Opiniones
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Viernes 29 de abril de 2022
Luis Edgardo Jakimchuk (*): El lenguaje y el poder

otros somos la clase patricia de este pueblo, nosotros representamos el buen sentido, la experiencia, la fortuna, la gente decente, en una palabra. Fuera de nosotros, es la canalla, la plebe, quien impera. Seamos nosotros la cabeza; que el pueblo sea nuestro brazo.

(La Gran Aldea, novela de Lucio Vicente López) 

La intención de esta nota de opinión es observar el horizonte de algunas relaciones entre el lenguaje empleado y las ideas de la derecha oligárquica fascista. Es interesante reflexionar sobre el proceso que se lleva a cabo por la lucha del poder en nuestro país y sus modos de expresión lingüística como instrumento para obtenerlo, mantenerlo y concentrarlo. El Poder es un fenómeno eminentemente discursivo, no puede percibirse ni realizarse sin discursos, escritos, imágenes. El Poder no existe sin discursivización. Por lo tanto, exige una estrategia. 

La semiótica del poder, tiene la tarea de generar incitación, incertidumbres en tiempos de descontentos y frustraciones de distintas naturalezas en las mayorías populares. No tiene como finalidad que sean interpretadas, sino que solo genere indignación, odio y humor anti gobierno para imponer su voluntad. Nunca se explicita por quienes los hacen. Realizarla implicaría develar estructuras ocultas y el ocultamiento es una de los componentes constitutivos del poder.  

Está claro que el poder real, no confiesa sus dispositivos inhibitorios de obstrucción, descubrir su significado real (la verdad) requiere un esfuerzo muy grande porque se penetra en un campo minado de mentiras, de la mano de la comunicación masiva que es la creadora de realidades a través del lenguaje. Esos medios de comunicación que el Papa Francisco acusó de caer en el pecado de la coprofilia (se trata de la “atracción fetichista por los excrementos”. 

El poder desmesurado y violento de la derecha tiene su reflejo en el lenguaje descarado, perverso y audaz que se escuchó el sábado en la convocatoria a la movilización de sectores rurales y dirigentes de la derecha. 

La acción psicológica sobre la gente es total y sin rodeos: “Queremos a nuestro país de vuelta. Nos lo van a devolver por las buenas o por las malas” “La Patria es el campo’ porque genera la riqueza y construimos instituciones”. En la misma dirección lo plantearon (hace un año atrás), un grupo de intelectuales del PRO donde demandaban “una democracia que excluya al peronismo y al FdT”. Sumado a las palabras del senador Luis Juez, cuando dejo claramente plasmado la decisión de la oposición al decir: “Nosotros JxC no vamos a proponer nada. Lo que vamos a hacer es no dejarlos gobernar. Rechazarles todo lo que propongan”. Este idiotismo político refleja lo empecinado al igual que sus mandantes económicos, en convertir lo que resta para las elecciones del año que viene, en un camino intransitable para el gobierno de Alberto Fernández.  

¿Qué sentido tiene el término “democracia” para estos “republicanos” cuando de hecho disfraza la negación de las decisiones colectivas; desarma los mecanismos de soberanía popular y desocializa la sociedad? ¿Qué contenido concreto tiene la palabra “libertad” cuando se condiciona férreamente la voluntad colectiva?  

Enfoquemos un poco la atención fundamentalmente en el uso del lenguaje del Radicalismo. Morales cerró cumbre anual de la UCR diciendo que "los principios del radicalismo están más vivos que nunca" 

En los orígenes de la UCR, con Leandro Alem e Hipólito Irigoyen, su designio se conformó con un abundante repertorio conceptual, entre otros términos como “la causa contra el régimen”, “los desposeídos”, “la reparación fundamental”, “la oligarquía”, fueron entre otros conceptos instrumentos ampliamente convocantes. Ese lenguaje se complementó con el alfonsinismo: “reforma agraria”, “nacionalización de los recursos naturales”, “la emancipación de la economía”, “democracia social” etc. Términos utilizados por los progresistas latinoamericanos. Esta palabras y conceptos tenían una base ética, una moral social, es decir, priorizaba la escala de valores a aquellos que tengan validez social.  

En general, ese inventario ideológico perdió su esencial actualmente. Extraviaron sus conceptos, por lo tanto, cercenaron su mismo ultraje. Subrepticiamente podría esbozarse que, apoyando las políticas neoliberales responsables de este verdadero holocausto social, han adormecido la voluntad de cambio que necesitan los sectores más postergados que alguna vez ellos representaron.   

(*)Ex diputado (2011-2015)



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