
El Premio Nobel de Economía Robert C. Merton visitó Buenos Aires para participar en el acto que conmemoró los 30 años de la Fundación Capital, presidida por el ex titular del Banco Central, Martín Redrado. En una entrevista exclusiva, el economista analizó el programa económico argentino, las reformas impulsadas por el Gobierno y las complejidades vinculadas a la sostenibilidad del sistema previsional, una de sus principales áreas de investigación.
Merton declinó ante Infobae comentar su conversación con el Presidente Javier Milei en la Quinta de Olivos del lunes pasado. No obstante, valoró el enfoque económico del Gobierno y aclaró que un buen primer paso no garantiza el éxito de los siguientes. La flexibilidad y la credibilidad de reformas en debate, como la previsional, serán determinantes para su viabilidad. Además, apoyó la eliminación de regulaciones redundantes como camino hacia una mayor eficiencia.
Merton (Nueva York, 1947) recibió el Premio Nobel de Economía en 1997 junto a Myron Scholes por sus aportes para “elaborar nuevos métodos para determinar el valor de los productos financieros derivados”. Ante la crisis global de los sistemas jubilatorios, promovió los bonos de seguros de retiro (RSB, por sus iniciales en inglés), un mecanismo pensado como título público que no paga intereses durante la etapa activa pero que asegura una renta previsible en la jubilación.
— ¿Cómo evalúa los ejes del programa económico del gobierno argentino?
— No hay una sola respuesta para eso, porque depende de prioridades del Estado y de la gente. La inflación ha bajado sustancialmente, aunque sigue siendo considerable. Los principios económicos detrás de la idea de reajustar el presupuesto y demás buscan lograr que todo sea sostenible. Lo que se logró hasta ahora tiene sentido, en línea con los modelos que se están considerando, no son ad hoc. Aun así, ningún modelo refleja totalmente la complejidad de la realidad y, por eso, todos pueden fallar o no cumplir con las expectativas. Probablemente sea doloroso, pero al menos ya se logró algo.
— En términos teóricos, ¿las decisiones de Milei le parecen tan inusuales como ven algunos?
— Los principios que impulsa la administración de Milei tienen sentido. Construir un modelo implica abstraer la realidad y decidir qué incluir y qué no. El primer paso resulta alentador por los logros inmediatos, como la obtención de un superávit. Sin embargo, el primer paso no garantiza que todo siga igual. Es muy pronto para evaluar si ya existe la solución definitiva o si todo va a estar bien. EL programa económico puede parecer heterodoxo, pero de ninguna manera lo que está haciendo el gobierno argentino es alocado.
— Una crítica habitual sobre el programa es que un ajuste fiscal tan intenso impida el crecimiento de la economía. ¿Qué opina sobre eso?
— Eso depende de los supuestos de fondo. Si una economía está colapsada en términos monetarios y de inflación, lograr primero la estabilización de la moneda y un superávit fiscal no perjudica necesariamente el crecimiento. La Argentina no tiene una larga historia de superávits; entiendo que conseguirlo tiene un costo, pero ese análisis requiere datos y contexto local que no tengo. Sí puedo decir que el principio de limpiar regulaciones redundantes y contradictorias apunta a mejorar la eficiencia y el potencial de crecimiento.
— En la Argentina, el sistema previsional enfrenta desafíos por el alto empleo informal, un mercado de capitales poco profundo y una última década sin crecimiento. ¿Cuál de esos problemas es más crítico para aplicar una reforma?
— Para conseguir un sistema sostenible, lo esencial es la flexibilidad. Dada la gran incertidumbre sobre el futuro, el sistema debe ser flexible y no quedarse con una sola fórmula. El error es pensar que un solo mecanismo podrá resistir todos los cambios y enfrentar todos esos problemas. Hay que construir un esquema con múltiples componentes para amortiguar buenas y malas situaciones, garantizar una jubilación decente para la gente y conservar la confianza de la sociedad en su viabilidad a largo plazo. Por otra parte, estamos hablando de un fenómeno global. La gente vive cada vez más tiempo, las tasas de natalidad varían, y muchos países atraviesan problemas similares. El gran objetivo es diseñar un plan creíble y flexible que permita ajustes frente a cambios sociales, demográficos y económicos, y mantener la confianza pública.
— ¿Hay que privilegiar sistemas previsionales privados o públicos?
— Ambos cumplen funciones distintas. El sistema estatal, la Seguridad Social, mantiene un piso de protección. Los planes privados o de contribución definida permiten que las personas inviertan sus propios fondos, con la rentabilidad ligada a los mercados. Una solución sostenible no elimina la Seguridad Social, pero tampoco la sobrecarga; requiere mecanismos complementarios, adaptables y orientados a la realidad de cada país.
— Usted impulsa los bonos previsionales, los RSB. ¿Podría implementarse un instrumento así en la Argentina?
— Absolutamente, sí. Los RSB están pensados para quienes quedan fuera de los sistemas tradicionales, como los trabajadores informales, y buscan una herramienta simple, eficiente y segura para ahorrar para la jubilación. Están diseñados como bonos públicos porque el Estado es el emisor de mayor solvencia. Es un complemento, no un sustituto de la Seguridad Social, ni compite con el sector privado. El caso de Brasil muestra que su implementación es factible si existe un compromiso local y adaptación a las condiciones del país.
— Más allá de los instrumentos, ¿qué concepto cree indispensable a la hora de diseñar sistemas previsionales para América Latina?
— La clave es definir primero a dónde se quiere llegar y luego encontrar el camino para hacerlo posible. No todas las reglas actuales son inamovibles; pueden modificarse en función de objetivos de largo plazo. El diseño debe priorizar la sostenibilidad y la flexibilidad, combinando mecanismos públicos y privados con un horizonte amplio.
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