El gobernador de Entre Ríos, Rogelio Frigerio, se reunió con
Diego Lara, presidente del Tribunal de Cuentas, para hablar de modernización y
transparencia en el control de la administración pública. Sin embargo, la
elección de Lara como interlocutor en esta agenda deja en evidencia la
verdadera naturaleza del discurso oficial: una fachada vacía que encubre la
continuidad del entramado corrupto que ha gobernado la provincia durante
décadas.
Lara no es un funcionario cualquiera. Es el emblema de los
contratos truchos, un engranaje clave en la estructura de corrupción que dominó
Entre Ríos bajo la gestión de Gustavo Bordet. Su llegada al Tribunal de Cuentas
no fue fruto del mérito ni de una política de institucionalidad seria, sino del
amiguismo más burdo. Fue señalado por el propio Esteban Vitor, en su momento,
como un ejemplo de la designación a dedo de personajes que garantizaran
impunidad y complicidad con el poder.
El hecho de que Frigerio, quien se jacta de haber asumido
con la promesa de transparencia y cambios estructurales, avale a Lara y lo
reciba como un socio en la supuesta modernización del Tribunal de Cuentas, solo
ratifica que en Entre Ríos nada ha cambiado. Es una señal clara de que la
corrupción sigue vigente y de que los nombres podrán ser distintos, pero las
prácticas siguen siendo las mismas.
Modernización, digitalización y "una mirada
constructiva del control" son palabras bonitas para disfrazar lo que en la
realidad es un pacto de continuidad con el pasado. Diego Lara no representa la
transparencia ni la modernización; representa el modelo que ha saqueado las
cuentas públicas y garantizado la impunidad de los poderosos. Y Frigerio, lejos
de combatirlo, le da su respaldo.
Si este es el compromiso del gobernador con la
transparencia, entonces Entre Ríos seguirá siendo rehén de los mismos de
siempre.
(*) Abogado. Precandidato a senador provincial por el departamento Victoria (Más para Entre ríos - PJ).