E
l actual obispo de Gualeguaychú y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral, monseñor Jorge Lozano, sería el candidato para conducir la diócesis de Rosario. Su figura cobró trascendencia tras la decisión del Vaticano para intervenir la arquidiócesis de Rosario, a cargo de José Luis Mollaghan, por irregularidades en el manejo de fondos, supuestos padecimientos psiquiátricos del arzobispo y denuncias de laicos y sacerdotes por “maltrato”. La información fue confirmada a La Capital por tres fuentes eclesiásticas que aclararon que “ya mandaron a un auditor, lo que no quiere decir que el actual obispo no siga en funciones hasta que se conozca el informe”, que estaría terminado para mediados de enero. Enterado de las versiones, monseñor salió el sábado a desmentir enfáticamente la intervención, aunque admitió que desde hace un tiempo su arquidiócesis está sometida a una “visita pastoral fraterna” ordenada por la santa sede, una definición que en la jerga eclesiástica significa que su gestión está bajo la lupa. A diferencia de lo que dijo el obispo, las visitas fraternas no son habituales, sino que se producen después de la existencia de denuncias fundadas que justifiquen una investigación. Para llevar adelante ese proceso fue designado monseñor José María Arancibia, exobispo de Mendoza, quien se instaló en Rosario desde hace dos semanas para mantener reuniones de supervisión con diversos sectores de la arquidiócesis. Una posible remoción No obstante haberse iniciado este proceso de dilucidación, en ambientes eclesiásticos ya se da por descontado que Mollaghan, de apenas 67 años y con todavía ocho años de carrera episcopal, será removido del cargo en breve. Arancibia está jubilado, pero su experiencia en este tipo de tareas de fiscalización reconoce un antecedente relevante: fue quien condujo la remoción del arzobispo santafesino Edgardo Storni, que debió renunciar a raíz de denuncias por abusos. En aquella oportunidad tampoco fue intervenida la arquidiócesis, sino que el obispo fue removido con la designación de Arancibia en carácter de “coadjutor”, una categoría eclesiástica que le otorga los mismos derechos y atribuciones del arzobispo. El procedimiento indica que Arancibia ocupará ese cargo hasta que eleve su informe al Vaticano y desde allí se decida desplazar al obispo en cuestión. “Es el mecanismo habitual: antes de remover a alguien y nombrarle un sucesor”, explican los entendidos en Derecho Canónico. Quienes conocen de cerca la impronta que el papa Francisco le imprime a su gestión estiman que ese proceso “será breve”, de unas pocas semanas. En ese lapso Arancibia tendrá que preparar un informe que abarcará tres frentes de investigación. Las fuentes eclesiásticas sostienen que la “intervención” se justifica por el “descontrol” en el manejo de fondos, una supuesta “insania mental” atribuida por cierto sector al arzobispo y denuncias por “maltrato” tanto de sacerdotes como de laicos. Entre las irregularidades administrativas, Arancibia evalúa el caso del presbítero Osvaldo Bufarini, quien estaría recluido en una casa de retiro de Zavalla, tras haber dejado deudas por casi 2.000.000 de pesos. “Se lo tragó la tierra”, dijeron fuentes eclesiásticas. Buffarini estuvo al frente de la parroquia Nuestra Señora de Fátima en el barrio La Tablada, en Grandoli al 4500, donde desarrolló un emprendimiento productivo que era una importante fuente de recursos. Hace un par de años dejó ese lugar pastoral en medio de una estafa que dio lugar a varias denuncias penales y que dejó comprometido al director del colegio secundario técnico del barrio. “Empapeló a todos con cheques que nunca se pudieron pagar”, reconoció un allegado a la investigación. Bufarini fue presidente de Cáritas y un reconocido generador de recursos económicos que recibía planes de asistencia técnica de la Nación. No sería extraño que esto haya incidido en las denuncia por mala administración que le adjudican a Mollaghan. “Al menos pueden endilgarle que no hizo nada cuando ocurrió”, confían indignados. Otro colegio sospechado Al caso de Bufarini las denuncias le suman la situación de otra parroquia con colegio donde se habrían verificado extrañas extracciones de dinero. En este caso las fuentes eclesiásticas hablan de una suerte de “complicidad o inacción” por parte del Arzobispado. Incluso estaría probado el retiro de dinero en bolsos a cargo de personas que no tienen nacionalidad argentina que visitan con asiduidad el colegio. Quienes aseguran que la suerte de Mollaghan está echada creen que con estas denuncias alcanzará sobradamente para promover la intervención de la diócesis. El