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obran los ejemplos de desarrollos urbanos que se produjeron a partir de ciertas y determinadas radicaciones, y, asimismo, de entornos ciudadanos que quedaron como detenidos en el tiempo, sin rumbo, apenas desapareció el mojón que lo conformó. Es lo que ha pasado con las Cinco Esquinas de Paraná, pero no únicamente: piénsese en lo que ocurrió en función de los puertos Viejo, Nuevo y de Bajada Grande, con las huellas que se advierten en el perfil de las casas y la dotación de servicios. Ciertamente, si el tándem Hotel El Supremo y Terminal de Ómnibus le dio determinadas características a aquella zona, comerciales, residenciales, de servicios, el cierre del establecimiento para hospedarse primero y el traslado de la estación después, dejaron al sector en medio de una larga agonía, que hasta hoy permanece. Se trataba, sin dudas, de las marcas de una ciudad en transformación. Por esas cosas del crecimiento poblacional, las Cinco Esquinas dejaron de ser la puerta de entrada a la ciudad y, al mismo tiempo, se agotó el proyecto que la tuvo como una excusa y puntal de la extensión urbana. En paralelo, la Municipalidad en tanto organización burocrática, administrativa, creció mientras la ciudad se volvía más compleja y fue preciso reubicar áreas que desbordaban las comodidades del Palacio de calles Corrientes y Urquiza. Sin dudas, el cambio de identidad en Cinco Esquinas fue progresivo pero siempre traumático: cualquiera sea la repartición que se decidiera ubicar en el Ex Supremo pasaban a funcionar en un lugar pensado para otros fines, lo que generaba malestar en quienes ahí trabajan y en los contribuyentes que deben concurrir a esas oficinas. El golpe de gracia fue el traslado de la terminal de ómnibus, a mediados de los 90, unas cuadras más abajo por la avenida Ramírez, para ocupar el lugar que alguna vez fue un mercado concentrador y luego el centro cultural Juan L. Ortiz. Ciertamente, se tomó la peor de las opciones porque, cuando no hay planificación, se suele imponer el arbitrario criterio o parecer del que gobierna. No había que ser un entendido para advertir que la Terminal produciría un colapso en torno a la plaza Martín Fierro, apenas empiecen a llegar y partir los colectivos. Los que ganaron aquella licitación se comprometieron en el mismo proyecto a transformar la Vieja Terminal (al lado del ex hotel) en un centro cultural, lo que jamás ocurrió, sin que la situación de incumplimiento hubiera generado consecuencia alguna, como si fuera cierto que una mano lava la otra y las dos lavan la cara. Más acá en el tiempo, también se intentó transformar esa parte del edificio en un sector administrativo pero, más allá de que se llegó a asegurar que los fondos de la Nación estaban disponibles, todo quedó a la deriva. En tanto, el secretario de Planeamiento y Obras Públicas de la Municipalidad de Paraná, Guillermo Federik, señalo que “una decisión errónea en el traslado de la estación terminal terminó de complicar el desarrollo armónico de ese sector de la ciudad”. Para el funcionario, “el uso de ambos edificios, causantes del deterioro urbano del principal subcentro de la ciudad tienen que desaparecer para poder regenerar el área de Cinco Esquinas”. Fue entonces cuando indicó que “un compromiso que pretendemos cumplir durante esta gestión es el traslado de la Terminal, en el marco de un proceso de reconversión”. Cuando se le preguntó dónde estaría enclavada, el entrevistado contestó que “en el predio del ferrocarril, que será transformado en una estación multimodal, única, que será financiado por el Proyecto de Transporte Urbano de las áreas Metropolitanas, conocido también por la sigla Ptuma”. En ese sentido, comentó también que “en conjunto con la sociedad, pero fundamentalmente con lo que circunda a la vieja y nueva Terminal, debemos consensuar un destino para ambos lugares". Al advertir que “no todo lugar que queda en desuso puede ser recuperado en un centro cultural”, citó que “lo que debe analizarse integralmente son los requerimientos de la comunidad que lo circunda”.