Año 2013. Canal de cable. Programa: Contámelo todo. Conductor: Leo Rosewasser. Invitado: Miguel Ángel Pierri, abogado y entonces defensor de Jorge Mangeri, acusado de abusar y asesinar a Angeles Rawson, de 16 años. La adolescente vivía con su familia en el edificio cuyo encargado era Mangeri. Por los detalles dramáticos que reveló la investigación, el caso tuvo repercusión nacional.
Pierri llegó al estudio acompañado por su esposa y por su hijo de siete años. La esposa permaneció fuera de cámara. El chico, colgado del cuello de su padre, se acomodó en el apoyabrazos del sillón que ambos ocuparon. Tras un par de preguntas apareció la esperada: “¿Mangeri es inocente, sí o no?”. Pierri comienza a responder: “Mangeri es un señor inocente que está pasando el peor momento de su vida…”. El chico se sobresalta, mira a la cara de su padre y dice: “Pero boludo, mató a Angeles”.
Pierri alza un brazo, amaga, susurra y se escucha un “shhhh”. Rosenwasser sonríe: “No pasa nada, no pasa nada, lo vale la nota”. Prosigue la entrevista: “¿En algún momento sentís que Mangeri siente que mataron a una nena de 16 años, más allá de todo?”. El hijo de Pierri levanta la mano: “Yo sé cómo la mató”. Rosenwasser intenta calmarlo: “Pero no lo digas, mi amor”. “¿Por qué no lo puedo decir?”, pregunta el chico. “¡Shhhh!”, insiste el padre.
El fragmento del video, replicado en las redes sociales, batió récords de vistas. Al día siguiente, en su cuenta de Twitter, Pierri aclaró: “Caso Angeles: el único escenario válido es el expediente y ahí sólo el Juez, la fiscalía, la querella y nosotros, estamos minuto a minuto”. Más tarde escribió: “Impresiona el poder de los medios sobre los niños”. Un año después, tras un juicio oral, Mangeri fue condenado a prisión perpetua.
En El traje nuevo del emperador, cuento de Hans Christian Andersen, dos estafadores engañan al rey con un traje confeccionado en una tela “invisible a los ignorantes”. Ministros y gente del pueblo, durante el desfile, elogian, aplauden y callan. Dudan, pero temen admitir lo que les resulta evidente. Un niño grita: “¡el rey está desnudo!”. Poco a poco la burla se propaga. El rey oye las risas, advierte la situación y, sin embargo, sigue impávido, erguido sobre su caballo. “Para no parecer aún más ignorante”, escribió Andersen.
Axel Kicillof justificó la expropiación de YPF porque “el estatuto de una empresa no está por encima de la Constitución”. Indemnizó a Repsol —a la que “no le íbamos a pagar nada”— con 8.900 millones de dólares. Los Esekenazi, accionistas minoritarios y financistas amigos de Néstor Kirchner, que habían comprado su parte de la empresa con los beneficios que repartía la propia YPF, vendieron sus derechos de reclamo al fondo Burford, que presentó una demanda. En primera instancia, el tribunal sentenció que el país debía pagar 16 mil millones de dólares.
“Boludo”, piensa el ciudadano inocente, “nos dejó la deuda y encima espanta a los posibles inversores diciendo que un gobierno puede expropiar empresas por los motivos que se le ocurran”.
Milei desfila a caballito del ministro Caputo. “Boludo”, advierte el ciudadano inocente, “se va en bolas a pasar la gorra”.
En su celda residencial, condenada por administración fraudulenta, la expresidenta Cristina Kirchner dice oír el tic-tac de una bomba de relojería a punto de explotar. “Boludo”, se asusta el ciudadano inocente, “desea que reviente todo para poder zafar de su responsabilidad sin que le importen las consecuencias”
En Inconsciente colectivo, un clásico de Charly, se lee “inocencia” donde dice “libertad”. Van juntas, de la mano, y abren los mismos sentidos. “Mamala libertad/siempre la llevarás/ dentro del corazón/te pueden corromper/ te puedes olvidar/pero ella siempre está”. Quién lo hubiera dicho. En tiempos de tanto palabrerío, sólo dos virtudes bastan: algo de libertad para mirar, reconocer y aceptar; y cierta inocencia para escuchar, pensar y entender. Las cosas como son.
Que la inocencia nos valga.
*Escritor y periodista.
