Tras el triunfo legislativo de La Libertad Avanza a nivel nacional, comenzó a circular una oleada de especulaciones y movimientos internos en torno a la figura de Santiago Caputo. El asesor del “Triangulo de hierro” se convirtió en el eje de intensos rumores sobre su posible ascenso a un puesto clave del Ejecutivo: primero como Jefe de Gabinete y, a la vez, como eventual ministro del Interior.
Fuentes periodísticas afirmaron que, tras la salida de Guillermo Francos, en la Casa Rosada se abrió un debate sobre si el “Mago del Kremlin” debía asumir un cargo con mayor poder formal dentro de la administración libertaria. Esas versiones, que circularon con fuerza entre el 31 de octubre y el 2 de noviembre, fueron reflejadas por medios nacionales que siguieron de cerca las negociaciones internas, muchas veces ventiladas sottovoce por el propio consultor.
La especulación nació de la combinación de varios factores: su creciente influencia en la toma de decisiones públicas y la pérdida del “puente” institucional que representaba Francos. Por ejemplo, La Nación detalló que el propio mandatario discutía las atribuciones que un eventual rol de Caputo podría tener dentro del Ministerio del Interior o en la estructura de coordinación política, lo que alimentó versiones sobre una reconfiguración destinada a privilegiar a colaboradores más leales al círculo íntimo del presidente.
No obstante, las negociaciones no fueron un trámite sencillo. Los medios señalaron que la designación de cargos se demoró por resistencias internas, la necesidad de recomponer vínculos con gobernadores provinciales y la búsqueda de perfiles que aportaran legitimidad política. En los reportes se subrayó además el papel de Karina Milei, entre otros miembros del equipo capitaneado por la presidenta de LLA, como factores que vetaron la propuesta y moldearon la decisión final. En ese contexto, la posibilidad de que Caputo formalizara su tarea en la administración nacional fue perdiendo fuerza frente a otras candidaturas alternativas.
La salida efectiva de Guillermo Francos fue interpretada por analistas y por el propio Francos como el cierre de “un ciclo” en la relación con la gestión y con la nueva etapa política tras el triunfo electoral. De ese modo se abrió la vacante y empezaron a barajarse varios nombres para sucederlo. Finalmente, el presidente optó por Manuel Adorni, exvocero presidencial y secretario de Comunicación, como nuevo jefe de Gabinete. Adorni —un perfil con buena sintonía con la secretaria general de Presidencia— fue presentado como la persona idónea para coordinar el trabajo entre ministerios y garantizar un hilo de lealtad interna.
En paralelo, la cartera del Interior quedó en manos de Diego Santilli, gran ganador de las elecciones legislativas nacionales del mes pasado. La designación de Santilli buscó recomponer vínculos con gobernadores provinciales y aportar experiencia política en la relación con las provincias y con el Congreso; además, la llegada del ex dirigente macrista fue presentada como una señal hacia sectores que reclamaban mayor institucionalidad y diálogo tras las turbulencias del gobierno de los últimos meses.
El resultado fue, en concreto, una solución híbrida que se resume en la salida de figuras con perfil negociador y la llegada de dos nombres que cumplen funciones distintas pero complementarias para la gestión política del presidente. Caputo, figura poderosa en el off y motor de varias versiones periodísticas, terminó no asumiendo formalmente ninguno de los dos cargos de mayor jerarquía mencionados. El monotributista de Casa Rosada se quedó sin el pan y sin la torta.
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