�
��Algo de la información que Ud. posee es cierta”, dijo, como única respuesta, una de las partes que participó de la operación y de los pocos lugares donde se pudo obtener alguna certeza periodística. Sin embargo, para el sector era conocido que la inmobiliaria de Germán Ceijas tenía el inmueble a la venta y un interesado en firme, y los concesionarios de automóviles conocían que Coinauto estaba buscando espacio en un mercado donde la industria seguirá creciendo al 5 % anual y en el cual Chevrolet (además comercializa Suzuki) es un jugador clave que necesita sostener la tendencia. Se trata del predio de Paranatex, la emblemática fábrica de hilados y estampados que desde la década del ’50 construyó un emporio nacional que llegó a contar con una plantilla de más 500 empleados y que fue la simiente de otros empresarios que estuvieron vinculados como Antonio Leopoldo Senger (Johnson Acero) e incluso el padre de los hermanos Gabriel y Alcides Bourdin (Petropack) también tuvo alguna relación comercial; Humberto Basso y Carlos Ascúa, entre otros. Según la versión de fuentes cercanas a la operación, la semana que pasó se habría realizado la firma del boleto de compraventa del predio de 12 mil metros cuadrados, y aunque no trascendió el monto de la operación, la valuación inmobiliaria del lugar –aunque para muchos supone una exageración– superaría los 2 millones de dólares. El predio, propiedad del empresario Javier Londero –quien supo tener la firma comercial Gigante junto a este edificio–, habría sido adquirido por Coinauto, la firma que comercializa Chevrolet y Suzuki y que ya tiene más de 15 años en el mercado de Santa Fe y Entre Ríos, y que nació de la mano de Grupo Macua, paraguas comercial con fuerte posicionamiento regional. El predio en su totalidad posee 17 mil metros cuadrados y está ubicado en avenida Almafuerte, pero en una división anterior se vendieron 5 mil metros cuadrados a una constructora santafesina –donde funcionaron talleres de la empresa de colectivos BASA, y ahora la concesionaria se habría quedado con el terreno que posee salida a dos calles, en una cifra millonaria. Para el mercado era un secreto a voces la oferta del lugar, e incluso un operador aseguró que “por las características del lugar –ya que en esos galpones funcionaron los telares de la empresa textil y son de techos bajos–, era cantado que el destino sería una concesionaria”. Sin embargo, el rumor todavía no se confirmó fehacientemente en el mercado y hasta el sábado transitaba el terreno de las especulaciones dentro de los actores inmobiliarios de ciudad. Si bien no se pudo confirmar oficialmente, fuentes confiables aseguraron que desde hacía varios meses se establecieron negociaciones, y que incluso Coinauto se habría interesado en un predio del desarrollo que se ejecuta en el proyecto del Hipódromo, pero que finalmente optó por este espacio. Un importante corredor inmobiliario, que pidió anonimato, confirmó que “la inmobiliaria Ceijas tenía el predio para la venta y sabíamos que estaba negociando con un importante cliente, pero no sabíamos de quién se trataba. El monto puede parecer alto, pero no lo es en virtud de que no existen tierras disponibles y ese lugar está muy bien ubicado”. El mismo rumor había llegado al oído de un importante operador del rubro automotor, que conocía el interés de Coinauto, pero desconocía cuál podría ser el predio. No se conocen detalles de la operación pero el monto final sería millonario, y de acuerdo con la mirada técnica, la valuación del lugar debería estar cercana a los 10 millones en virtud de la combinación de metros cuadrados y lugar de emplazamiento. Ventajas Coinauto posee cinco locales en Santa Fe y Paraná, y ahora suma uno nuevo. De acuerdo a la autopresentación de la firma comercial, se proponen “ser mucho más que una empresa direccionada a la comercialización de las marcas Chevrolet y Suzuki. La filosofía que nos rige se basa en establecer vínculos permanentes con cada cliente, superando las fronteras estrictamente comerciales y aportando toda nuestra capacidad y estructura a lo que consideramos no sólo la principal ventaja comparativa, sino el mayor valor agregado que podemos ofrecerle: el servicio”. Esto le habría permitido lograr el market share que posee en el mercado. Un importante operador de concesionaria de Paraná no estaba al tanto de la noticia pero aseguró que “si es así es una buena noticia para Paraná y también para Coinauto, ya que esas inversiones valorizan el mercado y el sector”, reseñó. De