E
n la campaña 2005/2006, ya sembró 2.400 de trigo, que luego irán a soja de segunda, está implantando por estos días 2.600 de maíz y hará lo propio con 2.800 de girasol y 15.000 de soja.Contando doble las 2.400 de trigo-soja de segunda, suman un total de 25.200 hectáreas.
Salvo unos pocos centenares de hectáreas que son propias, el resto es todo alquilado. "Aunque algunos grupos pagan más, nosotros no vamos más allá de 7,5 qq/ha, porque creemos que, sino, los números se complican", dice Berardo mientras recorre en su camioneta un rastrojo de maíz en las afueras de su ciudad.
El hombre, que nació en Urdinarrain, volvió al pago, recibido de ingeniero agrónomo, en 1986. Arrancó, junto con algunos miembros de su familia, con 300 hectáreas que alquilaba a diversos parientes.
En 1990 crearon Berardo Agropecuaria y, con distintos vaivenes, fueron creciendo. En 1998 sembraban 1.800 hectáreas.
Habían crecido en base a crédito bancario, pero la campaña 1999/2000 no fue buena y la realidad los golpeó. Muchas empresas no le refinanciaron y Berardo tuvo que hipotecar hasta la casa.
En cambio, el 2000/2001 fue un año bueno y les permitió asomar la cabeza, pero Berardo pensó: "si esta vez zafamos; no podemos caer otra vez en la misma situación".
La solución que encontró fue "avanzar más despacio, pero más firme; y tener socios, en lugar de créditos".
Eso se sumó a la diversificación, tanto en cultivos como en zonas, lo que le permitió salir bien parado de años desparejos como el 2003/2004, en el que obtuvo magros 19 qq/ha en lugares como Urdinarrain y Basavilbaso y 30 qq/ha (un buen rinde para la provincia) en otros como Gualeguaychú y Perdices.
A juzgar por los resultados, el esquema parece que le funcionó. Había atravesado la tormenta de la devaluación, que llegó en plena campaña 2001/2002.
Por entonces, la empresa venía puliendo las formas productivas, administrativas y jurídicas, que derivaron en el esquema de siembra compartida que tiene hoy.
De los fondos que invierte y maneja, algo más del 50% son propios de Berardo Agropecuaria y, de la otra mitad, dos tercios son aportados por grandes empresas y un tercio por otros socios más pequeños. En total, son unos 60.
Entre las empresas socias hay varias grandes y muy conocidas, que aportan insumos y, en algunos casos, también dinero. Luego cobran, igual que los pequeños inversores, de acuerdo a su participación en la inversión total que se destina al cultivo en el que hayan elegido participar, sea trigo, maíz, soja o girasol.
También hay compañías locales de Entre Ríos y de Urdinarrain, y algunas que consumen los granos que ayudan a producir, como Granja Tres Arroyos, que se abastece así con una buena cantidad de maíz para sus galpones de pollos.
"La idea es unir a toda la cadena, desde los proveedores hasta los consumidores, pasando por la producción", dice Berardo.
Además de Urdinarrain, la empresa pisa fuerte en Gualeguaychú, Basavilbaso, Rosario del Tala y Concordia, entre otros puntos de la provincia. Trabaja con una rotación básica de trigo-soja, maíz y soja. "No tenemos ningún campo que tenga dos años seguidos de soja", explica Berardo, aunque aclara que se van incorporando muchos lotes nuevos cada año, que aumentan los porcentajes de esa oleaginosa en el total de los cultivos.
Siembra grupos 5 y 6. "Acá el tema es lograr la cantidad de plantas que uno quiere, porque el suelo es muy pesado. Logrado eso, el resto es más simple", explica Berardo, aunque puntualiza que en trigo hay que seguir de cerca las enfermedades, en maíz las lluvias de diciembre y en soja a la roya.
En la zona, los inviernos son secos y las primaveras lluviosas. Pero, como la capacidad de retención de agua que tienen los suelos es menor, por ejemplo, que en buena parte de la provincia de Buenos Aires, un verano seco puede complicar mucho las cosas.
Las lluvias se hacen presentes con fuerza también en otoño. Y, como la cosecha es larga, hay que tener en cuenta que muchas veces puede ser difícil entrar a los lotes, sobre todo porque se trata de suelos pesados.
Otro problema fuerte en la región es la erosión, dice Berardo. "Pero es difícil pensar en una solución a esto si no hay contratos de alquiler a largo plazo. Para hacer terrazas, por ejemplo, haría falta pensar en un horizonte de 5 a 6 años. El propietario se tiene que dar cuenta de que él es parte del problema", afirma.
"Tenemos que tener formas estables de trabajar, tanto en los aspectos productivos como en los organizacionales", sostiene Berardo.
Justamente, la organización le permitió a su empresa convertirse en una alternativa de inversión para varios pequeños socios de su localidad. El que quiere participar entra con dinero o puede hacerlo también con insumos, sea el campo, la semilla, los agroquímicos o trabajo, por ejemplo. El valor de mercado del aporte que realice se traslada a kilos del cultivo en el cual el inversor vaya a participar. Y, como se explicó más arriba, luego se retira en función del porcentaje que la inversión represente de la totalidad del dinero destinado a esa producción.
Hace un par de campañas, favorecidos por el despegue de precios de la soja, se llegaron a porcentajes de ganancia muy altos, pero Berardo estima que, en años normales, los resultados podrían ubicarse en torno al 20%, un nivel nada despreciable si se lo compara con alternativas de otros sectores.