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eneral Ramírez, un pueblo ubicado a 58 kilómetros de Paraná, no se llama así por el Supremo Entrerriano, Francisco Ramírez, sino por un atrevimiento del agrimensor que confeccionó el primer plano de mensura. Pablo Ávila, en vez de anotar al poblado con el nombre que tenía por tradición, Estación Ramírez, porque la estación de trenes se levantó en terrenos próximos a la casa de los Ramírez, una de las primeras familias que llegaron a poblar esa parte de Entre Ríos, le puso el agregado de “General”. Así nació General Ramírez. Aquel plano de mensura confeccionado por Ávila fue aprobado formalmente en Paraná el 17 de marzo de 1888, fecha que, además, se tomó como fundacional del pueblo, aunque más adelante, en 1983, se estableció el 13 de marzo –nacimiento del General Ramírez– como “Día de la Ciudad”. La historia poco recogería de la vida de aquel ignoto Ramírez que diera nombre al poblado; sólo permaneció intacto el agregado impuesto por un agrimensor en la denominación original. Así, entonces, Ramírez convertida en General Ramírez fue creciendo, desarrolló su planta urbana, y tuvo correo, municipalidad, estación de trenes, banco, escuela y unas cuantas iglesias, de distintos credos. La Iglesia Católica Sagrado Corazón de Jesús; la Congregación Evangélica de General Ramírez, la Iglesia Evangélica Bautista, la Iglesia Adventista del 7º Día, la Iglesia Evangélica Congregacional, la Iglesia de Dios Pentecostal, la Iglesia Comunidad Cristiana, la Iglesia Cristo Rey, la Iglesia Vida Eterna, la Iglesia de Cristo Pentecostal, la Iglesia Cristo es la Respuesta, la Nueva Obra Evangélica, la Iglesia de Dios en Argentina. Una de ésas, la católica, está ahora en el centro de la polémica. En particular, su cura párroco, Mario Rafael Ventura, llegado hace tres años a General Ramírez. No hay modo de que el cura y su feligresía se pongan de acuerdo, alcancen un armisticio, y se puedan arreglar los asuntos del alma de modo pacífico y ordenado, en la sacristía o el confesionario. Ventura, dicen sus críticos, ha desempolvado un tratado de moral del medioevo e impone normas de convivencia familiar que casi nadie está resuelto a acatar. Y como no le siguen sus consejos, los ahuyenta del templo. Así, ya ha perdido a varios, que encuentran acogida en otros credos. “Ese señor”. Isel Gómez ya no va a misa, espantada por los modales del cura, dice, aunque cuando lo nombra, no se refiere a Ventura como “el cura” ni como “el padre”. De un modo casi despectivo, lo llama “el hombre”, “ese hombre”, lo menciona así. “No es comunicativo, no es carismático, en las misas le molesta que vayan chicos, y no le gusta nada que vayan chicas que son madres solteras. Todo eso rechaza. Aunque sería bueno que se fijara en lo que hace con su vida privada”, lanzó Isel, enigmática. A finales de diciembre, se entrevistó junto a un grupo de católicos con el vicario general de la diócesis, Eduardo Tánger, y entonces le pidieron de un modo cerrado que saquen al cura, que lo trasladen a otro sitio, que no quieren saber más nada con él. No han conseguido, todavía, que los reciba el arzobispo Juan Alberto Puiggari en persona. “Cuando fuimos a Paraná, le pedimos a Tánger que nos sacara al señor de la iglesia; ellos tienen que sacarlo, porque ellos enviaron a ese señor. Hace pocos días hablé por teléfono con Tánger, y le pregunté qué novedades tenía. Me dijo que había que esperar, que nada se soluciona tan rápido, que tuviéramos paciencia. Lo que pasa es que esto no se sostiene más, nadie aguanta el carácter de este muchacho, el carácter pésimo que tiene, parece un ogro”, contó Isel. El cura ha dicho lo suyo: que los padrinos de bautismo no tienen que ser divorciados para ser admitidos. “Las condiciones son para todos. Es un requisito que impone la propia Iglesia. El padrino debe ser una persona practicante, y llevar una vida congruente con el Evangelio. De ese modo, el padrino podrá ayudar al crecimiento de la fe del bautizado”, sostuvo. El Código de Derecho Canónico, en el canon 873, dice que para que una persona pueda ser admitida como padrino es necesario que: 1) haya sido elegido por quien va a bautizarse o por sus padres o por quienes ocupan su lugar o, faltando éstos, por el párroco o ministro; y que tenga capacidad para esta misión e intención de desempeñarla; 2) haya cumplido dieciséis años, a no ser que el obispo diocesano establezca otra edad, o que, por justa causa, el párroco o el ministro consideren admisible una excepción; 3) sea católico, esté confirmado, haya recibido ya el santísimo sacramento de la Eucaristía y lleve, al mismo tiempo, una vida congruente con la fe y con la misión que va a asumir; 4) no esté afectado por una pena canónica, legítimamente impuesta o declarada; y 5) no sea el padre o la madre de quien se ha de bautizar. Al padre Ignacio. Ventura es cura de pueblo, y no sólo atiende General Ramírez, sino también un puñado de poblados cercanos, como Camps, Aranguren, Isletas, y tiene a su cargo la escuela parroquial Madre de Jesús, con lo cual suele imponer su pensamiento estrecho aquí y allá, y conseguir reprobaciones aquí y allá. Graciela Todone es otra feligresa que le ha vuelto la espalda a la iglesia. “Soy católica, hija y nieta de los fundadores de la iglesia. El cura ha dicho que al que no le guste, que se vaya de la iglesia. Pero yo no me puedo ir. Mi familia, que vino de Italia, ha puesto su granito de arena para construir la iglesia, y no puedo dejar que este cura espante a la gente. Ya hizo lo mismo en la Parroquia San Ramón, de Nogoyá: desparramó gente con su pensamiento”, dijo Graciela. Eso, todo eso, los católicos de General Ramírez se lo hicieron saber a las autoridades de la Curia, durante un encuentro que mantuvieron en diciembre último con el vicario Tánger, y quedaron al aguardo de novedades. No hubo novedades, y entonces resolvieron volver a lo mismo: estos días están juntando firmas para presentar una segunda nota al arzobispo Puiggari. Antes, también dieron intervención al cura sanador Ignacio Peries, y esa mediación tuvo un primer efecto: en la Curia se enteraron del pedido, pero de momento, el cura Ventura sigue atendiendo en General Ramírez. Por eso, un segundo movimiento de piezas de los feligreses será llevar su queja a Buenos Aires, al cardenal Mario Bergoglio. Los feligreses cuentan historias truculentas, infidencias de alcoba, cotilleo de entre casa, murmuraciones picantes sobre la vida del cura, pero lo dicen sin malicia, y con tono esperanzador. Esperan que, más temprano que tarde, el señor cura vaya con su música a otra parte. La carta El texto de la nota que los feligreses de General Ramírez enviaron a las autoridades eclesiásticas pidiendo la remoción del cura Mario Ventura dice, entre otras cosas, esto: “Necesitamos un cura comunicativo, social, que escuche, que no escape, ni corra a los fieles católicos, por su carácter y forma de proceder”. Ahora, en estos días, está recorriendo el pueblo una segunda nota, para la firma de los fieles. Esa segunda carta se enviará, como la primera, al arzobispo Juan Alberto Puiggari, aunque también llegará a manos del cardenal Mario Bergoglio.