E
l periodista Carlos Furman apeló al Papa Francisco para expresar la situación de la ciudad del norte entrerriano. Escribió una carta en la que pidió “un mensaje” para la comunidad, con el objetivo de concluir la situación y “reencausar” al pueblo en “la doctrina de Dios”. La carta completa: Estimado Papa Francisco, A través de ésta carta además de saludarlo cordialmente quiero hacerle conocer la grave situación de mi querida ciudad adoptiva Santa Elena, provincia de Entre Ríos. Yo soy un judío de los pagos de Villa Domínguez, ubicado en el centro de la provincia antes mencionada. Me radique en Santa Elena hace nueve años, y comencé a trabajar en una gran humilde radio, Fm 2 de Octubre, en un programa con activa participación de oyentes que me fueron contando la realidad social de esta comunidad. En poco tiempo fue tomando trascendencia y gané la simpatía y el cariño de muchas personas, pero también desate la ira y la furia de la máxima autoridad municipal: el jefe comunal y caudillo político del norte entrerriano, el señor Domingo Daniel Rossi. Rossi es un multimillonario que no pudo justificar ante la Justicia su obsceno patrimonio y es un ser que no conoce límites éticos ni de ninguna índole. Santa Elena fue un pueblo caracterizado por la pujanza y el bienestar que brindaba el trabajo de su enorme planta fabril elaboradora de carnes, el Frigorífico Regional Santa Elena (FRSE), que exportaba a distintos países del mundo. Hasta que cerró definitivamente las puertas y se convirtió este bello lugar en un pueblo de mendigos. Los que pudieron o tuvieron la valentía o la fuerza para emigrar con un gran dolor en el alma, se salvaron del calvario de la muerte lenta de toda esta sociedad. Rossi, por entonces ostentaba el cargo de vice gobernador y era quién debía resguardar el futuro de la única fuente de trabajo, sin embargo se limitó a incrementar vorazmente su fortuna. Hoy, a pesar de tener una condena firme por enriquecimiento ilícito de la CSJN, no significó impedimento para burlar las leyes constitucionales que lo inhabilitaban para ejercer cargos públicos, se postula y gana elecciones. Su poder omnímodo avasalla la frágil moral de una población sojuzgada, y carente de ideales por el cual luchar, las personas ven en Rossi un ejemplo a imitar por el éxito que obtiene haciendo lo indebido. Santa Elena sufre, y no puede orientar sus conductas, ven a un corrupto en la cúspide del poder local gozando de los aplausos y los honores que se le brindan en cada acto, y se constituye en un modelo a imitar. Para este hombre, la Justicia es una cuestión mínima, se cree inmune a sus efectos, es un pequeño escollo que pudo sortear fácilmente con sus más de 5.000.000 de dólares, obtenidos ilícitamente y que jamás devolvió (a pesar de los diferentes pedidos de decomiso presentados en los tribunales que entendieron en la causa). En cambio, quienes nos hemos colocado en la vereda de enfrente, no la hemos pasado muy bien. Particularmente puedo dar testimonio de lo que es librar una guerra desigual contra la corrupción. He vivido en carne propia los embates de punteros políticos que por un sueldo han cumplido órdenes de perjudicarme psíquica y físicamente. Han sido tantos los ataques que he perdido la cuenta, a pesar de haber tenido repercusiones en diferentes medios provinciales y nacionales. Nada ha hecho mella para continuar con el hostigamiento, con golpes, patadas, pintadas antisemitas en mi domicilio y en mi destartalado Fiat Duna rojo estampado con cruces esvásticas verdes. También debo citar los llamados y mensajes de texto que me cortan el sueño en la mitad de la noche que preanuncian que mis días están contados, o los recuerdos que me asaltan de la balacera en el frente de mi casa hace unos años, que me obligan a estar en alerta permanente. Actualmente estoy económicamente quebrado, y mi salud un tanto complicada. Los anunciantes de mi programa recibieron “sugerencias” de evitar seguir haciéndolo. Papa Francisco, quiero hablarle con la más absoluta franqueza. Creo que mis intentos por cambiar algo en esta sociedad no están dando sus frutos como hubiese querido. Cada vez es más notable el derrumbe de los valores morales en nuestros jóvenes, cada vez más se evidencia los efectos de la corrupción que nos han inoculado en los diferentes estratos sociales de mi ciudad. Es muy angustiante ver a las adolescentes volcarse a la prostitución, y mucho peor es ver casos terribles en los cuales madres e hijas siguen este rumbo sin que nadie se inmute. Muchachos y pibes que tal vez deberían estar trabajando o estudiando, pernoctan en las calles alcoholizándose, drogándose y pergeñando un ataque delictivo. Madres que no alimentan a sus hijos para no traspasar la fina línea que los ubica en el conjunto de niños bajo peso, caso contrario pierden un minúsculo beneficio del Estado y de este modo estos pequeños viven permanentemente con hambre. Niños y niñas muy pequeñas que pasan muchísimas horas del día en la puerta de supermercados a la espera de una limosna, se abalanzan como pirañas sobre las personas caritativas. Familias enteras han conseguido subsistir de la basura, escarban, buscan, comen y atesoran porquerías y las llevan a sus casas para luego vender en las chatarrerías. El creciente número de jóvenes que se reconocen orgullosamente homosexuales, reciben importantes aportes económicos del Estado municipal para solventar fiestas nocturnas para homosexuales, lesbianas y transexuales como una “moderna forma de vida cool” que beneficia a la ciudad con la afluencia turística de este tipo. Los casos de matrimonios por conveniencia es algo muy común, por ejemplo una joven brinda atención sanitaria a un viejito jubilado para en un futuro obtener una pensión que asegure la subsistencia. Estos y muchos otros ejemplos se podrían evitar si alguien con el inmenso poder espiritual como el suyo, a través de un mensaje esperanzador, nos coloque a todos en la senda del camino correcto que debemos recorrer. Taxativamente quisiera pedirle que haga público, un mensaje a esta comunidad tan castigada y poder sepultar esta mina de corrupción a cielo abierto y poder reencausarnos en la doctrina de Dios, a quien ruego que esta carta la esté leyendo ahora, seguramente recibirá millones pero tengo una fe inquebrantable que mi humilde requerimiento se hará realidad. Un abrazo enorme, santo padre Francisco que Dios lo ilumine. Lo saluda atentamente, Carlos Elías Furman.