De todos modos, la mayoría de ellos sólo conoce ese oficio y están muy preocupados por el descalabro casi total de su economía y aseguran que lo que están viviendo no tiene antecedentes.
En Bajada Grande la imagen lo dice todo: de 11 puestos sólo en uno un pescador despostaba pacientemente pescados de poco tamaño, resistiéndose a aceptar que ya pocos clientes se acercan hasta los puestos de venta.
Desde hace 15 años Osvaldo González vive de la pesca y, para paliar la crisis, aunque la ganancia es menor, entrega la mercadería al Mercado Central para alimentar a su familia.
“El resto de los pescadores está haciendo changas. Vengas a la hora que sea la mayoría de los puestos están abandonados”, explicó a UNO el baqueano del río. En este sentido, hizo referencia a otra realidad: “El 50% de los pescadores se crió en el río, no saben hacer otra cosa”.
El pescador comentó que salen muy pocas especies, y los pocos sábalos que hay son muy chicos.
Temporada del armado
Esta es la temporada del armado, pero desde hace un mes y medio el consumo de este pez fue vedado por el Ministerio de Salud y Acción Social y la Secretaría de Producción de la Provincia porque una bacteria provocó la muerte de una gran cantidad de ejemplares, y el gobierno recomendó no ingerir su carne por precaución, y además porque esta es la época de reproducción del animal. “En verano nuestra venta es de armado. En invierno nos rebuscamos con surubí, boga, sábalo o dorado. Si no se hubiera hablado de la enfermedad del armado otra sería la cosa”, explicó. Luego expresó indignado: “El que dictó la veda se olvidó del pescador”. En Puerto Sánchez la realidad es la misma: de cara al río el barrio se advierte desierto de puestos, y los pocos que quedan están vacíos de pescados y de potenciales clientes. Al fondo del barrio, un pescador partía junto a su familia con pocas expectativas para internarse varios días en las islas para intentar capturas. Mientras tanto, los pocos puesteros simplemente esperan. “Subsistimos comiendo lo que pescamos por la mala información. La gente no baja a comprar, no entra nadie”, comentó a UNO María Rosa Escobue, que desde hace 30 años tiene un puesto en Puerto Sánchez. Escobue comentó que los fines de semana cocina empanadas de pescado y los vende en el camping del balneario Thompson. “Por encargo hago durante la semana”, dijo. Otro grupo de pescadores inició desde hace un mes una feria que instalan al fondo del barrio y allí venden empanadas de pescado, artesanías relacionadas con el río y además tienen un museo itinerante mediante el cual trasmiten la historia de los trabajadores del río. Otros realizan trabajos esporádicos en la construcción, y cada tanto vuelven para ver si hay una mejora en la actividad que desde hace años es su fuente de trabajo. “El armado no está enfermo. La veda del armado comenzó un mes, y antes todo el mundo comía el pescado y a nadie le hizo mal”, dijo Alejandro González, otro de los pescadores. Pese a todo, los pescadores no abandonan su lucha, en su mayoría nacieron a orillas del río, crecieron y formaron sus familias allí. Estos trabajadores tienen un especial cariño y un lazo muy fuerte los une a la vida en el río. A pesar de la mala época, no quieren subsidios ni bolsones ni otro trabajo. Quieren que el río sea nuevamente el que proporcione el sustento a sus familias. “Quiero que me dejen trabajar en lo que me gusta”, dijo Schneider. “La ayuda que te puede dar el gobierno es un bolsón de mercadería o 150 pesos, y un pescador por día saca entre 35 y 40 pesos”, explicó González. Luego agregó: “Está el verdadero pescador y el que tiene su trabajo y además pesca. A este último si le das un poco más de dinero le viene bien, pero al verdadero pescador no le alcanza para mantener a su familia”.
Ni clientes ni pescados en la costa
“Este pescado lo trajo un muchacho que se fue el lunes, y hoy (por ayer) es miércoles. Trajo 10 kilos en tres días, o sea 20 pesos”, comentó Escobue. “A los pocos clientes que se acercan los tenés que conversar y conversar para que entiendan que el resto de los pescados se puede comer”, agregó González, aclarando que a esos compradores tienen la posibilidad de explicarles que los peces son perfectamente consumibles. Sin embargo, aclaró que el problema mayor es que directamente ya nadie baja a los puestos de la costa. Por ello los pescadores deben vender a costos muy bajos su producto al Mercado, porque los puesteros tampoco pueden comprar en los niveles que lo hacían tiempo atrás. (UNO)