S
egún publicó el diario Crónica, esta es la trama de la pesadilla que vivió en carne propia, una pequeña en la zona de Bernal Oeste de Buenos Aires. El drama de M. comenzó en octubre del año pasado, cuando su mamá, Pabla Cesarina Monzón Aldana, viajó hacia Paraguay a buscarla. Ambas regresaron al país para instalarse en Villa Itatí, uno de los asentamientos más grandes del partido de Quilmes. La mujer le pidió a su hija que trabajara, porque su papá estaba enfermo y ella necesitaba algo más de dinero para mantener la familia compuesta por sus hermanos trillizos. La chica nunca creyó que con la mudanza se avecinaría el calvario. A los pocos días, la niña, con mucho sacrificio, empezó a levantarse a las 5 de la mañana para ir a una feria vecinal a vender ollas. Al retornar a su casa, además tenía que encargarse de las tareas domésticas. Por orden de su mamá, su vida se dividía entre dichas actividades, sin siquiera tener tiempo pa ra ir al colegio, tampoco para jugar como una niña de su edad. Moneda de intercambio La situación de la menor se fue agravando cuando increíblemente Pabla, decidió utilizarla como moneda de intercambio. Así fue como, por un freezer y otros mercancías, vendió a la niña a un vecino. Este sujeto, de 30 años, había "adoptado" a M. como su pareja. También la obligaba a trabajar en una fábrica clandestina de ollas de aluminio, que funcionaba en la calle Pilcomayo al 700 de Buenos Aires, dentro del asentamiento ubicado a metros del Acceso Sudeste. En la villa, una vecina expresó que la escuchó decir: "Mi mamá me vendió por un freezer y mercadería". Tanto Pabla como su actual pareja permanecen detenidos a merced de los requerimientos de la fiscalía. En tanto que el individuo que la “compró”, cuyos datos no trascendieron, se encuentra fugitivo. Liberación La policía allanó el lugar, liberó a los trabajadores que se desempeñaban en precarias condiciones y capturó a la pareja que regenteaba el lugar, por los delitos de "explotación laboral y explotación laboral infantil". La pequeña se encuentra bajo la tutela de la justicia, que manejó su caso con total hermetismo y cautela, con el fin de protegerla. Fuentes ligadas a la investigación le confiaron a Crónica que "como la niña hablaba poco y en guaraní, solo pudo contar su situación a escasas personas".