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ace casi 70 años una disposición legal dejaba sin sustento a una actividad que tenía desarrollo en Entre Ríos: la vitivinicultura. El gobierno de Agustín P. Justo (un entrerriano de Concepción del Uruguay) terminaba con más de 30 emprendimientos, cultivos y bodegas, que progresaban sobre las costas del río Uruguay, al prohibir mediante una ley la comercialización del producto. La ventaja quedó solamente para los viñateros de Cuyo y de las provincias cordilleranas. El diseño de las llamadas economías regionales se decidía en Buenos Aires. Tendrían que pasar más de 60 años para que esa legislación quedara sin efecto: En 1998 se desreguló la actividad y algunos soñadores, en Entre Ríos, comenzaron a pensar en recorrer una vez mas el camino de sus abuelos europeos.La historia del vino en Entre Ríos
Jesús Vulliez es descendiente de aquellos inmigrantes que llegaron a la provincia en el siglo XIX: franceses, suizos y piamonteses vinieron con sus valijas cargadas de esperanza. La costa del Uruguay, en la zona de Colón, Villa Elisa y San José fueron algunos de los lugares elegidos para establecerse y desarrollar un oficio que les permitiera conservar una tradición: hacer vino. Campo en Acción recorrió la novel bodega Vulliez Sermet, ubicada en el acceso a la turística Colón.
Licenciado en Economía, Vulliez destaca aquel tiempo en que “los inmigrantes levantaron bodegas o cavas donde guardaban el vino que daban los viñedos, lo consumían y algo comercializaban”. Más de 20 bodegas en la zona y una decena en Concordia fueron la referencia del nivel de la actividad. “Se llegó a utilizar el puerto para enviar a Buenos Aires y comercializar el producto” apuntó.
En 1936 llegaría la ley que prohibió la comercialización del vino, favoreciendo a las provincias cuyanas y cordilleranas. “También se impidió la elaboración de grapa, algo que se hacia en forma importante, como derivado en la utilización de las uva” recordó.
Desde aquella fecha la actividad vitivinícola en Entre Ríos comenzó a decaer y a ser reemplazada por otras labores agropecuarias. “Algunas familias siguieron por tradición, claro que las cantidades fueron menores y los cuidados de los viñedos también fueron decayendo” observó.
La vuelta de una bodega
En 1874, un suizo llamado Joseph Fabre llegó al país. Como otros inmigrantes, decidió mantener la tradición: plantó sus vides y construyó la bodega; en la planta alta hizo lugar para la casa familiar.
El establecimiento de Fabre conoció el esplendor y el ocaso junto con los otros productores de la zona. La vieja casona y las instalaciones donde se elaboró el vino, comenzaron a declinar lentamente.
Tendrían que transcurrir 62 años para que otra disposición terminara con la prohibición de comercializar vinos sin importar su procedencia, en 1998. “Un par de años más tarde compramos la propiedad y comenzamos a desandar el proyecto” le cuenta a Campo en Acción Jesús Vulliez.
“La siguiente etapa fue la implantación del viñedo, el que ya lleva cuatro años”. Una instancia en la que cuenta con asesoramiento agronómico y la presencia de un enólogo uruguayo que “conduce el proceso de elaboración del vino”. De todos modos “la evaluación para saber cómo estamos parados y cómo funcionan las vides será en 2010”.
Tiempo de cosecha
Chardonnay, en blancos; Malbec, Merlot, Cabernet Sauvignon, Tanat, Syrah y Sangiovesse en tintos, son las variedades implantadas en la finca de Colón. “Hay que encontrarle a cada varietal, a cada elaboración, el gusto, el bouquet que puede demandar el consumidor en cada nicho de mercado”. Sobre la diversidad de las cepas utilizadas, apuntó a la extensa experiencia en Uruguay: “sabemos lo que pasa en la zona, fundamentalmente en frente –señala hacia el cercano Paysandú- donde hay 300 hectáreas de viñedos y funcionan 4 bodegas, posiblemente pase lo mismo de este lado del río, pero la tierra es diferente, así que tenemos que ver”.
Vulliez considera que algunas desventajas existen, como el clima húmedo; “siempre es preferible un clima seco como el de Cuyo”. “La vid prefiere noches frescas y días de mucho calor. Aquí las noches frescas se hacen desear, pero en cuanto a altitud, no serán los mil metros de los viñedos mendocinos, pero estamos a 20 0 30 metros como en Burdeos, Francia, donde hacen buenos vinos ¿no? ” apunta risueño.
Con las habilitaciones exigidas por el INVI (Instituto Nacional de Vitivinicultura), antes que concluya el año saldrán los últimos permisos lo que transformaría a la bodega en la primera en estas condiciones en el litoral y en la pampa húmeda resalta con orgullo, como el que sintió con la elaboración y el sabor de la primera copa “aunque no fue con uvas propias” reconoce, “ya estábamos un poco ansiosos por saber cómo elaborábamos el vino que salió muy bien para nuestro gusto”.
Ya con uvas propias fue un Malbec con algo de roble, y un rosado, el debut oficial de la bodega Vulliez Sermet. Una degustación realizada en Colón en el fin de semana largo del mes de octubre presentó en sociedad los productos: “estamos muy conformes con la respuesta”.
Con la experiencia uruguaya a pocos kilómetros y exportando a Canadá y Suiza, el proyecto vitivinícola entrerriano se nutre de datos más que ventajosos. “Con lo que tenemos implantado – 2 y ½ hectáreas que se suman a una plantación similar del Establecimiento Las Camelias- estimamos producir entre 50 y 60.000 botellas por años, que es lo que podemos manejar” finaliza. Los viñedos de los inmigrantes europeos han vuelto de un viaje en el tiempo. En Entre Ríos, se vuelve a hablar de vinos.
Gentileza de Campo en Acción