esta forma, el grupo incorpora más del 50 % de su capacidad actual que cuenta con 22.000 metros cuadrados, y ahora suma 12 mil metros más. Coinauto nació en el año 1994 de la mano del Grupo Macua, siendo una de las primeras concesionarias oficiales Chevrolet en la Argentina, según su sitio oficial. Origen, derrotero y muerte de un mito La historia de Paranatex es tan rica como intrincada y compleja, con ribetes quijotescos y aspectos dramáticos. Nació en los últimos años de la década del ’40 cuando unos amigos que compartían el Paraná Rowing Club y el Ministerio de Obras Públicas del Puerto de Paraná viajaron a Buenos Aires y se interesaron en un telar pequeño y de mala factura, pero así todo, a su regreso, decidieron conformar la sociedad en un pequeño garaje en calle Misiones y Colón, gracias a la gestión de quien luego sería un pilar de la gran empresa, el médico Tito Amato. Luego de unos meses allí, el grupo que encabezaba Víctor De Mattía, y acompañaban Caviglia, el Paraguayo Jara y Cacho Gómez, con sus respectivas mujeres que aportaban al proyecto, se trasladaron a otro garaje, también prestado pero un poco más grande en Cervantes 131, junto a lo que es hoy la estación de servicio Esso. Cuentan los descendientes, Víctor De Mattía (H) y Fernando Caviglia, que se trataba de un grupo de jóvenes emprendedores que tenían un muy mal producto. Pero la vida puso en su camino a un viajante de telas de origen judío muy conocido de apellido que sonaba algo así como Esayack. “Su producto no lo va a comprar nadie, pero si me hacen caso yo les voy a vender los productos buenos que ustedes hagan”, dicen que dicen que el vendedor les dijo a los jóvenes empresarios en ese momento. Así comenzaron, con su visión comercial, a fabricar en tapicería, mantelería, repasadores con estampados y comenzaron a imponerse en un mercado aún virgen a nivel nacional y se posicionaron muy bien. Pero el sistema era con chablones y mesas largas donde se grababa la tela a mano, y entonces fue necesario crecer porque el trabajo era de mano de obra intensiva y adquirieron un predio enorme en Los Corrales, que sólo era un gran baldío, sobre una loma alta, adornado por un florilegio de casitas bajas. Almafuerte Allí, con un crédito, construyeron el primer galpón precario donde se llovía y entraba el viento, pero la producción no dejaba de crecer y la empresa trepaba en la participación del mercado a pasos agigantados. De Mattía era el alma y cuerpo de la fábrica, y dejó su vida por ver su criatura exitosa. Era un período histórico de aislamiento de Entre Ríos, por lo que no fue fácil para Paranatex, incluso debieron construir un galpón de depósito para los repuestos de las máquinas, ya que lograr un tornillo en tiempo y forma era una quimera. Atrás habían quedado los años de recorrer el país en un camioncito Ford rojo con el que transitaban por calles de polvo del interior “y hasta que no vendían todo no volvían”, recuerdan los hijos hoy día. “Mi viejo se jugó con lo de calle Almafuerte, porque además a finales de los ’60 comienza un proceso de industrialización y se fue comprando máquinas, y llegaron a Paraná las más conocidas de la época para la industria textil: las Roggini. Era alta tecnología para la época. Tenía que competir con las grandes corporaciones como Alpargatas y se preparó para eso”, dice De Mattía. Se construyó una gran empresa a nivel nacional con cerca de 500 empleados, con muchos talleres y fasones satélites. “Paranatex no podía caer, era imposible que quebrara, fue la empresa más grande de la provincia”, rememoran, pero el proyecto artero de José Alfredo Martínez de Hoz fue contundente, y entre la apertura del mercado para la importación y la 1050 (la tablita) comenzó a desplomarse el mito. Luego de tomar un crédito en el Banco de Entre Ríos semanas antes de la asunción de Martínez de Hoz para comprar una maquina alemana millonaria para estampados, con garantías personales de los socios, Víctor De Mattía vendió, a los 57 años de vida, la empresa a cambio de la deuda existente al empresario Enrique Mizawak, que tenía una cartera diversificada de negocios. Era octubre de 1980. “Mi viejo vendió para salvar a todos los que habían firmado ese crédito, y no quiso que ningún trabajador pierda su empleo. El último día en la empresa me lleva del hombro al portón de la entrada y me dice: Todo el esfuerzo que me costó esto, mirá como quedamos hijo.” De allí surgieron emprendedores que hoy se han convertido en industriales líderes de la región.