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os tiros que resuenan en la noche del barrio Padre Kolbe, en la zona de Montiel al final de Paraná, son habituales. En la madrugada del jueves se escuchó una de las tantas estampidas, pero los vecinos no le dieron mayor importancia, sin saber que esta vez el disparo se había cobrado la vida de un chico. Fue identificado como Ramón González, y tenía tan solo 14 años. Respecto de los posibles ejecutores, la investigación manejaba algunos nombres. Alrededor de las 3.30 de la madrugada, una vecina de la cuadra alertó al Comando Radioeléctrico que había escuchado un disparo de arma de fuego frente a su domicilio. Hasta allí fue un patrullero y se encontró con el cuerpo tirado sobre la tierra de la calle San Miguel, entre entre Montiel y Santa Elena, al lado de un terreno baldío. Luego tomó conocimiento del hecho la División Homicidios, cuyo personal fue hasta el lugar, y comunicó lo sucedido al Juzgado de Instrucción en turno, Carlos Ríos. Desde ese momento comenzaron los interrogatorios a los vecinos para conseguir algún dato que lleve a dar con la familia del joven muerto y con los asesinos. Hasta ahora no se ha podido reconstruir el hecho, más que saber que González fue ultimado de un disparo por la espalda, efectuado con un arma tipo tumbera. La herida afectó órganos vitales y le provocó la muerte en pocos minutos. A la Policía le costó lograr identificar al joven, pasaban las horas de la mañana y nadie reclamaba por él. Recién después del mediodía, luego de que el médico forense del Poder Judicial le practicara la autopsia, los pesquisas dieron con una tía de González, quien acudió a reconocer el cuerpo, y luego tuvo que informar la trágica noticia a la madre. En la escena del crimen se encontró además un destornillador, posible elemento de defensa de la víctima. Respecto de las características del crimen, no se descarta ninguna hipótesis, ya que las tareas investigativas recién comienzan, aunque los pesquisas ya tienen algunos sospechosos en la mira y estaban tras sus pasos. Según se pudo establecer, el chico habría estado vinculado al robo de motos en la ciudad, por lo cual no se descarta que la agresión mortal tenga que ver con este delito. Voces en el barrio En la puerta de una vivienda ubicada frente al lugar donde cayó la víctima, el vecino que junto a su familia miraba el trabajo de los policías, contó que escuchó el único disparo efectuado, pero no vio a nadie más. La zona por lo general es tranquila, aunque en esa cuadra hay un baldío propicio para refugio o vía de escape de ladrones. “Todo esto es un monte, antes estaba todo limpito, los pibes jugaban a la pelota, pero después encontraban cosas robadas, corrían por Luis Palma y salían derecho acá”, contó el hombre. Otra vecina que vive a la vuelta del lugar relató que se enteraron del hecho al igual que el resto, y no escuchó el disparo: “Lo que pasa es que en la zona es tan común que se escuchen tiros todas las noches, que la Policía pase a todo lo que da, y las corridas, como que uno se encierra en la casa. Una noche me despertaron las corridas en el techo de mi casa, y era la Policía que estaba corriendo y siguiendo a uno que había robado. Por eso por ahí uno escucha un disparo o algo y te quedás encerrado en tu casa”, reflexionó la mujer. Otra de las características de esta zona del oeste de Paraná, cerca del río, es que muchos del ambiente del hampa de otros barrios pasan por el lugar, y de alguna forma dejan sus huellas: “Estamos en un barrio que es zona de paso, entonces vienen robando de otro lado y corren por acá. Hay baldíos y tiran ahí las cosas robadas”, contó la vecina. “Con el barrio Gaucho Rivero es una de corrida y manotazos, en la escuela por ahí agarran al voleo a una maestra o una moto”, se quejó.