Domingo, 10 de abril de 2011   |   Policiales

Preso hace 21 años por un brutal crimen asegura que fue Miguel Lencina

Apolinario Torres fue condenado por violar y matar a una nena de 9 años. Contó cómo cambiaron los códigos carcelarios. Aún se considera inocente y acusa a su sobrino, el ahorcado Miguel Lencina
Lo condenaron por violar y matar a una nena de 9 años en uno de los episodios más pavorosos que recuerde la historia del crimen en Paraná, aunque hasta hoy sostiene su inocencia. Hace más de dos décadas que está preso, y dice que el encierro lo corrigió. Asegura que con la entrada y salida de “la juventud perdida” cambiaron los códigos dentro de la cárcel entre 1990, cuando ingresó, y 2011. Resignarse y obedecer las órdenes fue la única forma de soportar el encierro. Apolinario Torres es el hombre con más antigüedad de la Unidad Penal de Paraná, de los pocos que quedan fuera de la actual cultura tumbera. En su historia, como en tantas otras vinculadas al delito, aparece el temeroso nombre de Miguel Ángel Lencina. Cuestiona al periodismo y nunca había querido hablar con la prensa, pero sin detallar los capítulos oscuros, y con lenguaje formal y respetuoso, contó un poco sobre su vida.<b>Violación y asesinato</b>A fines de 1988 la desaparición de María de los Ángeles García, de 9 años, mantuvo en vilo a los paranaenses. Fue a visitar su madre, que estaba separada de su esposo, pero nunca llegó a destino. Su rapto no aparecía como producto de una decisión espontánea ni circunstancial, la pesquisa se inclinó por la existencia de un acto premeditado y ejecutado fríamente.Raúl Herzovich, tal vez igual de flaco pero sin canas, estaba en su casa cuando sonó el teléfono. El Juzgado de Instrucción Nº 3 a su cargo estaba de turno, y le tocó guiar la investigación. “Me acuerdo que era un domingo, porque estaba haciendo un asado. Me llamaron antes del mediodía porque habían encontrado en un pozo lo que parecía ser el cuerpo de una criatura. Era tan hondo que iluminaron el fondo usando un espejo y ahí la vieron”, recuerda hoy en su despacho de la Sala 2 de la Cámara del Crimen.”La búsqueda empezó porque un hombre que sacaba agua de un pozo para darle a los caballos, avisó que los caballos no querían tomar, y encontró en el agua unos restos que parecían de tela”. El operativo para sacar el cuerpo del fondo del aljibe no fue sencillo: “El tema era sacarlo; el pozo tenía pared de ladrillos y estaba el gran riesgo de que se derrumbara. Entonces se hizo un trípode con palos muy grandes, se colgó una roldana, se puso una sillita y bajó un buzo de la Policía con oxígeno y una radio. Se lo bajó atando la piola de la roldana al paragolpes de una camioneta pick up Ford, que era de Bomberos. La operación empezó cerca del mediodía y terminó como a las 6 de la tarde. Yo estuve ahí hasta que sacaron el cadáver, como a las seis de la tarde”, relató Herzovich. El hallazgo conmovió a los paranaenses.Según las pericias, la nena había sido secuestrada, golpeada y violada durante tres días y la escondieron en el aljibe de unos 70 metros de profundidad, en un lugar abandonado de la zona de la avenida Jorge Newbery.Apolinario Torres tenía 36 años, y fue condenado en 1990 a prisión perpetua por cometer el crimen. Según una de las hipótesis, estaba con su sobrino, Miguel Ángel Lencina, y es quien lo habría delatado. Una de las teorías dice que 16 años después, Lencina estaba con su sobrino, menor de edad, secuestraron a una chica en San Benito, abusaron sexualmente de ella y la mataron, pero el cuerpo nunca apareció. Fernanda Aguirre continúa desaparecida desde el 25 de julio de 2004, pero Lencina nunca pudo ser condenado, porque apareció muerto por ahorcamiento en la comisaría quinta de Paraná, 13 días después.