
El turismo de lujo vivió una transformación profunda. Para la élite global ya no alcanza con coronar el Monte Everest o navegar en yate por el Mediterráneo; los viajeros más adinerados buscan ahora emociones en los rincones más remotos del planeta, desde saltos en paracaídas para cenar sobre el hielo del Polo Norte hasta el desafío de escalar cuatro volcanes activos en Nicaragua en menos de 24 horas.
Ese fenómeno, bautizado como expediciones deluxe, revolucionó la industria de los viajes exclusivos e impulsó un mercado multimillonario, según un informe realizado por The Telegraph.
El auge de las expediciones de lujo extremas se refleja en cifras imponentes: de acuerdo con un estudio citado por The Telegraph, el sector de estas actividades supera los USD 1,4 billones a nivel mundial y registra un crecimiento anual del 7,9%.
La demanda proviene principalmente de viajeros de entre 31 y 60 años, que optan por experiencias que ponen a prueba sus límites físicos y mentales y se alejan de los circuitos turísticos convencionales.
El ascenso al Everest, otrora símbolo de exclusividad, se ha vuelto tan frecuente que muchos lo consideran corriente, lo que empujó a este público a explorar destinos más remotos y retos sin precedentes.
Las propuestas de las expediciones deluxe son tan variadas como extremas. Cookson Adventures, fundada por Henry Cookson, organiza saltos en paracaídas sobre el Polo Norte, donde los viajeros aterrizan para disfrutar de una cena gourmet sobre el hielo y pasan la noche en un campamento equipado con sauna y piscina de inmersión. El precio de esta aventura parte de USD 1,2 millones.
EXP Journeys, liderada por Kevin Jackson, ofrece la primera escalada a Tower Butte, una formación rocosa de 305 metros en Arizona, con acampada en la cima y cena de tacos Navajo preparados por un chef privado, por USD 20.000 por persona en grupos de diez.
Pelorus, empresa fundada por los exmilitares británicos Geordie Mackay-Lewis y Jimmy Carroll, propone actividades como escalar cuatro volcanes activos en Nicaragua en un solo día, seguidas de una estancia en la isla privada de Calala con expertos en bienestar y nutrición, por USD 95.000 por persona.
Las motivaciones de estos viajeros trascienden la ostentación. El ex militar Carroll sostuvo en diálogo con The Telegraph que “creces, te desarrollas y aprendes mucho sobre ti mismo cuando te esfuerzas y te desafías”.
Para muchos, estas aventuras representan una oportunidad para fortalecer la resiliencia, fomentar el trabajo en equipo y propiciar la introspección, rasgos que las alejan del turismo de lujo tradicional, cada vez más vinculado a la exposición en redes sociales y a la búsqueda de glamour.
El perfil de los aventureros deluxe es diverso, aunque comparten un alto poder adquisitivo y la preferencia por la personalización total. Según cifras citadas por The Telegraph, el segmento más activo se ubica entre los 31 y los 60 años, aunque existen propuestas familiares, como safaris polares en Svalbard o almuerzos al borde de un casquete glaciar en el Polo Norte.
La seguridad, antes exclusiva de exploradores profesionales, es hoy más accesible gracias a la mejora logística y a la presencia de guías expertos, lo que permite que personas sin experiencia previa se aventuren en entornos extremos con garantías.
“Con los guías y la preparación adecuados, los entornos extremos pueden ser seguros para quienes no son exploradores ni viajeros extremos”, recalcó Mackay-Lewis.
Las compañías líderes del sector redefinieron el estándar del turismo de alto nivel. Cookson relató en The Telegraph que, tras su experiencia polar, decidió fundar una compañía capaz de llevar a sus clientes a cualquier destino, con el respaldo de expertos y una planificación minuciosa.
Mackay-Lewis también destacó la importancia de la creatividad y la narrativa personalizada para destacar en un mercado saturado de experiencias de moda.
El impacto de las expediciones millonarias en los destinos es considerable. Algunas aventuras integran componentes de sostenibilidad y filantropía, como el respaldo a proyectos de conservación en Bután o la aplicación de una “factura planetaria” y un impuesto de conservación.
No obstante, no todos los viajeros priorizan la sostenibilidad. Ante esta falta de interés, las empresas optaron por integrar la responsabilidad ambiental en sus propuestas, mediante donaciones obligatorias o la creación de campamentos ecológicos.
El futuro del turismo de lujo apunta a una búsqueda constante de transformaciones personales y experiencias inéditas. El acceso facilitado a destinos previamente inaccesibles, el efecto multiplicador de las redes sociales y la saturación de los recorridos tradicionales han definido una nueva frontera para la élite global.