Martes, 20 de mayo de 2025   |   Internacionales

Putin evidencia la independencia de Rusia ante Trump

Putin evidencia la independencia de Rusia ante Trump

Las Causas Profundas del Conflicto

Impactantes fueron las palabras de un hombre que, supuestamente, se encontraba en el camino hacia la paz. Esta es la esencia de la postura del presidente de Rusia, Vladimir Putin, sobre lo que debe resolverse para alcanzar un acuerdo. Tras semanas de creciente presión para un alto el fuego inmediato e incondicional de 30 días, Putin, sin mostrar señales de inquietud, retomó su narrativa en una escuela de música en la costa de Sochi, afirmando que esta guerra, que eligió, fue provocada por la rápida expansión de la OTAN.

Horas antes, surgieron otras cinco palabras que probablemente resonaron en la mente de Putin durante su conversación de dos horas con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. “No es nuestra guerra”, mencionó el vicepresidente J. D. Vance. Asumiendo su papel de presagio de malas noticias para la seguridad europea, Vance reiteró la sorprendente no-amenaza: que Estados Unidos podría retirar su participación en el conflicto—presumiblemente tanto en la diplomacia como en la ayuda a Ucrania—si Rusia no daba pasos hacia un acuerdo de paz que rechaza de manera rotunda. Esa retirada es precisamente lo que ansía Rusia, y parece que Putin no necesita hacer nada más que continuar su brutal campaña militar.

Después de la llamada con Putin, Trump se mostró como un hombre que se distanciaba del conflicto. Apenas cinco días antes, se había presentado como un mediador entusiasta, dispuesto a facilitar un encuentro entre Putin y el ucraniano Volodymyr Zelensky en Turquía. Sin embargo, tras la conversación del lunes, solo indicó que Ucrania y Rusia debían dialogar directamente “como solo ellos pueden”. Delegó incluso la tarea al Vaticano como posible sede para este diálogo. Aunque Estados Unidos no se ha alejado completamente del proceso, parece preferir que otro lidere la iniciativa. Estos últimos días han demostrado cuán poco depende Putin del presidente estadounidense y lo sencilla que es su lógica.

A lo largo de casi tres años de conflicto, los medios estatales rusos han insistido en que no solo están en guerra con Ucrania, sino también con toda la OTAN, incluida Estados Unidos. La presidencia de Trump ofreció al Kremlin una pequeña ventana de oportunidad para reposicionarse o al menos mitigar algunas sanciones occidentales. Sin embargo, esto no altera el mensaje central del Kremlin: se trata de una guerra existencial, destinada a restablecer su predominio en el extranjero. El sufrimiento y las pérdidas que ha enfrentado el pueblo ruso debido a las asombrosas bajas de la guerra podrían limitar seriamente la duración del liderazgo ruso. Esta no es una guerra que puedan permitirse perder.

Los límites de lo que Estados Unidos puede ofrecer a Rusia en cuanto a influencia son evidentes. Sí, Estados Unidos podría incrementar las sanciones, como sugirió Trump, implementando “sanciones secundarias” contra financiadores rusos y compradores de petróleo en India y China. Pero esto provocaría otra ruptura comercial con potencias mundiales, un conflicto que Washington acaba de solucionar. Alternativamente, Estados Unidos podría suavizar las sanciones para forzar a Rusia a hacer concesiones, pero tal acción podría irritar a los aliados europeos y probablemente fracasaría sin su apoyo activo.

Cualquier medida adicional para perjudicar a Moscú podría resultar en que Trump imponga más castigos a Rusia que su predecesor, Joe Biden, lo que no es parte del plan geopolítico de MAGA. Esto intensificaría la participación estadounidense en una guerra que, francamente, no tiene final a la vista hasta que una de las partes se debilite o haya un cambio drástico en el liderazgo político.

La perspectiva de Ucrania en 2025 se presenta sombría. Sin embargo, el principio fundamental de la política europea es que su mejor opción, en un escenario de opciones aterradoras, radica en que Moscú solo podría verse obligado a reducir sus objetivos si percibe una OTAN unida e inflexible. Su economía, sus reservas de riqueza, su mano de obra o su armamento podrían verse comprometidos; el colapso de cualquiera de esos elementos podría hacer tambalear su máquina de guerra. La situación es desalentadora, y a Europa le quedan pocas opciones. Ucrania, por su parte, no tiene ninguna.

Trump parece haber identificado una opción. Su perspectiva empresarial no encuentra valor en una inversión a largo plazo en un conflicto con un adversario con el que preferiría mantener buenas relaciones, cuyo resultado óptimo sería devolver a Europa la paz que conoció en el pasado. No hay un acuerdo posible: Putin no está interesado en comprar; busca conquistar y apoderarse. Trump no tiene nada que ofrecer, excepto el respaldo de Estados Unidos a sus aliados tradicionales. Es imposible que tanto Putin como Trump logren preservar su prestigio simultáneamente.

El liderazgo estadounidense se ha construido durante décadas en torno a algo más que simples acuerdos. Su benevolencia hacia los aliados, su inmenso poder blando y su hegemonía militar han consolidado a Estados Unidos como la mayor economía del mundo, con una moneda imbatible, que es un valor en sí mismo.

Sin embargo, Trump parece considerar el papel de Estados Unidos como secundario. Este podría ser el momento en que finalmente reconozca que Putin no busca su aprobación ni lealtad, y decida dar un paso atrás. Si es así, Estados Unidos también se estaría distanciando de décadas de liderazgo, admitiendo los límites de su enfoque y poder, dejando el acuerdo de paz más importante desde la década de 1940 en manos del Vaticano.

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