T
ras el derrumbe de la mampostería, desde la Asociación Gremial del Magisterio de Entre Ríos (Agmer) seccional Tala destacaron que “afortunadamente en ese momento no se encontraban ni docentes ni alumnos, pues estaríamos hablando de un accidente con consecuencias”. De todos modos revelaron que “el estruendo generado produjo un gran revuelo y alarma en la comunidad educativa”. “Apenas transcurridas unas siete horas de la asamblea que vino a enterarnos a muchos de las condiciones edilicias y laborales en que se trabaja en dicha escuela, se produjo el desprendimiento de una parte del pesado cielorraso de la biblioteca, que permanecía sostenido por una parva de libros sobre las estanterías”, indicaron desde el gremio en un comunicado de prensa. En ese sentido, desde Agmer Tala apuntaron: “Hace días que se firmó la paritaria de condiciones laborales y hace casi dos meses la de transporte. Venimos denunciando desde nuestra seccional que los problemas de esta índole, más allá de las firmas y declaración de intenciones, se siguen agravando”. “Después de una asamblea donde evidenciamos ante el resto de docentes y medios, las condiciones indignas en que se trabaja en la Escuela de Arte, donde los techos se llueven, las clases se desarrollan donde se puede, debajo de los árboles, en la galería, en preceptoría, dirección o biblioteca —indicaron—. Donde además de espacios áulicos insuficientes, son poco adecuados para las características de la institución y de las especialidades que allí se desarrollan, ya que se trabaja con instrumentos y no hay ningún aula con tratamiento acústico o con solventes en pintura y dibujo, y con pigmentos en cerámica que liberan emanaciones tóxicas”. “Tampoco hay baños para docentes ni sala de profesores, sala de computación o actos, ni mucho menos salón de gimnasia, aunque la institución tiene la suerte de estar a pasos de un parque público donde se canalizan las actividades deportivas”, advirtieron desde el sindicato. En este contexto también precisaron que “el abandono y la falta de espacio compulsaron a docentes a aprovechar la biblioteca, que se convirtió en un lugar poli-funcional y donde se dan clases de guitarra, computación, teatro, expresión corporal, entre otras materias, o a hacer de la cocina un espacio áulico donde se desarrollan talleres de pintura y otras materias, y conviven alumnos con una garrafa de 40 kilos que las mismas autoridades hace años consideraron peligrosas”.