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hiche Vivanco fue un tipo muy querible, quiero decir, que era muy difícil no apreciarlo, y mucho más difícil todavía enojarse con él. Una de las últimas veces que charlamos, hablamos justamente de lo dificultoso que sería escribir la crónica de su muerte. Estábamos bromeando. No pensaba que me tocaría hacerlo poco tiempo después y que, tal como lo preveía, resulta una tarea dificultosa. Debería hablar de su trayectoria gremial y como militante político, pero eso lo dejo para quienes lo conocieron tal vez más tiempo. Yo quisiera decir que este hombre escapó a las generales de ley y si hoy se me cae un elogio en esta nota, no es porque murió, como dice el refrán, sino que son las cosas que siempre dije de él. Yo no lo conocí de toda la vida. Cuando me dio una mano para las primeras crónicas sindicales del Semanario Análisis, allá por el año 91, ya era un tipo grande, al menos para mí que tenía la mitad de la edad que tengo ahora. “Buscalo a Chiche. Él te va a orientar”, me habían dicho y encontré a una persona que me ayudó en el trabajo, pero además me brindó acompañamiento y algún consejo sin ningún tipo de especulación. En su lucha gremial, desde el sindicato de los porteros; en su rol de hombre de medios hecho en la calle; o en lo que tal vez hoy llamarían relacionista político u operador de prensa; fue siempre un tipo afable, simpático y chispeante. Usaba el humor como una manera de comunicarse. Recurría a la ironía hasta el cansancio. Esa era una forma de ver las cosas de la vida, y especialmente de la política. Nunca se enojaba, al menos con nosotros, los periodistas a los que siempre nos reservaba un dato, un comentario, una infidencia del mundillo que era casi un premio, como el que le dan al delfín que hace una pirueta. Nadie se iba de la oficina de Chiche sin un dato nuevo de la política local. Peronista, obvio, transitó a veces veredas angostas; pero no podrá decirse de él que alguna vez no estuvo a la altura de las circunstancias con sus amigos y con su gente. Donde pasó, ya sea en cargos del gobierno, incluida la Dirección de Prensa durante la primera gestión de Jorge Busti; o la conducción de LT 14, Vialidad, siempre dejó anécdotas que permitían recordarlo con una sonrisa. Y eso, hoy en día, es todo un capital. Allá andará el amigo, entre las nubes, con el negro Carlos Echeverri, elucubrando sobre las internas celestiales. Siento que me va a costar no buscarlo con la mirada cada vez que me cruce con un dunita blanco, que va despacito, sobre todo rumbeando para el lado de San Agustín; especialmente si el que maneja tiene un aire a Don Ata y va silbando un tango… Adiós amigo. Me imagino que tendrás algún dolor por dejarlo a tu querido Paco antes de lo previsto. Seguramente encontrará a muchos que se acordarán bien de su padre, y esa es una buena herencia.