las leyes de la democracia, las leyes que están escritas… Pero sinceramente no sé qué pasará. Mi capital más importante en este mundo es estar lleno de preguntas. Esta muestra que de algún modo motoricé es algo que estaba en el aire, fue levantar el celu y llamar amigos, amigas, y encontrarse con una recepción automática, obvia ¿no? Entonces se arma fácil. En Flores eran 30 artistas, ahora ya somos 40 y estoy seguro que si aparece un lugar un poco más grande seremos 50 artistas o más. Eso y mis dibujos son mi herramienta y nada más. Yo no puedo salir a convencer a alguien de algo tan obvio como que asesinar niños es repudiable, y que rechazar un genocidio a la luz del día durante dos años, es lo mínimo que un ser humano puede hacer. Armar una muestra de artistas creo que es muy poco cuando te enfrentás a algo tan grande como un genocidio…

—Ya sabemos que un dibujo, un poema, un cuento, no van a cambiar el mundo. Pero ¿de qué otra manera se puede expresar un dibujante, un poeta, un narrador? ¿Tiene sentido que deje su actividad y se ponga a intentarlo desde otro lado?

—Sinceramente no lo sé, este nuevo escenario pone en duda todo lo que se construyó a partir del fin de la Segunda Guerra y a partir de Auschwitz.

* Doctor en filosofia (Unsam), periodista, integrante de la cooperativa El Miércoles (Entre Ríos).

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