
Casino hay día en que no hablen. Y la mayor parte del tiempo, hablan de cosasprivadas, sus familias, sus pasados como intendentes, uno de Sierra Grande enRío Negro, el otro de Carlos Tejedor en la provincia de Buenos Aires. MiguelAngel Pichetto es senador desde hace 17 años y hoy es el jefe del peronismo nokirchnerista. Emilio Monzó es el presidente de la Cámara de Diputados desde2015, la principal voz del oficialismo en el recinto. Son abogados, peronistas,amigos. Que representen a fuerzas políticas opuestas es un detalle menor. Sonlos aliados parlamentarios que cogobernaron el país los últimos tres años y queya no estarán a partir de las próximas elecciones. Pichetto difícilmente puedarenovar su banca. Monzó ya avisó que no quiere hacerlo. Es el primer granproblema que enfrentará el próximo gobierno.
Sobrevivientes
Pichetto y Monzó creenque la política es el arte de escuchar al otro. Confiesan que los acuerdos quealcanzaron sobre las principales leyes los resolvieron en conversaciones que noduraron más de una hora, la mayor parte de la cual hablaron de cuestionespersonales. Exageran cuando dicen que lo político lo resuelven en cincominutos, pero es una forma de decir que para ellos, la política es entregar unaparte de su intimidad al otro, para que el otro sepa lo que puede esperar, paragenerar confianza. No lo dicen ingenuamente. Lo dicen para marcar diferenciascon dirigentes peronistas y macristas a quienes señalan por no interesarse porlo que el otro piensa o necesita. Son sobrevivientes. Exhiben sus heridas casicon lágrimas en los ojos. Se sienten (mal)usados por líderes en los queconfiaron. Pichetto por Néstor y Cristina, que nunca lo apoyaron para gobernarRío Negro. Monzó por Macri, que lo corrió de la provincia de Buenos Airesdespués de haber sido su armador político.
Para un gobierno con minoríasparlamentarias, la presencia de un senador como Pichetto, con influencias encasi todo el peronismo legislativo no K, fue decisiva en estos años. No solofue clave en las negociaciones para la aprobación de leyes importantes, sinoque lo fue en momentos de incertidumbre económica o social, como en losrecientes enfrentamientos en torno a la aprobación del Presupuesto; o durantela corrida bancaria. También es una voz escuchada por diplomáticos, empresariose inversores, que no suelen recibir de él versiones apocalípticas sobre elfuturo del país ni del Gobierno.
Crisis interna
Monzó dice que el país no sabetodo lo que le debe a Pichetto y que nadie jamás en el Gobierno le preguntó aPichetto qué va a ser de su vida cuando no pueda renovar su cargo. El senadorse postula como candidato a Presidente por el Peronismo Federal, aunque suverdadera intención es permanecer en el Senado (gobernar su provincia siemprele fue esquivo) o ser compañero de fórmula de un candidato presidencial de suespacio. El jefe de los diputados por su parte, parece lejos de mostrarseexultante tras la aprobación del Presupuesto en su Cámara. Al contrario, debepensar que es una muestra de lo que le viene sucediendo, al considerar quedurante semanas nadie del Ejecutivo lo llamó para preguntar por el tema. Lo quesus colegas del Gobierno entienden como un signo de máxima confianza,para él es solo desinterés. Por eso atraviesa la disyuntiva más difícil de suvida. Sabe que ya no será diputado. No sabe qué hacer con su futuro.
Sifinalmente sucede que ninguno de ellos estará más en el Congreso, tanto eloficialismo como el peronismo deberán elaborar listas de candidatos pensando enquiénes serán los próximos líderes parlamentarios. El más preocupado sería elGobierno, que pierde a la alianza política que más gobernabilidad le aportó.
Plan peronista
A tal punto llega la desilusión de Monzó con los suyos, que susamigos peronistas no descartan que pueda sumarse a un eje opositor y anti K quecompita por la Presidencia, conformado por dirigentes como el mismo Pichetto,Urtubey, Massa, Schiaretti, Roberto Lavagna, Stolbizer, el socialistaLifschitz, Martín Lousteau y hasta el científico Facundo Manes. El plan imaginaun presidenciable como Urtubey, a Massa compitiendo en la Provincia; una ligade candidatos a gobernadores encabezada por peronistas como Schiaretti, Uñac,Manzur y Bordet; radicales desilusionados; Lavagna y Lousteau en puestos relevantes, y Pichetto y Monzó manejando el Congreso.
Es cierto que haydirigentes que trabajan en ello, pero Monzó jamás les dio el sí. No lo haría.Por lo menos no en el corto plazo. No quiere aparecer como un Chacho Alvarezdel PRO, por el vice de De la Rúa que de un día para otro pasó a ser opositor.Lo que no quita que en su fuero íntimo le regodee la idea de conformar unatercera vía. Monzó en realidad se debate entre aceptar un destino de embajadoro alejarse de la política por un tiempo y darle el gusto a su esposa de noverlo sufrir más. Pero sus confesores no descartan que, antes de pegar elportazo en el PRO, lance una corriente interna con otro ex peronista delgabinete y una docena de legisladores “para dar la pelea desde adentro o,si no lo dejan, hacer explícitas las diferencias y después sí irse”. Sesigue sintiendo cerca de Rodríguez Larreta, pero entiende que, si no sucede unincendio, su futuro continuará atado a la Ciudad y a Macri.
Ninguneos
Eldiputado está convencido de que detrás del ninguneo constante que siente desdeque Macri llegó al poder (que cree es el mismo que sufren los aliados deCambiemos) se esconde la soberbia de los socios fundadores y la falta deinterés por entender a los demás. Entre los suyos, se le atribuye una ácidaautocrítica: “El problema no es Macri, el problema fuimos nosotros quequisimos verlo distinto”. Monzó es a Macri lo que Pichetto fue a Cristina.
El senador por Río Negro también se consideró maltratado por una presidenta ala que defendía en público y sufría en privado. Le achacaba la mismaimposibilidad de entender al otro que Monzó percibe en su jefe. Que Pichetto sehaya convertido en el principal adversario de Cristina también es producto deaquel sentimiento y lleva a preguntarse si algún día Monzó será el principalfiscal público de Macri.
Los críticos de ambos también son duros. De Monzóresaltan su incomprensión de la “nueva política” y su “inestabilidad” (pasó porel Frente para la Victoria, fue ministro de Scioli, apoyó a De Narváez). De Pichetto dicen algo similar (menemista, duhaldista, kirchnerista) y Cristinalo trata de “traidor”.
Lo personal y lo político
Sea quien fuere quien tengarazón, el antikirchnerismo actual de el que fue uno de sus principalessostenedores, como el potencial antimacrismo del legislador más importante deloficialismo, dicen mucho de cómo las relaciones personales pueden determinar lasrelaciones políticas. También hablan de nuestras incapacidades para lidiar conlos demás. Entender al otro no es fácil, aunque digamos que sí. El esfuerzo deintentarlo es agotador. Y cuando se es gobierno hasta resulta lógico levantarparedes para que no duelan tanto la confrontación y los reclamos permanentesde propios y ajenos.
Carlos Fuentes creía que destruimos al otro en elmomento en que dejamos de ser capaces de imaginarlo. El riesgo de quienesgobiernan es construir muros tan altos en defensa propia, que al final, lesresulte difícil imaginar al que está del otro lado. Este gobierno tiene un añopara imaginar quiénes reemplazarán a esta alianza tan crucial para que ungobierno no peronista termine por primera vez su mandato.