actual obispo de Gualeguaychú y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral, monseñor Jorge Lozano, sería el candidato para conducir la diócesis de Rosario. Su figura cobró trascendencia tras la decisión del Vaticano para intervenir la arquidiócesis de Rosario, a cargo de José Luis Mollaghan, por irregularidades en el manejo de fondos, supuestos padecimientos psiquiátricos del arzobispo y denuncias de laicos y sacerdotes por “maltrato”. La información fue confirmada a La Capital por tres fuentes eclesiásticas que aclararon que “ya mandaron a un auditor, lo que no quiere decir que el actual obispo no siga en funciones hasta que se conozca el informe”, que estaría terminado para mediados de enero. Enterado de las versiones, monseñor salió el sábado a desmentir enfáticamente la intervención, aunque admitió que desde hace un tiempo su arquidiócesis está sometida a una “visita pastoral fraterna” ordenada por la santa sede, una definición que en la jerga eclesiástica significa que su gestión está bajo la lupa. A diferencia de lo que dijo el obispo, las visitas fraternas no son habituales, sino que se producen después de la existencia de denuncias fundadas que justifiquen una investigación. Para llevar adelante ese proceso fue designado monseñor José María Arancibia, exobispo de Mendoza, quien se instaló en Rosario desde hace dos semanas para mantener reuniones de supervisión con diversos sectores de la arquidiócesis. Una posible remoción No obstante haberse iniciado este proceso de dilucidación, en ambientes eclesiásticos ya se da por descontado que Mollaghan, de apenas 67 años y con todavía ocho años de carrera episcopal, será removido del cargo en breve. Arancibia está jubilado, pero su experiencia en este tipo de tareas de fiscalización reconoce un antecedente relevante: fue quien condujo la remoción del arzobispo santafesino Edgardo Storni, que debió renunciar a raíz de denuncias por abusos. En aquella oportunidad tampoco fue intervenida la arquidiócesis, sino que el obispo fue removido con la designación de Arancibia en carácter de “coadjutor”, una categoría eclesiástica que le otorga los mismos derechos y atribuciones del arzobispo. El procedimiento indica que Arancibia ocupará ese cargo hasta que eleve su informe al Vaticano y desde allí se decida desplazar al obispo en cuestión. “Es el mecanismo habitual: antes de remover a alguien y nombrarle un sucesor”, explican los entendidos en Derecho Canónico. Quienes conocen de cerca la impronta que el papa Francisco le imprime a su gestión estiman que ese proceso “será breve”, de unas pocas semanas. En ese lapso Arancibia tendrá que preparar un informe que abarcará tres frentes de investigación. Las fuentes eclesiásticas sostienen que la “intervención” se justifica por el “descontrol” en el manejo de fondos, una supuesta “insania mental” atribuida por cierto sector al arzobispo y denuncias por “maltrato” tanto de sacerdotes como de laicos. Entre las irregularidades administrativas, Arancibia evalúa el caso del presbítero Osvaldo Bufarini, quien estaría recluido en una casa de retiro de Zavalla, tras haber dejado deudas por casi 2.000.000 de pesos. “Se lo tragó la tierra”, dijeron fuentes eclesiásticas. Buffarini estuvo al frente de la parroquia Nuestra Señora de Fátima en el barrio La Tablada, en Grandoli al 4500, donde desarrolló un emprendimiento productivo que era una importante fuente de recursos. Hace un par de años dejó ese lugar pastoral en medio de una estafa que dio lugar a varias denuncias penales y que dejó comprometido al director del colegio secundario técnico del barrio. “Empapeló a todos con cheques que nunca se pudieron pagar”, reconoció un allegado a la investigación. Bufarini fue presidente de Cáritas y un reconocido generador de recursos económicos que recibía planes de asistencia técnica de la Nación. No sería extraño que esto haya incidido en las denuncia por mala administración que le adjudican a Mollaghan. “Al menos pueden endilgarle que no hizo nada cuando ocurrió”, confían indignados. Protagonistas del proceso canónico * José Luis Mollaghan - arzobispo de Rosario. Está al frente de la diócesis desde 2005. Actualmente enfrenta una investigación por desmanejos de fondos, maltratos e insania. * José María Arancibia - Exobispo de Mendoza. Está jubilado, pero fue puesto al frente del proceso de intervención del Arzobispado de Rosario. Hizo lo mismo cuando se lo removió a monseñor Storni. * Jorge Lozano - Actualmente obispo de Gualeguaychú. Es un religioso comprometido con la problemática social y los temas de narcotráfico. Se lo menciona como sucesor de Mollaghan en Rosario.