
“Somos como un matrimonio de muchos años, desgastado. Dormimos bajo el mismo techo, pero en camas separadas”. La descripción del senador, que supo tener todo el poder en su territorio, encaja a la perfección para describir la situación que se vive en el bloque del PJ en el Senado y ese malestar permanente, pero sutil, que separa a los peronistas tradicionales de los kirchneristas.
Como cada vez que se pierde una elección, y ya van varias bajo la conducción de Cristina Kirchner, el peronismo entra en estado de deliberación. Pero también, como es costumbre en el Senado, el debate se da con sordina, en reuniones reducidas, casi a escondidas ante lo que algunos, los más veteranos y a la vez más molestos con la situación, definen como “la inquisición” que suelen llevar adelante los seguidores de la expresidenta presa por corrupción con los que se animan a criticarla.
No hay posibilidad de fractura, al menos no por el momento. “Para el peronismo romper el bloque es una herejía”, advierte en tono admonitorio una legisladora kirchnerista de paladar negro que en poco menos de un mes tendrá que abandonar el Senado. Tiene razón. Sólo hay que ver el caso del entrerriano Edgardo Kueider para entender que fracturar la bancada se paga caro.
Sin embargo, la tensión interna existe desde hace bastante tiempo y escaló a niveles insospechados durante la semana posterior a la elección. Cuentan que una dirigente de un distrito intervenido por la conducción de Cristina Kirchner fue hasta San José 1111 a pedir la cabeza de un rival interno, responsabilizándolo por la derrota del domingo pasado por haberse presentado por afuera y competido contra Fuerza Patria.
“La sangre no llegó al río, pero si lo echaban del partido, te juro que se partía el bloque”, le confiesa a este diario una legisladora de frecuente acceso a la mesa de arena de la conducción del bloque. “Fueron horas de vértigo”, agrega la senadora mientras esboza una risa nerviosa.
Como suele ser costumbre, las crisis en el kirchnerismo suelen encapsularse y mantenerse en secreto. En el caso del Senado, los encargados de manejar la situación son los que, algunos con cariño y otros con cierto recelo, llaman “la troika”. Se refieren así al trío de conducción que está conformado por José Mayans (Formosa), jefe del bloque de Unión por la Patria; Anabel Fernández Sagasti (Mendoza), miembro de La Cámpora y vice de la bancada; y la bonaerense Juliana Di Tullio, presidenta del bloque Unidad Ciudadana, una ficción diseñada por Cristina Kirchner con la intención de quedarse con tres de los cuatro lugares de la Cámara alta en el Consejo de la Magistratura.

Son los guardianes del discurso y de la ordenes de la expresidenta. A este grupo se suman senadores como Oscar Parrilli (Neuquén), otro de los viajeros frecuentes a San José 1111 y celoso custodio de que el bloque peronista no se desvíe un ápice de la “doctrina kirchnerista, al punto de que en alguna oportunidad le salió al cruce en una reunión del bloque a un “hereje” que se atrevió a cuestionar las directivas de la entonces vicepresidenta.
El senador neuquino, a quien se le termina el mandato en diciembre, suele usar en reuniones con sus compañeros de bloque palabras e ideas que poco después tomarán estado público en las redes sociales de la expresidenta. Lo hizo esta semana al explicar la derrota del domingo pasado en la “proscripción” de la expresidenta por su detención y señalar a Axel Kicillof como el único gobernador peronista que no pudo ganar en su distrito. Un calco, o un anticipo en realidad, del análisis de las elecciones que Cristina Kirchner publicó el viernes.
La Corte en la mira
Sin embargo, el discurso kirchnerista cada vez permea menos al interior del PJ. “Han destruido la marca Peronismo, vamos a tener que reconfigurarnos detrás de otro sello porque para mucha gente hoy peronismo y kirchnerismo son lo mismo, nos abrazaron y nos están llevando al fondo del mar con ellos”, se quejó un senador de una provincia del norte.
Las diferencias van más allá de la cuestión electoral. Ya empiezan a sonar discrepancias ideológicas. “Hay que dejar de lado el no rotundo. Si el Gobierno habla de reforma laboral, hay que dar el debate y tratar de evitar que se lleven puestos a los trabajadores, pero ya no sirve pararse en la vereda del no cerrado como hacen los K”, agrega otro senador, en este caso uno que tiene aspiraciones de ser gobernador de su provincia.

Una de las cuestiones que más le critican al kirchnerismo es su pretensión de imponer los intereses de la familia Kirchner como política partidaria. La agenda judicial de Cristina Kirchner cuando fue vicepresidenta es un ejemplo.
Un caso más reciente fue el tratamiento del proyecto de ley de ludopatía. Amparados en el reclamo de la Iglesia, el kirchnerismo alineó al bloque detrás del impulso a la sanción de una ley que aplica severas restricciones a las casas de apuestas on line. Para los críticos, detrás de la movida está la mano de Máximo Kirchner y un supuesto ajuste de cuentas con Cristóbal López.
El proyecto afecta de manera directa a los gobernadores, que tienen en esa actividad una importante entrada de dinero a sus arcas. Por eso no extrañó que el tucumano Juan Manzur, siempre al tanto de todo lo que ocurre en el PJ, se pusiera al frente de la rebelión a la movida impulsada por La Cámpora. Lo secundó la jujeña Carolina Moisés.
El caso de ludopatía parece un tema menor, pero puede anticipar futuras tormentas y rebeliones en temas más caros a los intereses de Cristina Kirchner. Sin ir más lejos, tras la elección del domingo 26 de octubre volvió a agitarse la cuestión de las vacantes en la Corte Suprema de Justicia y las supuestas negociaciones a través de terceros con terminales en Karina Milei y la expresidenta.
Sin embargo, la Casa Rosada ya no necesitaría, a partir del 10 de diciembre, de los votos del kirchnerismo para completar las dos vacantes en el máximo tribunal. Le alcanzará con negociar con aquellos senadores de Unión por la Patria con terminales en sus gobernadores para, sumados a Pro, la UCR y fuerzas provinciales, llegar a los dos tercios que exige la Constitución.
“¿Explicame por qué tengo que votar a una candidata elegida por Cristina Kirchner? ¿Qué gana mi gobernador si nosotros no tenemos problemas en votar al candidato que envíe el Gobierno?”, le dijo a LA NACION un senador con pasado en cargos ejecutivos y con ganas de, al menos por una vez, sentir que el kirchnerismo tendrá que sentarse a negociar al interior del partido, que las cosas pueden empezar a cambiar.



