E

n el marco de la Causa Harguindeguy, por delitos de lesa humanidad cometidos en la costa del río Uruguay durante la última dictadura cívico-militar, un exmilitante del Partido Comunista brindó el testimonio de la experiencia que atravesó en 1977, cuando fe detenido ilegalmente y torturado durante un mes en la Delegación Concepción del Uruguay de la Policía Federal Argentina. Ramón Antonio Benítez relató que fue citado por la Policía de la Provincia el 27 de setiembre de 1977, por lo que se presentó en la comisaría de suburbio para evitar el allanamiento de su domicilio. “Sabía que nos estaban levantando a todos los que hacíamos política y quería evitarle el mal momento a mi madre”, dijo. Lo trasladaron al Ejército y, desde allí, a la Jefatura Departamental de la Policía de Entre Ríos, para finalmente terminar en la Policía Federal. Según sus palabras vivió “un infierno” en esa dependencia. Desde el calabozo donde estaba encerrado escuchaba gritos y alaridos de otros detenidos sometidos a torturas. Sólo comía pan y mate cocido y debía hacer sus necesidades allí dentro. A él le propinaron golpizas y una patada recibida en la espalda le dejó “la columna reventada” y hasta el día de hoy tiene una severa desviación de columna vertebral como secuela. El testigo no pudo identificar a quienes lo torturaron, ya que le ponían una capucha o le tapaban la cabeza con una manta, pero pudo ver los borceguíes, por lo que piensa que eran efectivos del Ejército Argentino. Luego de un mes lo llevaron al regimiento de Concepción del Uruguay donde dos militares a los que identificó como el mayor Delpierri y el teniente Palacios le tiraron su libreta de enrolamiento al piso y le advirtieron que quedaba en “libertad vigilada”. Su militancia por aquellos años, dentro del PC eran el reparto de volantes contra la dictadura militar y “contra el imperialismo”. Enseñar a torturar Benítez aportó otro dato significativo. Señaló que cuando estuvo bajo bandera en Córdoba, entre 1974 y 1975, la instrucción militar que recibían los soldados incluía instrucciones de cómo “apretar y torturar a guerrilleros”. Él mismo debió asistir a procedimientos que se hacían en la vía pública para “levantar personas comunes”. Testigos de la Defensa Tras el testimonio de Benítez declararon dos testigos propuestos por la defensa. Roberto Schlothauer, conscripto en el regimiento de Gualeguaychú en 1976, relató que fue destinado como chofer de Juan Miguel Valentino, por entonces jefe del escuadrón, y su testimonio estuvo orientado a presentar al represor como una persona de buen trato con sus subordinados. Tras un cuarto intermedio declaró José Antonio Sanromán, quien vivía en San Martín 581, frente a la sede de la Policía Federal en Concepción del Uruguay. En su testimonio negó haber escuchado gritos ni visto ingresar móviles con gente encapuchada. El hombre vivió allí hasta 1976, pero no recuerda hasta qué fecha, por lo que no se pudo establecer si estaba en el lugar al momento de iniciarse los hechos investigados, en julio de 1976.