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Lunes 01 de julio de 2024
Martín Oliva (*): A 50 años de su adiós: recuperar el pensamiento de Perón

Al cumplirse el cincuentenario de la muerte del líder político más importante de la Argentina en el siglo XX, deseo compartir algunas reflexiones en donde propongo recuperar a Juan Domingo Perón en un aspecto habitualmente poco recordado: el del pensamiento que daba fundamento a su propuesta política, los fundamentos profundos, filosóficos, de Perón y del justicialismo.

Para eso, un documento imprescindible es su discurso en la clausura del Congreso de Filosofía que tuvo lugar en la Argentina en 1949. Al cerrar ese encuentro notable, donde se reunieron algunas de las personalidades más importantes del pensamiento mundial, el líder comenzó diciendo que “para el corazón argentino, en nuestra tierra, nadie es extranjero, si viene animado del deseo de sentirse hermano nuestro”.

Esas palabras en nuestra provincia Entre Ríos encarnan con lo más hondo de nuestra mejor tradición, la que inauguró otro gran líder argentino que fue Urquiza, quien abrió las puertas y los corazones a la llegada de inmigrantes con la única condición que, como dijo Perón, “vinieran animados del deseo de sentirse hermanos nuestros”.

Y agrega el fundador del justicialismo: “Que os sintáis en vuestra casa será nuestro orgullo. En ella nadie os preguntará quién sois y os ofrecerá, con el pan y la sal de la amistad, esta heredad de nuestros mayores, que queremos honrar como la honraron ellos”.

Ese discurso formidable, que poco después fue la base de su libro “La comunidad organizada”, merece ser estudiado con detenimiento y aplicación por cada compatriota que desee comprender las motivaciones filosóficas del general Perón y, por supuesto, del movimiento que fundara.

El texto de ese discurso recorre los principales temas de su tiempo y quien lo repase hoy, verá con asombro cómo la mayoría de ellos siguen siendo los temas de nuestro tiempo. El foco central está puesto en el egoísmo, el individualismo, “el estado del hombre contra el hombre, todos contra todos, y la existencia como un palenque donde la hombría puede identificarse con las proezas del ave rapaz”.

Y como consecuencia de ello, la desigualdad, la brecha entre quienes más tienen y menos tienen. Dice Perón al respecto que “al pensamiento le toca definir que existe diferencia de intereses y diferencia de necesidades, y que corresponde al hombre disminuirlas gradualmente, persuadiendo a ceder a quienes pueden hacerlo y estimulando el progreso de los rezagados”. Y más adelante cita a Spencer: “El sentido  último de la ética consiste en la corrección del egoísmo”.

Pero también Perón advertía sobre la falsa opción que era el estatalismo autoritario reinante en diferentes experiencias (terriblemente trágicas) de las cuales solo algunas habían sido derrotadas por entonces. Y ante ellas enarbolaba la idea de libertad.

La libertad, concepto tan trivializado en estos días, decía Perón hace 75 años, no alcanza con  ser proclamada: “Precisa un esclarecimiento si ha de considerarse su vigencia. Deberemos plantearnos inmediatamente su problema máximo: su incondición, y, sobre todo, su posibilidad de opción”.

Porque, aclara, “libre no es un obrar según la propia gana, sino una elección entre varias posibilidades profundamente conocidas”. Y explica que esa posibilidad de elección necesita ser precedida por un dispositivo social que disminuya las desigualdades sociales y una acción cultural imprescindible “para que las posibilidades selectivas inherentes a todo acto verdaderamente libre pudiesen ser objeto de conciencia”.

“Si hay algo que ilumine nuestro pensamiento, que haga perseverar en nuestra alma la alegría de vivir y de actuar, es nuestra fe en los valores individuales como base de redención y, al mismo tiempo, nuestra confianza de que no está lejano el día en que sea una persuasión vital el principio filosófico de que la plena realización del “yo”, el cumplimiento de sus fines más sustantivos, se halla en el bien general”. 

