Hace 130 años, el 22 de junio de 1889, moría el último
caudillo federal en armas, jefe de las últimas montoneras que intentaron fijar
un curso nacional la patria, que defendió la soberanía de su provincia, Entre
Ríos, y que fue derrotado por fuerzas militares superiormente armadas por el
gobierno “civilizador” de Sarmiento.
Su asesinato es un misterio. El expediente judicial, en
especial el dictamen del Fiscal, deja muchas dudas, y allí la sombra del pasado
político se erige sobre los hechos y un asesinato por encargo no parece una
posibilidad alejada de lo que pudo haber ocurrido realmente. La muerte de López
Jordán va más allá de Aurelio Casas, el asesino del caudillo, el autor
material.
En 1989, por entonces a 100 años del asesinato de López
Jordán, el Gobierno de Entre Ríos, en la primera gobernación de Jorge Busti, se
propuso como un acto de estricta justicia histórica que sus restos retornaran a
su Patria Chica entrerriana.
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“Amnistiado por Juárez Celman, se instalará en Buenos Aires
en 1888, donde sería asesinado el 22 de junio de 1889 en circunstancias no
aclaradas satisfactoriamente”. José María Rosa. “Historia Argentina”. Tomo VII.
Pág. 360.
“…los testigos Andrés Pigneto y Luis A. Leompart, que oyeron decir que el procesado (Aurelio Casas) se encontraba en Buenos Aires, porque lo había traído don Justo Urquiza; y por otra parte, José Abella, que declara: que además de tener conocimiento que Justo Urquiza buscaba a Aurelio Casas, afirma que fue visto por el citado Urquiza, para que matara al general López Jordán, y Felipe Limo, que afirma también saber que el citado Urquiza hacía diligencias para dar con el paradero de Aurelio Casas”. Dictamen del Agente Fiscal. Fallos y disposiciones de la Excma. Cámara de Apelaciones de la Capital. Publicados por Luis S. Aliaga y Daniel J Frías, tomo IX. Buenos Aires, 1896.
Últimos días de la víctima
A mediados de agosto de 1888 retorna de su forzado exilio
oriental el caudillo entrerriano Ricardo López Jordán. Casi diez años antes, en
1879, López Jordán se fuga de la cárcel en Rosario pidiendo asilo en Uruguay,
el que le fue concedido. El sobrino de Francisco Ramirez, había nacido en
Paysandú, razón por la cual el presidente uruguayo no le puede negar el derecho
de exilarse en su propio país a pesar de los reclamos del gobierno argentino.
Le esperan diez interminables años de exilio. El “zorro” Roca lo seduce para
sumarlo a su proyecto político, pero López Jordán prefiere aguardar que las
condiciones mejoren para volver a su patria.
En 1888 resuelve volver a Buenos Aires luego de la amnistía que le otorga el Presidente Juárez Celman. Se radica en la ciudad puerto dispuesto a vivir con su familia que lo había esperado pacientemente. Está voluntariamente alejado de las intrigas revolucionarias y de la acción política. Sólo aspira a su reincorporación al ejército nacional al que pertenecía y realiza las gestiones necesarias para recuperar su grado de General.
El distrito de Buenos aires ya es la Capital Federal y se debe de haber asombrado el caudillo de los cambios producidos en la “república liberal y mercantil” poblada ahora de inmigrantes y gobernada por el orden conservador. Sorprendido contempla los palacetes de Barrio Norte levantados recientemente por arquitectos italianos y franceses. El “progreso” ha penetrado la ciudad, se inauguran obras monumentales como el Palacio del Congreso y el Teatro Colón. Es la Argentina de los 80, el país de la “gran ilusión” de las élites dominantes, cada vez más ricas y en contraste a una pobreza que también crece.
A mediados de septiembre una noticia conmueve a la ciudad, Sarmiento había fallecido en Asunción del Paraguay. El presidente Juárez Celman decide rendirle honores y organizan sus exequias para el 21 de septiembre. Es la primera vez que en la ciudad se organizará un entierro tan espectacular. El coche fúnebre es majestuoso, lo mismo que el carro que lleva las coronas. El Presidente de la República en carruaje de gala forma parte del cortejo fúnebre y los faroles de las calles hasta llegar a la Recoleta están encendidos y enlutados con crespones negros. A millares de concurrentes les ha atraído el espectáculo y suponemos, que, entre ellos, se encuentra curioso, mirando el paso del cortejo, Ricardo López Jordán.
