F
ue un día inolvidable para Oscar Walter Doria Fernández, veterano de Malvinas que pudo fundirse en un abrazo con el Papa Francisco, a quien saludó después de la audiencia general de los miércoles. “Fua la experiencia espiritual más fuerte de mi vida”, confesó a Oscar, de 51 años, a quien el Papa le bendijo dos cruces que espera colocar algún día en Malvinas: una en el cementerio británico, otra en el cementerio argentino. “Me parece muy bueno, esperemos que haya paz”, le dijo entonces Francisco a Oscar, que también le pidió al Pontífice que le bendijera varios rosarios para madres de soldados fallecidos. “Cuando el Papa me abrazó le dije en el oído que lo quería muchísimo y que estábamos con él hasta el final”, contó a La Nación. Oscar fue el suboficial más joven de la Fuerza Aérea durante la guerra de las Malvinas. Fue prisionero de los ingleses desde el 29 de mayo hasta el 12 de junio de 1982, cuando fue entregado en Uruguay. Vive desde hace 28 años en Canarias “porque tenía escaparme del desastre de la Argentina de la posguerra”. Allí, está al frente de un Instituto Internacional de buceo adaptado, que ayuda a discapacitados. “Fui a ver al Papa en nombre de los veteranos de guerra, en nombre de los 649 muertos de Malvinas, de sus familiares y de los cerca de 700 veteranos que se suicidaron o tuvieron problemas piscológicos después del conflicto”, dijo Oscar, que también le regaló al Papa un ejemplar de “Viaje al centro de la guerra” -un libro que escribió en 2010-, así como los derechos de autor de esa obra, para fines caritativos de la Iglesia. “Yo no he venido a pedir, he venido a dar. Todas las guerras son una locura y mi libro no habla de la experiencia de la guerra, sino desde un punto de vista humanista, tanto es así que el epílogo está escrito por el oficial inglés que me tomó prisionero, Nick Van Derbylt”, subrayó. Divorciado y padre de una hija de 13 años, Oscar descubrió algo que desconocía. Justo en el momento en el que, junto a otros argentinos ubicados en el sector Vip del sagrato de la Basílica de San Pedro, esperaba la llegada de Francisco para la audiencia general, mientras conversaba con padre Fabían Báez, el cura que se hizo famoso hace una semana al ser invitado a subir al papamóvil, y otro sacerdote, cayó en la cuenta de que quien había escrito el prólogo de su libro, el brigdier Luis Guillermo Castellano, que había sido su comandante durante la guerra del Atlántico sur, también había sido sobrino de monseñor Ramón José Castellano, el sacerdote que ordenó a Jorge Bergoglio el 13 de diciembre de 1969. Oscar, que estudia psicología para ayudar mejor a los discapacitados físicos y mentales que ayuda a rehabilitarse a través del buceo, espera que cuando vaya a Malvinas a llevar las dos cruces bendecidas por el Papa, también pueda zambullirse en las aguas del Atlántico sur junto a buzos británicos para dejar una placa en recuerdo de los fallecidos de la guerra. “Argentinos e ingleses deben buscar nuevas fórmulas”, afirmó. “Tal vez mi humilde gesto de hoy permita cambiar algo”, agregó, esperanzado. “Para mí Malvinas es una tierra santa, donde ha muerto mucha gente, se ha derramado mucha sangre. Y debemos ir más allá de los beneficios petroleros, pesqueros y demás negocios. Hay que volver a reiniciar, hacer un reset, volver a otro paradigma distinto, al respeto que hay que tener ante cualquier persona, para comunicarnos y dialogar con otro enfoque”, concluyó.