
Parece haber tenido una vida fugaz el oratorio que sorpresivamente sin ningún tipo de anuncio ni explicación apareció instalado en los últimos días en el Senado, más precisamente en el despacho que ocupada el senador Edgardo Kueider, expulsado de la cámara el año pasado tras intentar ingresar a Paraguay con 200 mil dólares que llevaba escondidos.
El lugar convertido en un espacio para rezar -que lucía una bandera argentina y otra vaticana y unos bancos con reclinatorio- estaba este jueves cerrado y con una faja con la inscripción: “Antes de abrir, consulte en Dirección de Seguridad y Control”.
En medios parlamentarios se descuenta que el oratorio fue instalado con el visto bueno de la vicepresidenta y titular del Senado, Victoria Villarruel, una reconocida católica de perfil conservador, aunque no hubo una confirmación oficial.
El hecho de que el oratorio incluía una bandera del Vaticano suscitó una dura crítica del reconocido pastor Norberto Saracco, quien consideró que “no solo es un acto discriminatorio sino que nos retrotrae a tiempos que creíamos superados”.
“La dedicación para la plegaria y la reflexión espiritual de un pequeño espacio en un despacho del senado podría ser un hecho totalmente menor frente a los enormes desafíos que enfrenta el país y en especial la cámara alta, lugar elegido como campo de batalla por el oficialismo para dirimir sus internas”, comienza diciendo Saracco.
Pero señala que “en verdad no es algo pequeño. No lo digo por haberse escogido como lugar el antiguo despacho del senador Kueider, que como diría uno de mis profesores: ‘paradojas de la historia’, sino por lo que el hecho en sí representa”.
“Es auspicioso -afirma- que en un país donde casi el 90 % de sus habitantes declara profesar alguna fe se dedique un espacio a la espiritualidad, la reflexión y el rezo”.
En es sentido, pregunta: “¿Por qué privarnos a quienes creemos en Dios (la inmensa mayoría del pueblo argentino) la posibilidad de rogar al ser supremo por su sostén y ayuda?”.
“Pero no radica aquí el problema y el escándalo”, dice y añade que el hecho es que lejos de ser un espacio abierto a la espiritualidad de todos es un recinto para algunos”. subraya.
Al respecto, señala que “la presencia de la bandera que identifica a la iglesia Católica y al Estado Vaticano no solo es un acto discriminatorio, sino que nos retrotrae a tiempos que creíamos superados”.
“Hemos dejado atrás -puntualiza- los días en que no se nos permitía ser enterrados en los cementerios, ni acceder a los grados superiores de las Fuerzas Armadas, ni edificar cerca de las fronteras, ni tener la posibilidad de acceder a la presidencia de la nación, ni predicar en nuestra propia lengua, entre otras muchas limitaciones, por el solo delito de no pertenecer a la religión ‘oficial`”.
Destaca que “hoy los tiempos son otros. Gozamos de total libertad. Pero la libertad no es suficiente si no se da en el marco de la igualdad”.
“Es decepcionante que desde las más altas esferas del poder se nos recuerde que en este país de iguales algunos son más iguales que otros”, lamenta.
Afirma luego que no creer que “detrás de este desatino esté la iglesia católica como tal, más bien supongo que en su afán de conquistar ciertas voluntades algunos son más papistas que el Papa”.
“De todos modos, los hechos están y se dan en las más altas esferas del poder ¡cuánto nos falta para vivir en un país donde la libertad e igualdad se lleven de la mano!”, concluye.
La instalación del oratorio se produjo en medio de la puja por los despachos que se produce cada vez que hay renovación de senadores y los nuevos procuran hacerse de los más espaciosos.
Esta vez incluyó el caso de la kirchnerista fueguina Cándida López intentando violentar con un cerrajero la puerta suscitando empujones con el personal de seguridad.




