Jueves, 4 de septiembre de 2025   |   Internacionales

Rusia y China refuerzan lazos: Putin anula visados para ciudadanos chinos en respuesta a Beijing

La medida busca estrechar vínculos en un momento de sanciones internacionales y consolida la dependencia rusa de su socio asiático
Rusia y China refuerzan lazos: Putin anula visados para ciudadanos chinos en respuesta a Beijing

El presidente Vladímir Putin anunció este jueves en Vladivostok que Rusia dejará de exigir visados a los ciudadanos chinos, un gesto que responde a la reciente decisión de Beijing de abrir temporalmente sus fronteras a los visitantes rusos. Con esta medida, ambos gobiernos buscan fortalecer su acercamiento político y económico en un contexto caracterizado por las sanciones occidentales y la creciente cooperación bilateral.

“Naturalmente, responderemos de la misma manera a la medida amistosa (de Beijing). Vamos a hacer lo mismo”, declaró el jefe del Kremlin, según lo citó la agencia TASS, durante su encuentro con un alto funcionario del gigante asiático en Vladivostok.

El anuncio de China se conoció el martes, pocas horas después de la reunión entre Putin y Xi Jinping en Beijing. El portavoz de la Cancillería, Guo Jiakun, explicó que los ciudadanos rusos “que visiten China por negocios, turismo, visitas a familiares o amigos, intercambios o estancias de tránsito de hasta 30 días podrán entrar sin visado” desde el 15 de septiembre de 2025 hasta el 14 de septiembre de 2026.

Putin presentó la decisión como un gesto de reciprocidad, pero el trasfondo es mucho más amplio. La relación entre Moscú y Beijing se ha consolidado desde 2022, cuando ambos gobiernos proclamaron una alianza “sin límites” poco antes de la invasión rusa de Ucrania. En la práctica, las sanciones impuestas por Estados Unidos y la Unión Europea han llevado a Rusia a depender de China como su principal socio comercial, con un intercambio que alcanzó un récord de 245.000 millones de dólares en 2024, según cifras de Reuters.

Xi Jinping no escatimó en elogios hacia su homólogo ruso, describiéndolo como un “viejo amigo”, mientras que Putin calificó los vínculos bilaterales como “sin precedentes”. En este marco, ambos países anunciaron nuevos acuerdos energéticos, incluido el proyecto del gasoducto Power of Siberia 2, que tendrá la capacidad de transportar 50.000 millones de metros cúbicos anuales de gas a China.

Hasta ahora, los ciudadanos chinos podían visitar Rusia sin visado únicamente en grupos turísticos organizados de entre cinco y cincuenta personas, con una estancia máxima de 15 días por viaje. La exención anunciada por Putin representa una apertura mayor, aunque aún no se han divulgado detalles sobre su implementación.

El turismo se ha convertido en un campo fértil para evidenciar la cercanía política. En 2019, antes de la pandemia y de la guerra en Ucrania, Rusia recibió alrededor de dos millones de visitantes chinos. En Moscú y San Petersburgo, proliferaron hoteles, comercios y servicios adaptados a esta clientela, con carteles en mandarín y sistemas de pago como UnionPay o Alipay. El colapso del flujo turístico tras las restricciones sanitarias y las tensiones internacionales ha dejado un vacío que ahora se intenta revertir.

Más allá de la retórica de la amistad, la medida pone de relieve la creciente asimetría entre los dos socios. China obtiene acceso a energía barata y se asegura un aliado político en la escena internacional, mientras que Rusia se vuelve cada vez más dependiente de los ingresos que genera el mercado chino. El turismo sin visados se convierte en un símbolo visible de esa dinámica, en la que Moscú cede autonomía a cambio de apoyo económico.

Este gesto también tiene un componente propagandístico. En un momento en que Washington y Bruselas endurecen sus posturas frente a Moscú y Beijing, ambos líderes presentan la exención de visados como un signo de confianza y cooperación, proyectando la idea de un orden multipolar que desafía el modelo occidental. Sin embargo, la realidad es que esta “amistad sin límites” se basa en intereses pragmáticos más que en afinidades culturales o históricas.

La posibilidad de que millones de turistas chinos recorran Rusia podría reactivar sectores golpeados por la guerra y las sanciones, pero también genera tensiones internas. En regiones como Siberia o el Extremo Oriente ruso, donde la influencia económica china ya es significativa, la llegada masiva de visitantes podría intensificar la percepción de dependencia y desigualdad. Lo que actualmente se presenta como un intercambio amistoso podría, en el futuro, transformarse en motivo de fricción.

En este caso, el turismo funciona como una metáfora de la geopolítica. Los viajes sin visado no son meras medidas de facilitación, sino una herramienta diplomática que ambos regímenes utilizan para fortalecer su relación en un escenario de confrontación global. Putin y Xi son conscientes de que cada concesión en este ámbito también representa una declaración de intenciones frente a Occidente.

La narrativa oficial sostiene que la apertura de fronteras refleja confianza mutua. Sin embargo, en la práctica, Rusia se adentra cada vez más en la órbita china, con poco margen para establecer una política exterior independiente.

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