
Bajo las luces del Museo de los Pozos de Brea de La Brea, en Los Ángeles, se alza un esqueleto monumental que testimonia una era perdida: el Camelops, el último gran camello nativo de Norteamérica.
Con más de dos metros de altura en la cruz, encabeza una de las exhibiciones más impactantes del museo y reaviva el relato de la megafauna extinta del continente. La muestra, explicada por Smithsonian Magazine, invita a explorar no solo la magnitud física del Camelops, sino también su valor como símbolo de la riqueza evolutiva y de la transformación ecológica del territorio.
El Camelops, cuyo nombre significa “cara de camello”, habitó Norteamérica durante tres millones de años. Sus restos, hallados desde el Ártico hasta Honduras, demuestran que varias especies de este género dominaron amplias zonas antes de desaparecer hace unos 13.000 años.
La exhibición en La Brea subraya su gran tamaño y capacidad de adaptación, y lo ubica junto a mastodontes, perezosos gigantes y tigres dientes de sable, sus contemporáneos en los antiguos bosques y llanuras de la región.
La historia evolutiva de los camélidos norteamericanos tiene raíces profundas. Según Smithsonian Magazine, estos mamíferos surgieron hace unos 46 millones de años y alcanzaron una sorprendente diversidad de formas y tamaños.
Selina Viktor Robson, paleontóloga del Instituto Leibniz para el Análisis del Cambio en la Biodiversidad, indicó: “Hay alrededor de 100 especies extintas de camélidos conocidas solo en Norteamérica”.
Entre los primeros representantes destaca Poebrotherium, un camélido del tamaño de una oveja que prosperó en los bosques del Eoceno y fue presa habitual de depredadores como el Archaeotherium.
Con el enfriamiento y la mayor aridez global, los camélidos evolucionaron hacia hábitats nuevos. Stenomylus, apodado “camello gacela” por su pequeño tamaño y extremidades gráciles, se desenvolvió en las praderas abiertas entre hace 16 y 23 millones de años.
Jessica Theodor, paleontóloga de la Universidad de Calgary, explicó en Smithsonian Magazine que muchos cráneos de camélidos se etiquetaron erróneamente como de caballos, lo que dificultó reconocer la diversidad real del grupo. “En muchas colecciones, los cráneos de camello están mal etiquetados como de caballos, y si no los buscas, los pasarás por alto”, señaló.
Las adaptaciones a distintos nichos ecológicos entre los camélidos fueron variadas. Mientras Stenomylus se especializó en la carrera y la vida en campos abiertos, otros como Oxydactylus desarrollaron cuellos muy largos que les permitían alcanzar vegetación inaccesible para otros herbívoros.
Floridatragulus, con un rostro alargado y distintivo, representa uno de los ejemplos más curiosos de la familia, con una morfología que aún desconcierta a la paleontología. Robson definió a estos camélidos como “absolutamente extravagantes” y puntualizó que “ya ocupaban ambientes abiertos antes de que se expandieran los pastizales, y en vez de evolucionar hacia una dieta basada principalmente en pastos, siguieron siendo ramoneadores y consumidores mixtos”.
El auge y la diversificación de los camélidos en Norteamérica estuvieron vinculados a transformaciones geográficas y climáticas. Hace siete millones de años, algunos camellos gigantes lograron adaptarse a los fríos hábitats del Ártico, donde se alimentaban de ramas de coníferas.
Más tarde, la formación de puentes terrestres permitió su migración hacia Asia y Sudamérica, donde evolucionaron en especies como el dromedario, el camello bactriano y los actuales camélidos sudamericanos.
La extinción del Camelops y de los camélidos norteamericanos presenta interrogantes aún investigados por la ciencia. Aunque los seres humanos del Pleistoceno cazaron camellos, Smithsonian Magazine aclara que la caza no fue el único factor en su extinción.
Estudios recientes indican que, en áreas como el sur de California, los camellos desaparecieron antes que otros megamamíferos, coincidiendo con fases de sequía extrema que diezmaron los bosques. El aumento de la aridez y el uso del fuego por los primeros habitantes para convertir los bosques en matorrales abiertos generaron un estrés ecológico insostenible para estos gigantes de la Edad de Hielo.
Aunque ya no habitan el continente donde surgieron, el legado del Camelops y de los camélidos norteamericanos permanece en la paleontología y la memoria de la megafauna extinta. La investigación y exhibición de sus restos, como en La Brea, permiten entender la capacidad de adaptación de estos herbívoros y su papel en ecosistemas pasados.
Smithsonian Magazine destaca que, si bien los camellos no recorren hoy las tierras donde evolucionaron, su historia prolongada en Norteamérica fue determinante para que estos animales de cuello largo y excepcional adaptabilidad lograran expandirse a nuevos territorios en el mundo.
Camelops ilumina el pasado y revela la historia de evolución, supervivencia y extinción de un linaje esencial para comprender la riqueza biológica de América del Norte. Su presencia fósil demuestra la diversidad extinta y la transformación ecológica permanente.
Aunque el paisaje cambió, la huella de estos gigantes sigue inspirando la investigación científica y el asombro ante la historia natural.