En apenas una semana, el Gobierno pasó de la derrota al júbilo. Lo que parecía un callejón sin salida se transformó en alivio político y financiero después del viaje de Javier Milei a Estados Unidos y del apoyo anunciado por el secretario del Tesoro, Scott Bessent. El dólar retrocedió, el riesgo país bajó, subieron acciones y bonos, y en la Casa Rosada se ilusionan con dejar atrás la imagen de un oficialismo arrinconado en todos los frentes: el económico, el legislativo y el electoral.
La euforia, sin embargo, no hizo mella en el Congreso, donde la oposición se aferra al calendario electoral, de cara a las elecciones del 26 de octubre, y sigue controlando la agenda. El kirchnerismo fue el primero en marcar la cancha: advirtió que cualquier entendimiento con Washington debe pasar por el recinto, habló de “salvataje” financiero e incluso de una “entrega” de la soberanía a Donald Trump.
El resto de los bloques críticos no llegaron a tanto, pero tampoco cedieron terreno. Al contrario, redoblaron la presión y preparan un cronograma incómodo: la investigación del caso $LIBRA y de las muertes por fentanilo adulterado, el debate del Presupuesto 2026, la interpelación a funcionarios por los audios de presuntas coimas en la Agencia Nacional de Discapacidad (Andis) y la limitación del uso de los decretos de necesidad y urgencia (DNU).
El miércoles comenzará la discusión del Presupuesto en la comisión homónima que encabeza el libertario José Luis Espert. Allí fue convocado el secretario de Hacienda, Carlos Guberman, para explicar el texto que Milei presentó por cadena nacional. Después de dos años sin un plan de gastos e ingresos, y tras un período en el que se discutió partida por partida, los diputados lo esperan con el cuchillo entre los dientes. Sobre todo aquellos que responden a los gobernadores. Un día después, el jueves, la oposición abrirá el Senado para rechazar en forma definitiva los vetos al financiamiento de las universidades y de los hospitales pediátricos.
La actividad legislativa dejó espacio para las especulaciones. En los pasillos volvió a circular el rumor sobre un eventual desplazamiento de Martín Menem de la presidencia de Diputados. Nadie lo imagina antes de diciembre: ningún bloque quiere cargar con la etiqueta de “golpista” en plena campaña.
Al mismo tiempo, se enfrió la idea de impulsar una moción de censura contra el jefe de Gabinete, Guillermo Francos, por incumplir la ley de emergencia en discapacidad y no reasignar fondos a la Andis. “Hay que ser estratégicos”, repiten en la oposición, que mide cada movimiento en la recta hacia las elecciones del 26 de octubre.

El respaldo de Estados Unidos alcanzó para que en las filas libertarias se notara un cambio de semblante. El oficialismo respiró después de una semana turbulenta dentro y fuera del Congreso en la que se insistieron tres vetos de Milei. En Diputados, el presupuesto universitario y hospitalario; en el Senado, el reparto de los ATN. En paralelo, el Poder Ejecutivo debió vender US$1100 millones en tres días para contener la presión cambiaria.
Aire para hacer política
Tras el viaje a Washington, la expectativa es recomponer puentes con los gobernadores que se alejaron tras competir contra La Libertad Avanza (LLA) en sus provincias. Con el espaldarazo de Trump, Milei vuelve a jugar a la política de expectativas. “Si te ven mal, te maltratan; si te ven bien, te contratan”, es la frase de Mirtha Legrand que los libertarios podrían hacer propia en este momento.
La mirada también está puesta en los aliados que le soltaron la mano en la última sesión. Desde las ausencias de legisladores cercanos a Rogelio Frigerio (Entre Ríos) y Leandro Zdero (Chaco), hasta los votos en contra de los cornejistas Lisandro Nieri y Pamela Verasay. El enojo oficialista alcanza también a María Sotolano, referenciada en Jorge Macri y segunda candidata violeta en la tercera sección bonaerense, que votó con el peronismo para designar a María Paz Bertero como Defensora de la Niñez, identificada con el sector de los “verdes”.

Estos episodios realimentaron en el oficialismo la idea de profundizar la pureza interna: listas con candidatos “propios” que no se aparten en la primera curva. “Hay que poner a gente nuestra”, insisten los más menemistas del bloque, que apoyan la idea de nitidez de Karina Milei, la jefa del partido.
Pero el mensaje llega en mal momento. Primero, porque se da en medio de nuevas tensiones con Pro: el presupuesto 2026 no contempla el 1,55% de coparticipación para la ciudad de Buenos Aires, bastión electoral del macrismo, con un fallo de la Corte a su favor. Y segundo, porque la oportunidad de definir las listas ya quedó atrás: incluso si en octubre LLA lograra un resultado excepcional, necesitará acuerdos para alcanzar los 129 votos en Diputados después de diciembre. La pureza, por sí sola, no alcanza para aprobar las reformas laboral e impositiva que el Gobierno pretende impulsar el año próximo.
Tampoco hay margen de auxilio externo. Los legisladores peronistas que en ocasiones tendieron una mano a los libertarios −los tucumanos de Osvaldo Jaldo, los catamarqueños de Raúl Jalil o los santiagueños de Gerardo Zamora− deben sostener en sus provincias una campaña frontal contra Milei. No van a retroceder en ese camino. Con las cartas ya repartidas y un escenario todavía frágil, al oficialismo solo le queda transitar un sendero áspero y cuesta arriba hasta el recambio legislativo.