<b>La mano de los Lencina</b>Pasaron 23 años. En un lugar de la cárcel de varones de Paraná hay dos despachos separados por un divisorio de madera. En uno hay una psicóloga o asistente social que atiende a presos que pasan con la mejor cara de “soy buen tipo”. En el otro se sienta Torres. Sobre el hecho por el cual fue condenado, sigue negando su responsabilidad: “Jamás quise ensuciar mi conciencia con algo que realmente no hice. Yo dije desde el primer día que me detuvieron: ‘Yo no fui, soy inocente’, y a eso lo voy a seguir sosteniendo por el resto de mi vida. Como lo dije llorando en el juicio: ‘Con esto le demuestran a la sociedad que el violador, el asesino, está entre rejas, cuando en realidad sigue en libertad’. Para la Justicia es un caso cerrado, y la Policía no tiene que seguir investigando”.En esto dice que no es el único: “Así sucede con mucha gente que no tiene para pagar un buen abogado. Acá hay mucha gente realmente inocente”.Su versión del hecho indica: “Hay un sobrino mío -otro diferente a Lencina-, que lo cazan, lo apretan y le dicen que si no dice la verdad lo iban a matar. Entonces me acusan a mí. Y como la Policía de la tercera me tenía bronca le vino bien el caso. Recuerdo perfectamente: Balla era subcomisario y me dijo, así de esta forma: ‘Yo sé bien Apolinario que vos no sos, pero quedate tranquilo que te voy a hacer bien los papeles cosa que te pudras en la cárcel’. Lo único que no se me borra de la mente es eso”. –¿Y sospecha de alguien? “La misma madre de Miguel Lencina, o sea mi hermana ¿vio? me lo vino a decir después de los cinco años y pico: ‘Qué lástima, vos te estás comiendo un garrón injustamente’. Pero me lo contó cuando Miguel Lencina cayó preso por el primer hecho. ‘Vos no tenés nada que ver’, dijo, ‘Porque el que fue es Miguel’. ‘¿Y por qué no lo dijiste?’. ‘Porque si te digo me mata a mí también’ me respondió”.<b>Vida carcelaria</b>En la pequeña mesa de diálogo hay un paradójico “árbol de la vida” hecho por algún artesano. Quién sabe si fue puesto ahí como simple adorno o como un mensaje a los responsables de tantas muertes. Apolinario cuenta ahora cómo cambió la cárcel en dos décadas. “Ha cambiado totalmente ¿vio? Era otro régimen, era más respetuoso, del interno al penitenciario y del penitenciario hacia el interno. Yo lo tomé a esto como una escuela, muchas veces nos encontramos afuera y nos creemos saberlo todo. La convivencia antes era otra cosa. Había mucha gente grande, no le importaba si usted estaba por homicidio, por violación, por robo. Todo se respetaba”.Algunas conclusiones de las cosas que se ven afuera tienen su correlato adentro de la cárcel: “En cambio ahora hay mucha juventud perdida a la que no le importa nada estar acá, salir mañana, volver a caer. No hay un proyecto o algo en mente, decir ‘mi vieja tantos años me acompañó en visitas, ya es tiempo que deje de sufrir, o a mi señora o mi hermana’. No hay una preocupación hacia la familia ¿vio? Antes conocí muchos internos que estaban privados de su libertad, salían y nunca más les vi la cara. Y ahora todos los días hay internos que cinco, seis, ocho veces van que entran y salen, entran y salen”.En esta cuestión, Torres se muestra partidario de un régimen carcelario más estricto: “Antes iba un interno a aislamiento, y si en 15 días se bañaba dos veces era mucho, y ni hablar de afeitarse, porque estaba castigado. Pero ahora llevan a un interno a aislamiento y tienen visita, tienen todo. Entonces no hay castigo. No estoy en contra de eso, pero no ayuda a corregir. Yo llevo 21 años acá y hasta ahora no sé lo que es estar en los calabozos dos horas”.La resignación es el consejo para pasar los días tras las rejas: “Aceptar los códigos es la única forma. Uno tiene que resignarse de que está privado de su libertad, no queda otro camino que obedecer órdenes, corregirse uno “.En este sentido, Torres parece haber canjeado su libertad por otras cosas: “Yo antes de caer perdí mi familia, por así decirlo ¿vio? Y acá formé otra familia. Ya hace 19 años que soy casado, padre de cuatro chicos. Con la plata que ganaba me hice dos piezas de cuatro por cuatro, compré cama, todo. No me ayudó nadie. Entonces uno valora todo eso, me ayuda a ir puliéndome”.La rutina en la cárcel se pasa trabajando: “No encuentro días distintos. Trabajo de lunes a viernes, el sábado me voy a Unidad Familiar, y los domingos sigo trabajando nomás, voy adelantando la jugada para el lunes. Me he ganado la confianza. Lo mío es hacer fajina, mantenimiento general”.

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