¿Qué habrá pensado el caudillo cuando vio pasar, frente a él, el féretro con los restos de Sarmiento? López Jordán volvía a Buenos Aires justo a tiempo “para ver pasar el cadáver de su enemigo”, el que le puso precio a su “cabeza”. No podemos saber que meditó el caudillo cuando vio desfilar la cureña lentamente frente a él, pero tal vez lo podríamos suponer: Piensa frente al muerto ilustre en el estado de desolación y ruina en que se encuentra la provincia de Entre Ríos como consecuencia de las intervenciones armadas ordenadas por Sarmiento. Recordará las inútiles y heroicas cargas de caballería, las últimas montoneras precipitándose contra los poderosos cañones Krupp. Sonarán quizás en sus oídos las descargas de los fusiles a repetición Rémington que, el ahora extinto Sarmiento, compró para reprimir la rebelión. Escuchará el grito desgarrador de los heridos. Recordará a sus gauchos muertos en Ñambé o Don Gonzalo. Evocará sus heroicas derrotas, la captura, la cárcel, la fuga y el exilio. Pensará también que el hombre dentro del féretro le imputó hace muchos años una muerte que no cometió, que sigue impune y que, tal vez Sarmiento se lleve el secreto de los verdaderos autores del crimen a la tumba. El asesinato de Urquiza en la Palacio San José no es su responsabilidad. El dió la orden de capturarlo vivo pero, pero quienes fueron a detenerlo lo ultimaron y él carga con la muerte de Urquiza como si fuese un vil asesino cuando quizá la muerte fue consecuencia de la resistencia de Urquiza a su arresto o fue pergeñado por un grupo de porteños, entre ellos, tal vez, “el loco” Sarmiento, que en esos tiempos era Presidente de la República. “Ellos mismos asesinaron a Urquiza y utilizaron el crimen para atribuírmelo e invadir la provincia...” ¿Qué pensó en fin, frente a los despojos del hombre que le tasó su cabeza en 1000.000 pesos fuertes como si fuese un vulgar matrero?
El General camina hacia la muerte
Pasan los meses y el año 1889 lo encuentra al caudillo
integrado a la gran ciudad. Siete hijos y su mujer le hacen ahora la vida plena
después de tanta ausencia, lucha y sufrimiento. El vencido de “Don Gonzalo”
logra por fin arraigarse en su nueva vida.
No participa en política, pero, a través de sus amigos, viejos federales, está informado de las varias conspiraciones que la oposición está planeando para desestabilizar la administración de Juárez Celman.
Junto con los primeros fríos del invierno porteño llega el
fatídico 22 de junio. Después de almorzar con su familia sale a la calle y se
encamina por la calle Esmeralda hacia la casa de su amigo Dámaso Salvatierra
para visitarlo.
Lo imaginamos caminando lentamente, advierte que en la
vereda opuesta el coronel Leyra está cruzando la calle para saludarlo cuando de
repente y por detrás es atacado por un desconocido quién le dispara en la
cabeza dos tiros de pistola Lafaucheaux del calibre 12, una de cuyas balas,
penetra en la parte posterior de la cabeza, cerca de la oreja derecha,
atravesando la masa encefálica. El general cae herido de muerte frente el
número 562 de la calle Esmeralda, domicilio de uno de los hijos de Urquiza,
llamado Diógenes.
Agonizando es llevado a la farmacia Menier ubicada en la
esquina de Esmeralda y Tucumán donde se intenta salvarle la vida, pero es
inútil, el general, el caudillo, ha muerto. Así, asesinado por la espalda con
alevosía, caía el último caudillo federal, jefe de las últimas montoneras que
intentó fijar un curso nacional para su patria argentina, que defendió la
soberanía de su provincia, Entre Ríos y que fue derrotado por fuerzas militares
superiormente armadas por el gobierno “civilizador” de Sarmiento.
¿Quién mató al Caudillo?
¿Quién es el matador? ¿Quién es “el individuo alto, moreno,
de poblado bigote negro” que mató a don Ricardo López Jordán? Se trata de un
joven de 27 años de nombre Aurelio Casas que es arrestado y declara en sede
judicial haber obrado por venganza: su padre, Zenón Casas, y expresa que el
mismo fue fusilado por orden de López Jordán.
