E
l gobernador Sergio Urribarri expresó el “acompañamiento” del gobierno “a los familiares, testigos y querellantes que están sobrellevando situaciones que afectan y sensibilizan a todos, y fundamentalmente a quienes han esperado tanto tiempo para que se haga justicia”. Urribarri manifestó que “este ha sido y seguirá siendo un tiempo de reparación histórica, de desagravio personal con compañeros y compañeras que fueron perseguidos, encarcelados, asesinados y desaparecidos, con familias que hace mucho piden y reclaman por un Estado que garantice la justicia. Se ha hecho mucho, y mucho hay por hacer aún”, subrayó. La causa se inició en 1987, cuando la Cámara Federal de Apelaciones asumió el conocimiento del proceso ante la falta de resultados de las investigaciones en los tribunales militares, pero se clausuró por la sanción de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida. Los imputados en el proceso habían sido beneficiados por las Leyes de Obediencia Debida y Punto Final, y cuando esta legislación se declaró insanablemente nula, por impulso de la legisladora de Izquierda Unida, Patricia Walsh (hija del escritor y periodista Rodolfo Walsh, asesinado por la dictadura), el Poder Judicial avanzó sobre esas situaciones. En diciembre de 2003, durante el gobierno de Néstor Kirchner, la causa fue desarchivada y en 2004 se dispuso la reapertura del expediente. Igualmente, todo el proceso y la aplicación del viejo Código ha sido motivo de controversias y quejas por parte de los familiares de las víctimas. “Esta mega causa se tramita aplicando el antiguo Código de Procedimiento en Materia Penal. Se hace por escrito, ha tenido dilaciones, impugnaciones, recusaciones, demorando increíblemente el acto de justicia” señaló el mandatario, que anheló que la etapa de audiencias “signifique la etapa final del juicio”. Finalmente, Urribarri consideró que “hay una bisagra en la historia argentina en muchos aspectos. Y en el tema Derechos Humanos el punto de inflexión lo estableció Néstor Kirchner, cuando hizo bajar los cuadros de los genocidas, un símbolo para muchas generaciones de argentinos que ya no creían, y una señal para los tiempos de un país que queremos sea cada vez más justo”.