L
os represores Luciano Benjamín Menéndez y Luis Fernando Estrella fueron condenados este viernes a prisión perpetua en cárcel común e inhabilitación absoluta perpetua por el asesinato del obispo Enrique Angelelli durante la última dictadura. El Tribunal Oral Federal de La Rioja, que leyó sólo la parte dispositiva del fallo, revocó además la prisión domiciliaria de ambos represores y dispuso que sean alojados en la cárcel de Bower, en Córdoba. Los jueces José Camilo Nicolás Quiroga Uriburu, Carlos Julio Lascano y Juan Carlos Reynaga consideraron a Menéndez y a Estrella autores mediatos del asesinato de Angelelli y de la tentativa de homicidio de quien lo acompañaba, su amigo Arturo Pinto. La lectura de los fundamentos de la sentencia se difirió para el próximo 12 de septiembre a las 9.30. A la espera del veredicto, la Iglesia y organizaciones de derechos humanos de La Rioja habían convocado a una vigilia que comenzó este jueves, tras una misa, y realizaron más tarde una marcha de antorchas hasta la sede tribunalicia. Angelelli murió el 4 de agosto de 1976 cuando la camioneta en que viajaba junto a Pinto sufrió un vuelco provocado por otro vehículo en la ruta, cerca de la localidad de Punta de Los Llanos, cuando retornaba desde Chamical hacia la capital provicial. Por el crimen fueron condenados como autores mediatos el general Menéndez, que era jefe del III Cuerpo de Ejército, y el comodoro Estrella, quien conducía en La Rioja la represión terrorista de estado de la Fuerza Aérea. Otros acusados, entre ellos Jorge Rafael Videla, Juan Carlos Romero y Albano Harguindeguy, fallecieron antes de que comenzara el juicio. La investigación judicial recibió hace pocas semanas un imprevisto impulso del Vaticano, cuando el papa Francisco envió dos documentos secretos que resultaron un significativo aporte a la causa. Uno de los documentos es una carta de Angelelli al entonces nuncio apostólico Pío Laghi en la que advertía estar amenazado, y otra con el relato detallado del asesinato, el 18 de julio de 1976, de dos curas muy próximos al obispo, Gabriel Longueville y Carlos Murias. La primera misiva, firmada de puño y letra por Angelelli un mes antes de su asesinato, deja muy comprometido al cuestionado nuncio y fue recibida e incorporada al archivo oficial de la Iglesia católica -en la copia se puede ver su sello en italiano, número de acta y folio-, pero recién ahora fue develada por el papa Francisco.