Miércoles, 30 de julio de 2025   |   Campo

Nuevo centro de formación ofrece carrera universitaria y se inicia en la investigación académica y profesional

Nuevo centro de formación ofrece carrera universitaria y se inicia en la investigación académica y profesional

La escasez de oportunidades para emprender en las pequeñas localidades fue uno de los principales desencadenantes. Sin embargo, hubo otros factores menos evidentes: la desconexión entre el campo y la ciudad, así como la separación entre el ámbito académico y la producción. En 2005, un grupo de productores de Rivadavia, un partido del oeste bonaerense cuyo entorno es prácticamente agrícola, decidió actuar.

El propósito era ofrecer herramientas a aquellos que deseaban emprender, incluso si no estaban relacionados directamente con el sector agropecuario. En cierta medida, se trataba de acercar el campo a la ciudad. “La idea original era conectar el agro con esa parte de la sociedad que no estaba integrada. En un lugar como Rivadavia, donde casi todos dependen del campo, había un gran número de personas que no tenían ninguna vinculación con él”, explica Diego Rotili, actual coordinador de América Agroinnova.

Así fue como se fundó el Centro para la Formación de Emprendedores (Cefer), con el objetivo de proporcionar herramientas, formación y contactos a quienes buscaban desarrollarse de manera independiente. Con el tiempo, el proyecto evolucionó: se añadieron oficinas, espacios de coworking, talleres y charlas.

Una de las prioridades es generar oportunidades para que los jóvenes se queden

“Desde entonces, ya se estaban impartiendo algunos cursos y posgrados de diversas universidades, en especial en áreas como Derecho y Enfermería. Sin embargo, hace aproximadamente cinco años se planteó la idea de incluir algo más relacionado con el agro, como Agronomía”, comenta Diego.

A raíz de esta inquietud, empezaron a ofrecer especializaciones en cultivos, manejo de malezas y otros temas, en conjunto con la Universidad de Buenos Aires. Esto permitió establecer una sede de la UBA en la ciudad de América, donde actualmente se puede cursar hasta el tercer año de la carrera de Agronomía.

Uno de los pasos más significativos fue la creación del Centro de Estudios Superiores de Rivadavia (CES), que brindó a los jóvenes del pueblo la oportunidad de iniciar una carrera universitaria sin la necesidad de mudarse. Gracias a un convenio con la Facultad de Agronomía de la UBA, pueden cursar el bachillerato universitario en América y, si lo desean, finalizar su título en Buenos Aires.

El centro busca vincular la producción con la investigación académica

Con el tiempo, emergieron nuevas necesidades. Rotili y su equipo comprendieron que se requería un espacio que conectara la ciencia con la producción local. Deseaban que quienes se habían ido encontraran motivos para regresar, que los jóvenes profesionales pudieran desarrollarse allí y que la investigación tuviera un vínculo con el territorio.

Así, hace poco más de un año surgió América Agroinnova, un centro de investigación público-privado que actualmente opera en la ciudad de América, con la participación de universidades, empresas, productores y otras instituciones.

“En muchos lugares, la academia y la producción están desconectadas. A veces, aparece algún investigador interesado en vincularse, pero, en general, están muy separados. Por eso decidimos buscar a la academia desde el campo”, afirma Rotili.

Explica que tienen tres líneas de trabajo principales. La primera consiste en abrir sus puertas —con un campo experimental de seis hectáreas— a proyectos de investigación. Este terreno fue cedido por una empresa y está ubicado a pocos kilómetros de la ciudad. “Es un espacio donde se pueden realizar ensayos. Los técnicos y productores validan las prácticas, y la idea es que sirva para probar en condiciones reales”, detalla.

El objetivo es que la innovación y la educación lleguen también al interior

La segunda línea se orienta hacia la innovación privada. Las empresas que desarrollan tecnologías o productos pueden acercarse al centro para conectarse con investigadores. “Frecuentemente, no existe un canal claro para facilitar esta relación. Nosotros recibimos las consultas y nos encargamos de encontrar equipos de investigación que puedan abordar esos temas”, indica.

La tercera línea se enfoca en problemas regionales. Un proyecto relacionado con uno de los temas más preocupantes en la zona: la salinización de los suelos. “Comenzamos a cuestionarnos hasta qué punto llega ese riesgo, si se puede medir, si es posible mapearlo y cuán grave es el problema de manera concreta”, menciona Rotili.

A partir de ese diagnóstico, surgió la posibilidad de emprender un proyecto más amplio, con la participación de instituciones locales y también extranjeras. “Buscamos investigadores interesados en trabajar en este tema y formamos un equipo con el apoyo de la Embajada de los Países Bajos”, relata.

Según explica, la embajada había promovido una iniciativa para conectar académicos holandeses con distintos países que enfrentan problemáticas similares. “Nos pusimos en contacto con ellos y llegó un grupo de investigadores que ya trabajaban en temas de salinización para la ONU. Realizaron un análisis técnico y un estudio sociológico sobre cómo abordan estas cuestiones las empresas regionales, qué decisiones toman y cómo se gestiona el tema a nivel local”.

El proyecto incluyó imágenes satelitales, trabajo en campo y la elaboración de un mapa público que facilita la visualización de la situación. “Además, se dejó una hoja de ruta para futuras investigaciones. Fue un trabajo exhaustivo que permitió organizar la información y pensar en estrategias a largo plazo”, señala Rotili.

América Agroinnova articula con universidades, empresas y organismos públicos

Los proyectos se evalúan en dos etapas. En primer lugar, hay una mesa técnica local —con miembros del Cefer, funcionarios municipales, concejales y productores— que se reúne una vez por semana. Luego, hay un consejo consultivo más amplio, con representantes de universidades, INTA, CREA, la Sociedad Rural de Rivadavia y otras instituciones, que se reúne dos veces al año para definir las directrices generales.

“Actualmente, contamos con ocho proyectos de invierno activos y esperamos sumar alrededor de diez más en verano. El año pasado fueron 18. Se han realizado dos tesis de grado, una de especialización y ahora comienza una tesis doctoral. Lo importante es que todo esto también genera arraigo profesional. Permite que los jóvenes se formen y trabajen aquí mismo, sin necesidad de irse”, concluye Rotili.

América Agroinnova, señala, se sustenta con aportes públicos y privados. Participan unas 30 empresas de la región, entre acopios, proveedores y productores: “Esto comenzó con diez personas hace unos veinte años. Hoy es una red mucho más amplia, pero la esencia permanece: que la innovación y la educación estén al alcance de todos, también en el interior.”

Déjanos tu comentario: