E
l contador Oscar César Pirovani fue quien realizó a pedido del Ejecutivo Municipal de Gualeguaychú la primera auditoría en 2005 para determinar la magnitud del desfalco que había sucedido en el área de Tesorería y que hoy tiene sentado como imputado por peculado doloso de manera reiterada en 91 hechos al ex tesorero, Ángel José Giménez. La defensa de Giménez tiene la conjetura de que se armó una conspiración generalizada para inculpar al ex tesorero, aunque por el momento no pudo aportar elemento alguno para demostrar esa teoría. Han pasado siete años desde que se inició la denuncia judicial en el hecho de corrupción más importante (no por sus montos, sino por su impacto) en la historia de Gualeguaychú. Como auditor, Pirovani ya le explicó a la Justicia los diferentes modos que se utilizaron para realizar el delito de desfalco. Además, señaló que “con los números se puede ser frío. Por eso es importante siempre ser consciente que detrás de todo número hay personas concretas. Y mucho más con los números del Estado, donde uno hace una administración de fondos que son de todos, de la comunidad, y detrás de esos números siempre hay rostros y almas. Cada número representa al vecino. Por eso desde el Estado la decisión siempre se debe tomar privilegiando al interés general, a diferencia del sector privado que maximiza la utilidad”. A su vez, sobre las acusaciones por el desfalco al municipio, Pirovani expresó: “Como toda acusación falsa, la viví como golpes muy duros de asimilar y de entender. Soy hijo de Gualeguaychú y me críe a media cuadra de la Municipalidad. Mi casa de infancia estaba en Ángel Elías, entre Urquiza y Luis N. Palma. Con esto quiero decir que a la Municipalidad la viví desde que jugaba de niño en la plaza Urquiza. Para mí la Municipalidad era parte de mi entorno natural de crecimiento. Pero quiero ir a la pregunta: toda mi vida fue intentar transitar el camino de los valores. Por eso el dolor es inenarrable cuando se me involucra de esta manera, tan descalificadora de la conducta humana. Todavía me duele esa situación. No hay riqueza material en el mundo que la pueda reparar”. Asimismo, indicó: "Siempre estuve tranquilo con mi conciencia y mi espíritu, pero la gente que me rodea estaba dolida por lo que me estaban haciendo y eso me profundizó aún más mi propio dolor. Tengo un norte en mi forma de actuar y es tratar de hacer cada una de las cosas tal como la haría Cristo. No es una actitud soberbia, sino una guía que me ha dado enormes satisfacciones, porque me exige dar lo mejor de mí, sin excusas ni atenuantes. Es una exigencia que alivia y da certezas”. Respecto a si hubo mucha “inteligencia” en los hechos delictivos que comprobó a través de la auditoría, sentenció: “No hablaría de inteligencia, sino de astucia, es decir, pasarse de listo para violentar los límites de la buena conducta humana. Y mucha astucia para abusar de la buena fe y confianza que le habían depositado. Mucha astucia para hacer movimientos de fondos sin ser detectados. Pero finalmente se ha descubierto. Lo diría así: la inteligencia del bien siempre es superior a la inteligencia del mal… y esto es válido para todos los órdenes de la vida del hombre. Es una gran enseñanza que viene del fondo de la historia: el bien siempre triunfa”. Respondió que “no” existe un sistema de control que sea infalible, y agregó: “No hay nada que sea infalible, porque todo sistema siempre dependerá de la honestidad de quienes la apliquen. El sistema se completa con la actitud del hombre. De todos modos, los controles sino evitan un mal, al menos lo pueden descubrir para que no se siga sucediendo. Y esto es lo que ha ocurrido en el área de Tesorería Municipal. Lógicamente, los sistemas se van perfeccionando y eso también ha ocurrido en la comuna luego del caso Giménez”.