Pero el homicida miente. Las noticias de la época y el
proceso del imputado dejan muchos cabos sueltos y suspicacias sobre el
verdadero móvil del alevoso atentado. Con respecto a la muerte del mencionado
Zenón Casas, padre del matador, hay dos versiones: La primera de Fermín Chávez
revela que habría sido muerto por orden del comandante oriental Oviedo en el mes
de mayo de 1873. Una segunda versión expresa que: “según los datos personales
que he obtenido, fue primero partidario de López Jordán y después su enemigo
político, y si se tiene presente la versión que corre en Entre Ríos, de que,
yendo Casas en viaje al Uruguay, con una partida de diez hombres, estos mismo
lo ataron y le dieron muerte para librarse de su mando” (Dictamen del Agente
Fiscal. Fallos y disposiciones de la Excma. Cámara de Apelaciones de la
Capital. Publicados por Luis S. Aliaga y Daniel J Frías, tomo IX. Buenos Aires,
1896).
La historia oficial insiste en el motivo expresado por el
reo en las actas del juicio, lo maté para vengar a mi padre, pero en verdad el
asesino estaba encubriendo los motivos del crimen y la identidad de sus
mandantes.
¿Asesinato por encargo?
En el dictamen de la Fiscalía citado más arriba encontramos la siguiente afirmación: “…Los testigos Andrés Pigneto y Luis A. Leompart, que oyeron decir que el procesado se encontraba en Buenos Aires, porque lo había traído don Justo Urquiza; y por otra parte, José Abella, que declara: que además de tener conocimiento que Justo Urquiza buscaba a Aurelio Casas, afirma que fue visto por el citado Urquiza, para que matara al general López Jordán, y Felipe Limo, que afirma también saber que el citado Urquiza hacía diligencias para dar con el paradero de Aurelio Casas”.
La familia Urquiza le hace llegar a la familia del matador,
que se encontraba en una total indigencia, una fuerte suma de dinero en
concepto de “donación”. La gente comenta sobre esta “donación” y en una hoja
sin pié de imprenta publicada en Gualeguaychú, lo que hoy llamaríamos un
panfleto, se lee la siguiente información: “Se ha promovido una suscripción
entre los miembros de la familia Urquiza para regalar 70.000 pesos a la esposa
del sujeto Aurelio Casas, el asesino del general Ricardo López Jordán… El
doctor Diógenes Urquiza ha suscripto la mitad de esa suma, es decir, 35.000
pesos nacionales. Cuando el criminal conozca esta noticia, se convencerá que su
esposa y sus hijos van a salir de la miseria en que han estado hasta ahora” (en
este y en todos los puntos recomiendo a cualquier interesad@ que lea el enorme
libro de Fermín Chávez, “Vida y Muerte de López Jordán”).
Ninguno de los miembros de la familia Urquiza fueron citados
por la Justicia a declarar sobre una supuesta y posible complicidad en el
crimen. El matador Aurelio Casas es condenado a cadena perpetua y en ocasión
del 25 de mayo de 1919 es indultado por el entonces Presidente Hipólito
Irigoyen. Hecho este muy llamativo y poco investigado históricamente.
Don Ricardo López Jordán descansa en suelo entrerriano
Los restos del caudillo entrerriano fueron sepultados en el
cementerio Norte (Recoleta) de la ciudad de Buenos Aires hasta que en el marco
del año jordaniano y habiéndose cumplido el 22 de junio de 1989 cien años de su
muerte, el Gobierno de Entre Ríos, la primera gobernación de Jorge Busti, se
propuso como un acto de estricta justicia, que sus restos retornaran a la
Patria Chica.
Provisoriamente, en una primera etapa, los restos del último caudillo federal fueron depositados en el panteón de la familia Pérez Colman en Paraná. Años después fueron trasladados definitivamente hasta el mausoleo erigido en la plaza Carbó de Paraná, detrás de Casa de Gobierno. Por entonces, el gobierno entrerriano afirmó: “tarea cumplida. Los restos del general Ricardo López Jordán descansan en suelo entrerriano y en justicia”.
(*) Abogado e historiador paranaense