Martes, 5 de agosto de 2025   |   Campo

Productor se enfrenta a la crisis tirando más de 2000 litros de leche debido a la falta de alternativas viables

Productor se enfrenta a la crisis tirando más de 2000 litros de leche debido a la falta de alternativas viables

“No me quedó otra que prender la motobomba y tirar la leche”. Francisco Tamborenea pronuncia estas palabras con una mezcla de ira e impotencia. Ayer, su camión cisterna, que había salido del tambo con 6000 litros de leche, quedó empantanado. Para moverlo, tuvo que aligerar carga: más de 2000 litros se derramaron en el suelo.

Para el productor, la frustración no se limita a la pérdida material, sino que también se centra en la situación que esto representa: “Si las obras de desagüe estuvieran finalizadas y los canales limpios, el agua ya habría desaparecido y el camino estaría firme. Esto es una consecuencia directa del abandono”, afirma.

Tamborenea cuenta con 25 años de experiencia en la actividad tambera. Administra dos establecimientos en Bolívar: uno más pequeño, ubicado cerca de la ruta, y otro en la zona conocida como el “camino de los tamberos”, que es la más productiva. Este segundo predio, donde se encuentran la mayoría de los tambos de la región, es el que más sufre las consecuencias de la falta de mantenimiento. “Es el camino que debería estar en mejor estado y está totalmente deteriorado. Desde el año pasado no se le ha hecho ninguna mejora”, relata.

La situación se ha agravado en las últimas semanas. “En los últimos 30 días, hemos recibido 200 milímetros de lluvia. Ya había agua, se estaba secando bastante bien, pero ahora nuevamente es todo complicado”, comenta. El exceso hídrico no es únicamente resultado de las lluvias: Tamborenea sostiene que la falta de mantenimiento en los canales y alcantarillas agrava el problema.

El mal estado de los caminos dificulta la extracción de la producción. El caso más ilustrativo, según él, es el canal Artola, inaugurado por la Municipalidad en 2012 para desaguar la zona. “Nunca lo limpiaron; fui yo quien tuvo que hacerlo. Hoy en día, está prácticamente vacío y, aun así, las calles están inundadas porque no hay ni una cuneta en condiciones. En Bolívar, tenemos caminos llenos de agua y cunetas desbordadas. Es absurdo”, describe.

Su tambo cuenta con entre 180 y 200 vacas, con una producción diaria de aproximadamente 4000 litros. El día del incidente, para liberar el camión encajado, tuvo que descargar 2700 litros de la parte trasera. “Si lo empujás hacia adelante, se hunde más, así que tuvimos que tironearlo hacia atrás. Imaginate que estamos sacando camiones con sogas de barco”, explica.

Hoy, la leche sale por un camino alternativo, siempre a través del campo, buscando las lomas. “Enganchamos el camión al tractor y vamos en conjunto”, detalla. Sin embargo, esta logística no es sostenible. “No soy el único afectado. Bolívar, Carlos Casares y 9 de Julio enfrentan la misma situación. Los feedlots también sufren. No importa el partido político: el problema es la falta de herramientas, la escasez de gasoil, la falta de recursos y la ineficacia de quienes deberían gestionar”, señala.

La problemática, insiste, no es un caso aislado: abarca Trenque Lauquen, 30 de Agosto y todo el denominado “oeste arenoso” de la provincia de Buenos Aires. En cada localidad, la escena se repite: bolsones de soja, trigo y maíz que no pueden salir del campo, animales que buscan suelos secos y caminos convertidos en ríos de barro.

En el partido vecino de 9 de Julio, la situación es igualmente crítica. El productor Federico Ortiz asegura que el 70% del distrito está inundado. La combinación de canales obstruidos, la falta de mantenimiento y la ausencia de obras mantienen los campos anegados y los caminos destruidos. “El principal problema son los canales clandestinos que ni el gobierno provincial, ni Hidráulica, ni la Autoridad del Agua controlan”, advierte.

Ortiz afirma que participó de reuniones con el municipio, Hidráulica y el Ministerio de Desarrollo Agrario en La Plata, pero las promesas nunca se materializaron. “En marzo nos prometieron que vendrían a trabajar y ahora estamos en agosto, cada vez peor”, resume.

En su campo, de 1370 hectáreas, apenas 150 están secas. El resto es barro, charcos o islas aisladas. En la última campaña, de 156 hectáreas de soja, solo logró cosechar 15. Para la campaña de invierno, que es cuando se siembra trigo y cebada, decidió no sembrar nada. “Menos mal que no lo hice, porque luego cayeron 100 milímetros en dos tandas y eso hubiera sido un desastre”, explica.

Ahora, con la campaña gruesa en el horizonte, que es cuando se siembra soja y maíz, la situación no es mejor: cuando intentó entrar con el ingeniero para comenzar a pulverizar, la máquina se hundió. “Es imposible; volcás la pulverizadora, se encaja, no hay forma”, relata.

Para regresar a su casa desde 9 de Julio, Ortiz debe abrir 88 tranqueras, atravesar barro y utilizar caminos alternativos por campos vecinos. Antes tardaba menos de media hora; ahora, más de una hora. La producción lechera también está paralizada en algunas fincas: cuenta que en un predio cercano no reciben el camión desde hace un mes y han tenido que vender todas las vacas en ordeñe. Ortiz alerta que, sin obras efectivas, el agua seguirá estancada. “El agua de Bolívar pasa por acá y, como 9 de Julio no ha realizado ninguna obra, se queda. Es como una botella llena de Coca-Cola: si la agitás, la tapás y cuando la abrís explota por todos lados”, ilustra.

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