Perón advertía por entonces frente a lo que consideraba los dos extremos, equivocados, de las experiencias socioeconómicas y políticas contemporáneas: el absolutismo estatista del Estado en los experimentos totalitarios y la exacerbación del individualismo egoísta en el capitalismo liberal: “Es justo que tratemos de resolver si ha de acentuarse la vida de la comunidad sobre la materia solamente o si será prudente que impere la libertad del individuo solo, ciega para los intereses y las necesidades comunes, provista de una irrefrenable ambición, material también”.

En esa disyuntiva, buscaba el “justo medio”, y esa era la base fundamental de su pensamiento filosófico que daría en llamar “Justicialismo”: “Conciliar nuestro sentido de la perfección con la naturaleza de los hechos, restablecer la armonía entre el progreso material y los valores espirituales y proporcionar nuevamente al hombre una visión certera de su realidad.

Nosotros somos colectivistas, pero la base de ese colectivismo es de signo individualista, y su raíz es una suprema fe en el tesoro que el hombre, por el hecho de existir, representa (…) Si debemos predicar y realizar un evangelio de justicia y de progreso, es preciso que fundemos su verificación en la superación individual como premisa de la superación colectiva”.

Queremos rescatar la vigencia de estas palabras en tiempos donde el desencuentro, las grietas, las falsas contradicciones, parecen ocultar los verdaderos problemas que debemos enfrentar. “Los rencores y los odios que hoy soplan en el mundo, desatados entre los pueblos y entre los hermanos, son el resultado lógico, no de un itinerario cósmico de carácter fatal, sino de una larga prédica contra el amor. Ese amor que procede del conocimiento de sí mismo e, inmediatamente, de la comprensión y la aceptación de los motivos ajenos”.

Queremos recuperar los pensamientos del fundador de la corriente política que orgullosamente integramos, para que ilumine desde su sabiduría más profunda, los pasos que debemos dar, que apuntan a la noción de “armonía”. Y por eso, con el general Perón, decimos hoy: “Lo que nuestra filosofía intenta restablecer al emplear el término armonía es, cabalmente, el sentido de plenitud de la existencia. Al principio hegeliano de realización del yo en el nosotros, apuntamos la necesidad de que ese «nosotros» se realice y perfecccione por el yo”.

Al recuperar las palabras de Perón en aquel Congreso de Filosofía estamos poniendo el foco en aspectos claves que deben iluminar nuestro presente en base a un conocimiento crítico que necesita esfuerzo y nos ayuda a mejorar, a encontrar marcos de convivencia, de comportamientos.

Con esta misma intención impulsamos, junto a otras instituciones, las Jornadas de Filosofía del Río Uruguay en nuestra ciudad desde el año 2022; como también pusimos en marcha el ciclo de formación “Filosofar con las infancias” como búsqueda de mejores prácticas educativas con los niños y las niñas, inaugurando experiencias de pensamiento comunitario, autónomo y auténtico desde los más pequeños.

Por todo ello, nada mejor que recordar a Perón en este medio siglo de ausencia, sin endiosarlo ni demonizarlo —como en cambio lo hacen quienes alientan divisiones absurdas en nuestro pueblo— y sin palabras de adulación mientras se abandona su legado. Por eso lo hacemos recuperando sus formidables palabras finales en aquel Congreso de 1949: “Nuestra libertad es la coexistencia de las libertades que procede de una ética para la que el bien general se halla siempre vivo.

El progreso social no debe mendigar ni asesinar, sino realizarse por la conciencia plena de su inexorabilidad. Esta comunidad que persigue fines espirituales y materiales, que tiende a superarse, que anhela mejorar y ser más justa, más buena y más feliz, en la que el individuo puede realizarse y realizarla simultáneamente, dará al hombre futuro la bienvenida desde su alta torre con la noble convicción de Spinoza: “Sentimos, experimentamos, que somos eternos”.

(*) Ex intendente de Concepción del Uruguay; actual presidente del bloque de senadores de Más por Entre Ríos. 

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